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V Simposio Iberoamericano de Historia de la Enfermería

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WEB DEL EVENTO  –  IR A PROGRAMA

Crónica realizada por Laura Hernández Mingorance,  1º A de Enfermería

El haber asistido a este Simposio ha significado para mi una forma diferente de ver la que espero sea mi futura profesión: la Enfermería. El primer día, jueves 10 de noviembre, hicimos una visita guiada por la Granada Hospitalaria, siguiendo los pasos de San Juan de Dios. Me gustó mucho descubrir en primer lugar, el hospital de San Juan de Dios, un edificio sin duda emblemático para nuestra profesión, a pesar de que en estos momentos se encuentre en sus peores años, debido a su mal estado de conservación. Seguimos paseando por el centro de Granada descubriendo muchos de los lugares y edificios que esconden historias relacionadas con la Enfermería y con la vida y obra caritativa de San Juan de Dios en nuestra ciudad, la cual fue y sigue siendo objeto de admiración.

Acabamos nuestro itinerario de visitas en la casa museo de los Pisa, ubicada cerca de la carrera del Darro. Esta casa, convertida en museo en la actualidad, y la familia a la que perteneció (los Pisa), tuvieron una estrecha relación con la vida de San Juan de Dios, ya que en ella es donde pasó sus últimos años de vida, y fue esta adinerada familia la que ayudó enormemente a San Juan de Dios en su labor de caridad con los más necesitados. Allí descubrimos el archivo donde guardan muchos de los documentos que pertenecen a la Orden hospitalaria de San Juan de Dios, entre los que encontramos algunos dedicados a la Enfermería, y que tuvimos el privilegio de ver y leer de voz de nuestra guía. Además, contemplamos gran cantidad de obras, como pinturas, grabados, piezas de orfebrería, marfiles, muebles, porcelanas, etc. Lo que más me llamó la atención fue poder ver la habitación de San Juan de Dios, en la que aún se conserva el trozo de suelo donde se arrodillaba para rezar. Y sin duda lo que más me gustó de la casa, fue el precioso y céntrico patio que tiene a su entrada, adornado con una fuente en el centro y numerosas plantas con flores, árboles, barreños de barro y cerámica, que recuerdan al de una casa árabe.

V SIAHE

En el segundo y tercer día, 11 y 12 de noviembre, el V Simposio Iberoamericano de Historia de la Enfermería (SIAHE) tuvo lugar en el salón del actos del hospital de San Rafael, perteneciente también a la Orden de San Juan de Dios. El viernes, pudimos ver una mesa redonda sobre “El diálogo de la Enfermería en otras disciplinas.” Personalmente me hizo pensar mucho lo que en ésta se trató, lo importante que es la transdisciplinaridad de nuestra profesión con otras disciplinas. El pensar filosófico de la Enfermería, de donde saqué algunas frases que me resultaron muy interesantes:
“Siéntate y piensa tu vida”
“Es importante la amplitud de la mirada de la filosofía enfermera sobre el cuidar y quienes cuidan”
“No pasar nada por alto”
“La renuncia al esfuerzo de seguir siendo sumisos”
“El esfuerzo de la filosofía enfermera para cuidar todo el pensamiento y pensar en todo el cuidado”

También se organizaron una gran cantidad de comunicaciones, las cuales fueron muy interesantes y de temas muy variados así como provenientes tanto desde distintos puntos de nuestro país, como del otro lado del charco, Brasil, México, Chile, Cuba, Colombia, Uruguay y Portugal. Fue una delicia ver como a pesar de todos los kilómetros que nos separan, nuestras preocupaciones son las mismas, nuestros problemas parecidos e iguales en muchos casos, a mi parecer esta mezcla de culturas e ideas enriqueció enormemente el simposio.

De igual forma se proyectaron un gran número de pósteres, a lo largo de los dos días.
Tuvimos el privilegio de ver la presentación del corto “Cómo escribir en el agua” de Andrés Seara, el cual me pareció una manera fabulosa de expresar como influyeron las ATS en que hoy nosotros tengamos la posibilidad de poder ser graduados en Enfermería. Y vimos el trailer de la película «Luz de Soledad», que describe la vida y la obra de esta sierva de María.

También hubo a lo largo de los tres días, una exposición de antiguos trajes de enfermera, que venían desde Brasil, entre los que pudimos ver el de Florence Nightingale.
Como conclusión de haber acudido a este simposio diré, que a pesar de que allí se trataron temas muy específicos, de los que aún no entiendo mucho y que algunas veces me costó entender, fue una actividad de lo más enriquecedora para mí. Me llevé muchas cosas aprendidas, a parte de toda la información que allí se dio, que me serán de gran utilidad para mi paso por la universidad, mi futura profesión de enfermera y la vida en general. Ya sé cómo se presenta una comunicación y un póster, cómo se realiza un debate después de exponer un tema. En definitiva cómo funciona un simposio, lo cual no tenemos la oportunidad de ver todos los días.

Termino animando a todos mis compañeros y todo el que lea esta publicación, a no dejar de ir a este tipo de actos, que sin duda son de gran interés, y en los que no solo se aprende de los temas sobre los que se habla; y dando las gracias por dejarnos participar en él.

GALERIA FOTOGRAFICA DE LA VISITA GUIADA POR LA GRANADA HOSPITALARIA

 GALERIA FOTOGRAFICA DEL EVENTO

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Relatos premiados en el certamen literario “La mejor enfermera”

Ver fallo del jurado en https://index-f.com/gomeres/?p=985

 Relato premiado

“Al intimar”, por José Manuel Gómez Vega (Torrejón de Ardoz, Madrid)

 «I’m just a nurse. I just make the difference between life and death». Suzanne Gordon

 Te sentiste poseída por un odio visceral, tribal, cada una de tus células gritaba venganza. Nadie sospecharía nada, bastaría una almohada.

Era un viejo de ojos brillantes y gesto adusto. Una compañera te había dicho que fue rentista, «de los que viven del cuento». Acomodaste su almohada y quisiste leer unas gracias en el leve estiramiento de sus agrietados labios. Al cabo de unos días ya te habías acostumbrado a tu primer trabajo. También a su mirada. Nunca recibía visitas.

Apreciabas que cerrase los ojos cuando, con la ayuda de un colega, lo lavabas, que no te mirase mientras recorrías su piel de odre con una toalla húmeda. Parecía que tuviese los huesos pegados a la piel. No obstante, debía de haber sido un hombre fuerte, uno de esos morenos de ojos claros penetrantes. Tu colega debió notar un esmero especial, porque al terminar te aconsejó que no te encariñaras, «estos no duran mucho» dijo, y tú te sobresaltaste al pensar que el viejo lo hubiese podido escuchar. Regresaste para cubrirlo y componerle el embozo, dejando sus brazos por fuera, como a él le gustaba, y sentiste el roce áspero de su mano sobre la tuya. Seguramente quiso decir que ya lo sabía.

Desde entonces le permitías rechazar el puré o el yogurt. Pensabas que bastante tenía el pobre con morirse como para incordiarlo con la comida. En su taquilla apenas había nada: un elegante traje de alpaca, un par de libros en alemán, una caja de puros… Te giraste con la caja en las manos para amonestarlo con una sonrisa cómplice y él comenzó a gemir con ambas manos extendidas hacia ti. Al abrirla descubriste que contenía fotografías, todas en blanco y negro.

Así comenzó una agradable rutina, tú te sentabas sobre la cama, con las caderas próximas a sus costillas, y empezabas a mostrarle las fotografías. El viejo balbuceaba, trataba de explicarse. A veces se le escapaba una lágrima, otras una sonrisa. Eran fotos de ciudades irreconocibles, quizá centroeuropeas. En algunas, las menos, aparecían personas posando solemnemente. Se emocionaba tanto que apenas podíais ver unas pocas; no obstante, todos los días se revolvía incómodo hasta que te sentabas junto a él con la caja de puros. Sospechaste que al viejo seguían gustándole las mujeres, porque su mano derecha cada vez se posaba con menor disimulo sobre tus caderas o muslo. No querías pensar que esa fuese su intención, aunque tampoco te hubiese importado saber que con esos leves roces le proporcionabas un pequeño alivio a su sufrimiento.

Una tarde, tras la cuarta o quinta fotografía, apareció el primer uniforme. Sin atender a sus gesticulaciones, comenzaste a pasar las fotos sin mostrárselas. No te fue difícil reconocerlo; efectivamente, había sido un hombre atractivo, pero también un oficial de las SS. Apartaste su garra de tu muslo, te pusiste en pie y lo contemplaste con profundo desprecio. Sin duda ignoraba que eras descendiente de judíos exilados, que tus abuelos desaparecieron en un campo de exterminio de Polonia.

Pasaste esa noche en vilo.

El viejo lo supo, lo adivinó en tu mirada. Contemplaste sus ojos despavoridos y colocaste la almohada… bajo su espalda. ¿Qué había sido de tu odio? Nada, se evaporó en un vacío abisal. Al intimar con la muerte sentiste un asombro inmenso, una orfandad radical, una soledad infinita que ya no te abandonaría nunca. Un instante después comenzó su agonía, la del cuerpo.

Accésit

La mejor enfermera”, por Paula García Quirós (Cúllar Vega, Granada).

Tengo una teoría. Todas las profesiones tienen un olor. La mía huele a sonrisas. Mucha gente dice que mi profesión huele a hospital, a anestesia, a suero, yo, a pesar de todo eso sigo firme en mi idea de que huele a sonrisas.  Soy la calma antes de una operación, soy la mirada cómplice tras las malas noticias, soy madre e hija, soy la confidente e incluso la consejera, soy un “no va a doler nada, lo prometo”, en resumen, soy enfermera.

El día que conocí a Arón era lunes. Llovía y hacía sol por lo que el arcoíris era grande y nítido. Había ajetreo en el hospital y como casi siempre cada uno intentaba hacer su trabajo de la manera más eficaz posible. De repente oí una voz que venía de la habitación 125.

-Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta. Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta. Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta. Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta…

Cuando entré había un niño sentado en la cama. Tendría unos ocho años y la sonrisa más brillante que había visto nunca. Sus ojos brillaban tanto que le daban color y brillo a toda su cara, una cara marcada por los tratamientos y las operaciones.

-¿El arcoíris se puede tocar?- me preguntó.

– No se puede tocar, cariño. ¿Cómo te llamas?

-Me llamo Arón y tengo ocho años casi nueve y mis padres dicen que estoy aquí porque tengo que estar, pero yo quiero tocar el arcoíris.

Hablamos durante media hora y seguí trabajando. Miré su historial cuando tuve un rato. Arón, ocho años (casi nueve), leucemia desde hacía dos años, necesitaba un trasplante para sobrevivir.

Al día siguiente volví a hablar con Arón, y así todos los días hasta que Arón cumplió nueve años. Ese día le montamos una fiesta en su habitación y la llenamos de arcoíris, de tartas, de cupcakes y de batidos de chocolate. Cuando todo el mundo se fue, me quedé con él.

-¿Sabes qué? De mayor quiero ser trabajar en lo que tú.

-¿Quieres ser enfermero? ¿Por qué?

-Porque no me gusta el olor a fuego de los bomberos, ni el olor a luna de los astronautas, ni el olor a tiza de los profesores, me gusta el olor a sonrisas.

-¿Los enfermeros olemos a sonrisas?

Y no hizo falta respuesta, Arón sonrió de una manera que iluminó la habitación.

Las semanas siguientes fueron duras, Arón estaba débil y cada día más grave. Su trasplante no llegaba y su sonrisa iba perdiendo luz. Decidí que había que hacer algo y hablé con sus padres y pusimos en marcha toda una campaña para conseguir esa donación. “No dejes que se apague el arcoíris”. Dimos charlas para concienciar de la importancia de las donaciones de médula e incluso Arón fue participante en algunas de ellas. Muchas personas se hicieron la prueba pero no encontrábamos a la persona compatible. Estuvimos un mes con la campaña y cuando creíamos que no encontraríamos apareció la persona compatible.

Cuando Arón recuperó su sonrisa (una incluso más bonita, más brillante y más grande) ya tenía nueve años casi diez. Era miércoles y llovía y hacía sol, y el arcoíris volvió a salir brillante y nítido.

Y eso es lo bonito de ser lo que yo soy y de hacer lo que yo hago. Que por mucha lluvia que haya, los enfermeros somos sol, y podemos convertir a nuestros pacientes en arcoíris.

 

Mención especial del jurado

Sonreír, amar y seguir”, por Yolanda Sánchez Espinosa (Barcelona).

Aleeee, Alessane… creo que no me entiende, ¿en qué idioma habla?

Le explicaré que es de noche.

−Hola, es de noche, ahora no pueden venir los traductores, menos las estrellas y los ángeles de la guarda todos duermen.

Mis intentos por explicarle eran fallidos porque su cara me mostraba que no entendía nada.

−Esa app con altavoz nos ayudará a intercambiar una fluida conversación en francés.

−¿Vous devez parler ici? Habla aquí que traducirá y podrás decirme si tienes dolor.

−¿Et je peux voir les dessins? −Siiii, podrás ver dibujos.

−¡J’ai peur! −¿Por qué tienes miedo?

−Je suis seul – no estás solo, me quedaré contigo, seré tu ángel de la guarda ¿te parece bien? Asintió con la cabeza afirmativo y parecía conformarse con poco.

−¿Donne-moi ta main pour sommeil? te daré la mano para dormir.

Parecía que poco a poco nos ganábamos la confianza y era importante, desaparecían los miedos y el confort le permitía descansar, era mi objetivo y lo estaba consiguiendo, casi tenía yo más ganas que su mano se entrelazara con mis dedos.

−Ale, somos un equipo y tenemos que chocar los cinco… Give me the five! Hacíamos un choque cómplice a lo rapero a modo protocolo con un guiño de ojo extra, me costó que entendiera la palmada y el golpe de nudillos que era a modo colegas cariñoso, pero luego ya formaba parte del ritual nocturno.

No entendía la cultura y no entendía por qué lo habían sacado de allí y estaba encerrado.

−Ale, puedes pedirme lo que tú quieras, puedo concederte el deseo especial de las dos de la madrugada.

−Yo solo deseo estar con mis amigos en la playa.

−Ale, voy a compartir un secreto, has de cerrar los ojos…

Ilusionado, entretenido y esperando con una sonrisa pícara, me daba tiempo a colocar mi Ipad con fotos de Costa improvisado con su canción “papatoui”.

Un, dos, tres… YA… puedes abrirlos.

Sus enormes ojos se inundaban de lágrimas, lloraba de felicidad y nostalgia, justo en ese momento era consciente que con poco se podía hacer feliz a un niño.

−Ale, ¡mira! somos un equipo, y ves que ella lleva un fonendo colgado, ella es la jefa, es como el árbitro en un partido de fútbol.

Pasamos de las lágrimas a las risas y en eso consistía cada noche, cuidarlo y encontrar el confort, concederle un deseo en el que trasladarnos a un lugar especial nos proporcionara felicidad, unas noches nos íbamos a la playa, otras cogíamos cocos, era difícil a veces intentar que el suero que colgaba no se cayera de verdad.

Poco a poco nos costaba más coger los cocos y el dolor era inaguantable y aquella noche ya no pude disfrutar más de esos enormes ojos y de la sonrisa pícara magnificada por sus rasgos, esa máquina respiraba por él y todos esos tubos eran para curarlo.

Recibí la llamada de la adjunta de la guardia de esa noche…

− Yolanda, has de cursar analítica completa, está sangrando mucho, pasaremos un concentrado y volumen.

Fue entonces cuando mis ojos se inundaban de lágrimas, Costa de Marfil no te iba a ver crecer, las olas ya no podrían acariciar tu oscura piel.

Podía llorar porque se había ido, podía sonreír porque ha vivido, podía cerrar los ojos y rezar para que volviera, mi corazón podía estar vacío porque no lo habíamos conseguido o lleno del amor que compartimos, puedo llorar y cerrar mi mente, pero puedo hacer lo que a ti te gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

Mención especial del jurado

Sí quiero”, por Ester Fernández Morell (Dilar, Granada).

Los niños tienen una capacidad innata; son desde el momento en el que nacen arquitectos, payasos, psicólogos, enfermeros, ángeles… saben adaptar cada capacidad a su momento y cuando crees que como enfermera lo tienes todo controlado, te mandan ese mensaje que llevan tiempo intentando descifrar y que al fin consiguen descubrir.

Estudiando en la Escuela de Enfermería nos hablaban a menudo de la famosa “empatía”; pero esa definición ̶̶ “Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro” ̶ no consigue abarcar lo que la palabra en si quiere expresar.

Aquella cualidad que debía acompañarnos durante toda nuestra trayectoria profesional (no de la mano ni junto a nosotros, sino en nuestras manos, dentro de nosotros) parecía entonces algo inabarcable, algo que yo como enfermera distaba mucho de conseguir. Sin embargo, cuando tienes a la persona ahí delante, sufriendo… puedes ser dos cosas: un humano que también sufre y quiere comprender, o un ser inhumano que cumple su trabajo pero considera que acercarse emocionalmente al otro va más allá de sus obligaciones. Hasta ahora creo no haber sido transmutada.

Fue una niña quien me enseñó, sin querer, que con ellos no pueden marcarse barreras porque si haces tu trabajo con alma y ternura, los niños, simplemente, las derriban. Cuando la conocí era una niña débil pero con el fuerte carácter que le había impuesto una enfermedad crónica y una familia difícil. Cada analítica era un grito de guerra, cada aerosol una lucha, y cada intento de “empatizar” un insulto hacia cualquiera que hiciera acto de presencia en su habitación. Pero no puedo juzgar el sufrimiento de una niña de 8 años con una mala evolución de la enfermedad, su eterna compañera.

Durante algo más de un año fuimos encontrándonos en los diferentes servicios del hospital. Y, esta vez, la barrera no solo la marqué yo. Fue ella la primera que la edificó, con su carácter, y la que más tarde la derribó cuando yo ya había construido la mía.

Llevaba un mes en la Unidad de Cuidados Intensivos por un deterioro rápido, progresivo y claro, que abrazaba muy levemente la esperanza. Tras tranquilizarla después de uno de sus arranques de ira, mientras ella luchaba por respirar y relajarse y yo acariciaba su mano, me miró, se retiró suavemente la mascarilla y me dijo: “Ester, he estado pensando… ¿quieres ser mi hermana mayor?”.

Una pregunta tan clara, tan franca, que derribó esa pequeña hilera de ladrillos que todavía podía quedar y me hizo ver que era así como yo quería seguir trabajando, que la mejor enfermera no se rige por el número de personas que has salvado sino por aquellas que te han salvado a ti.

Mención especial del jurado

Teresa”, por Inés Mª Barrio Cantalejo (Granada).

Voy de copiloto. Teresa, mi compañera, enfermera como yo, insiste en que me siente delante. Está convencida de que mi rudimentario francés es mejor que el suyo. Se ha colado en el asiento de atrás sin darme tiempo a reaccionar. El tapizado del asiento que ocupo es de pelo artificial, largo y despeinado. Debemos estar a unos cuarenta y cinco grados y, con la intensa humedad ambiental, me siento como una gamba blanca de Huelva en plena ebullición, antes de llegar a una mesa de selectos comensales.

Allá donde apoyo mi brazo se queda pegado, no solo por la humedad del entorno, sino por la composición química indefinida de la sustancia que cubre el interior del vehículo. Imperceptible a simple vista, en contacto con mi cuerpo sudoroso, se convierte en un mucílago fluido que forma frágiles hilillos cuando levanto mi brazo.

He conocido a Teresa hace dos días. Ha llegado cuando llevo siete días adaptándome al bochorno de la estación camerunesa de lluvias. Me dicen que la lluvia está acabando para dar paso a la estación seca. No sé en qué se nota: la noche pasada la fuerza del agua bramó entre los mangos de la casa de los cooperantes. Golpeó con tal brutalidad el tejado que yo no era capaz de oír la radio ni con mis auriculares encajados en el oído medio. La víspera me había caído encima un escarabajo Hércules. No me asustó el aspecto fiero del coleóptero que anuncia el fin de las lluvias. Me sobrecogió sobre todo la perspectiva de abrirme tan poco heroicamente la cabeza, cuando aún no he empezado con las proezas que pienso acometer en mi primera experiencia de cooperación.

Teresa es una cooperante experimentada. Tiene una seguridad tan grande como su humildad. Sus movimientos, como sus palabras, son lentos, cadenciosos, dejando siempre una puerta abierta a quien quiera cuestionar lo que dice o hace. Si la docilidad de la firmeza o el rigor de la mansedumbre son oxímoron, esta contradicción forma parte del encanto de Teresa. Firme, ecuánime, rigurosa, inalterable. Cuatro adjetivos que, en condiciones normales, no podrían ir en la frase que a continuación define a alguien como mansa, dócil, adaptable y conciliadora. Pero Teresa no es normal. Es extraordinaria como persona e íntegra como enfermera.

Teresa no tiene casi tiempo de conocer la misión que nos han encomendado y que vamos a desarrollar juntas los próximos meses. Yo no puedo frenar la curiosidad de asomarme al maletín que ha dejado entreabierto con la confiada despreocupación que rezuman todos sus gestos. Su tamaño nada tiene que ver con el mío, al que también llamo maletín, pero que tendría que llamar baúl. Carteles coloridos con dibujos naíf sobre lactancia materna e higiene sexual, frascos con lejía, cuentagotas, pastillas de jabón, cuadernos y rotuladores en el maletín de Teresa. Esfigmomanómetro, otoscopio, glucómetro, oftalmoscopio, fonendo y un diapasón en el mío.

Tras cinco horas en todoterreno, llegamos a la chefferie Makovika, en el corazón de la selva. Nuestras miradas se dirigen simultáneamente al grupo de mujeres que lavan platos y cacerolas en la balsa de agua turbia donde chapotean pequeños cachorros caninos. Una joven madre de turgentes pechos da un biberón a un recién nacido. Unos niños juegan con una naranja que, tras rodar por el suelo, recibe ávidos mordiscos de distintas bocas, hasta que desaparece dejando pegotes de zumo en todas las manos infantiles.

Mientras Teresa agradece al chófer sus servicios con las singulares tres aproximaciones de pecho, me hago la olvidadiza y no cojo mi maletín. Las dos miramos alejarse el coche que dentro tres meses volverá para recogernos.

Mención especial del jurado

Ya estás aquí ya te oigo”, por Mª Luisa Ibáñez Elías (Sant Cugat del Vallés, Barcelona).

Ya estás aquí ya te oigo, el espacio se llena de paz, tranquilidad y saber hacer. El parte es intenso y curioso, vaya cosas os contáis, en la vida hubiera imaginado todo lo que se puede extraer de la vida de una persona tanto físicamente como emocionalmente con solo estar. Bueno eso es lo que me parece a mí, no solo estáis si no que veis y leéis entre líneas lo que nos afecta, lo que nos entristece, en definitiva todo aquello que no nos va bien para nuestra recuperación.

En algún momento te acercarás a mi cama, me dirás buenas noches y me preguntarás cómo he pasado todas estas horas en que tú me has perdido de vista y ahí empezaremos nuestra conversación, me dirás que mi mujer y mis hijos son encantadores, que me quieren y que solo están esperando que me recupere para poder llevarme a casa y así poder seguir con la vida que dejamos aparcada hace algún tiempo, filosofaremos sobre la enfermedad, lo injusta que es la vida a veces con algunas personas y lo poco que apreciamos todo lo que tenemos antes de perderlo, en fin, todas esas cosas que siempre decimos cuando le vemos las orejas al lobo pero nunca nos paramos a pensarlas de verdad en los momentos en que nos quejamos ante cualquier cosa que nos acontezca por nimia que sea.

Me asearás con esa delicadeza que te caracteriza, con ese mimo como si fuera algo tuyo, el masaje en las piernas y en los brazos ¿cómo está esa sonda que nos da tanto trabajo? de paso me explicarás cómo le han ido esas dichosas notas a tu hija, que tu madre se ha peleado con ella, que quiere salir el sábado y que a ti eso te apabulla, que no sabes qué tienes que hacer y todas esas cosas que al ser humano nos parecen tan y tan importantes.

Hoy a media noche después de haberme dado la vuelta y masajeado la espalda, después de ponerme la medicación, he oído cómo hablabas con tu compañera, le explicabas entre sollozos que tu marido te ha dejado hace dos meses, que no sabes nada de él, que tu hija te pregunta y no sabes qué responderle, que la hipoteca llega todos los días uno y con solo tu sueldo no puedes, y que por las noches cuando nadie te ve lloras pues no sabes dónde te has equivocado ni qué vas a hacer para salir airosa. Me he quedado de piedra, dos meses pasando por eso y sigues llegando con tu sonrisa, tu humanidad, preocupándote por todo y por todos, dando ánimos a las familias y a nosotros a fin de que entre todos podamos salir adelante. Admirable, esa es la palabra que te define, tu profesionalidad está por encima de cualquier duda, al entrar aquí dejas de lado todo lo que te inquieta y asumes el papel del que cuida, del que calma como si emocionalmente tú lo tuvieras todo cubierto, qué capacidad para separar, para seguir haciendo tu trabajo con la excelencia que os caracteriza, ya llorarás mañana con el café con leche de antes de acostarte, mientras tanto, lo importante somos nosotros, nuestro bienestar y confort.

Al despedirte hoy me has dado un apretón en el brazo y me has susurrado “suerte”, sabes que hoy me lo juego todo a una carta, no puedo expresarte todo lo que siento, solo me gustaría poderte dar las gracias por tu trato y humanidad, quizá mañana salga del coma y pueda ver tus ojos y pueda decirte que en adelante estaré yo contigo.

Mención especial del jurado

-“La mejor enfermera”, por Araceli Jiménez Lara (Churriana de la Vega, Granada).

Miedo. En su interior coexistían sus recuerdos y el monstruo que se alimentaba de ellos. Su mente se escondía, aterrorizada, ante la destrucción causada.

El alzhéimer lo estaba devorando. Desde dentro, no cesaba la lucha interna.

Estaba perdiendo todo lo que él era.

Quedando relegado a la imperfecta inexistencia.

Comenzó teniendo despistes frecuentes, imperceptibles para los demás.

Progresivamente se fueron manifestando: olvido de fechas, palabras, nombres.

No reconocerse en el espejo, saludar a un extraño reflejo.

Olvidó como sonreír, como caminar, como hablar. Retorno a la infancia.

¿Cómo vivir en estas condiciones?

Había perdido la ilusión, estaba irascible, desamparado, confundido.

 

El chirrido de la puerta lo liberó de sus ensoñaciones.

Había entrado una joven enfermera, que le mostraba una sonrisa resplandeciente.

Tal era el avance de la enfermedad, que sus hijos, ya que no podían responsabilizarse, recurrieron a una residencia.

Derek reconoció en aquella joven algo muy familiar.

El sonido de su voz le evocaba sensaciones del pasado, su amabilidad,

su trato tan cercano… Algo se despertaba en su interior.

Desprendía confianza, seguridad en sí misma, humildad.

La miraba con ojos extasiados, fulgurantes.

Quería que le siguiese hablando, que la melodía generada por sus cuerdas vocales pudiese despejar esa bruma oscura que ocultaba su memoria.

En Noruega estaban empezando a experimentar con la musicoterapia.

Helena, sin saberlo, estaba realizando una técnica similar con la armonía de su canto. Revisó sus constantes vitales y se despidió de él, sin esperar una respuesta a cambio.

 

Ella era hija de una enfermera española, que, al igual que su madre, había solicitado trabajo en Noruega para adquirir experiencia y poder desarrollar sus habilidades, adquiridas tras cuatro arduos años de carrera.

También, y no menos importante, para satisfacer un deseo oculto en lo más recóndito de su corazón, solo compartido con su madre, antes de fallecer.

Necesitaba encajar la pieza que faltaba en su vida.

Helena continuó visitando a diario a Derek, cuidándolo con infinito cariño.

Con todos los pacientes se armaba de valor y paciencia, intentaba potenciar el autocuidado (según el estadio de la enfermedad en que se encontraban), les daba conversación, los comprendía y apoyaba.

 

Pero con Derek era incapaz de mantener el mismo trato.

Él conseguía que se duplicasen sus cualidades.

Se sentía una ‘súper enfermera’ a su lado.

Aunque a veces la implicación sentimental la sobrepasaba.

Había crecido aceptando la ausencia de una figura paternal, siempre preguntándose cómo sería tener un padre.

Poder subirse a sus protectores hombros e imaginar que estaba más cerca de tocar el cielo. Ahora se había materializado ante sus ojos ese deseo invisible que la había acompañado siempre.

Lo más difícil para ella era no poder decirle lo feliz que la hacía aquel reencuentro.

Derek sentía, por su parte, una catarsis interna.

La visita de Helena era un bálsamo para su desolación y aislamiento. Sólo podía expresarse con sus ojos, que eran la única vía de comunicación con el exterior.

 

Cada vez iba a peor. Sus órganos se estaban deteriorando vertiginosamente.

Un día Helena entró a su habitación y encontró una inmaculada blancura donde antes había estado su cuerpo.

Derek había fallecido.

Sorpresa y negación, posteriormente una prolongada depresión.

Vivió el tan estudiado duelo en su propia piel.

Pasado un tiempo, decidió visitar su tumba y dejarle una gardenia blanca,

símbolo del secreto que no le había confesado. Le ayudó a aceptar su ausencia.

 

Tras superarlo, se prometió ser la mejor enfermera, competir consigo misma, aprender de sus pacientes. Cada enfermo necesitaba un cuidado personalizado.

Investigar sobre esta devastadora enfermedad, proyectar toda la empatía, humanidad y solidaridad que colmaban su corazón.

Mención especial del jurado

Al límite del abismo”, por Amelia Sanz (Guadalajara).

El proponer en casa mi decisión de ser enfermera, tomó por sorpresa a toda la familia pero fue aceptada con agrado. Tan solo hubo una persona que con todo el cariño del mundo trató de disuadirme.

-Pero hija, con lo joven que eres, todo el día con enfermos. ¡Tiene que ser muy triste!- Era mi abuela. Pura generosidad, puesto que al verse mayor bien pudo pensar: -¡Qué bien ya tengo quien me cuide! Pero no… siempre mirando por el bienestar de todos cuantos la rodeaban antes que por ella misma.

No había por entonces en mi ciudad, por lo que comencé mis estudios en la capital. Y allá fui, a estudiar Enfermería. Era la primera vez que me separaba de mi familia y es cierto que confluían en mí dos sentimientos ambivalentes: las ganas de volar del nido y explorar la vida pero también el miedo a lo desconocido.

Son muchas las vivencias en esta bonita profesión que se presentan a lo largo de la vida laboral. Unas terribles, que dejan huella indeleble. Otras tan humanas que te acercan a las personas aún sin quererlo. Otras contienen su chispilla de humor. Y muchas veces son tan tiernas que se meten el corazón y allí se guardan por siempre… lo principal es saber dar ese trato profesional y humano que a nosotros nos gustaría que nos diesen estando al otro lado de la barrera.

Uno de mis primeros destinos, siendo alumna, fue la planta de pediatría y por siempre recordaré a ese chiquillo de once años, atado a la cama lleno de tubos por todas partes, pero con la sonrisa en los labios. Unos labios cianóticos por esa falta de oxígeno que apenas tenían fuerza para abrirse a la hora de comer. Padecía una enfermedad cardiaca degenerativa y estaba a la espera de un trasplante.

A los pocos días llegó el anhelado corazón, compatible con él y a quirófano fue con gran esperanza y la sonrisa más bonita que jamás vi.

Pocos minutos después le veíamos a través de “la campana”. Allá abajo, en la camilla de quirófano, apenas un niño con el coraje del más grande de los hombres y su sonrisa impertérrita, contestando a todos tímidamente. Envuelto en mil paños verdes, rodeado de mil tubos y aparatos, preparada la extracorpórea y todo el instrumental preciso para tan delicada intervención.

Una multitud de personal, médicos, enfermeras, auxiliares, celadores… cada uno en el puesto correspondiente, pendiente de su trabajo con la mayor coordinación para que todo fuese un éxito.

Desde arriba se veía el trasiego de aquella sala donde un niño se debatía entre la vida y la muerte. Donde todo el equipo trabajaba sin descanso para lograr salvar esa vida que de otro modo estaba condenada.

Muchas horas pasaron y yo pegada al cristal de la campana sin pestañear apenas. Era la primera intervención a la que asistía como espectadora y quedé impactada por la dificultad que entrañaba, por la coordinación de todo el equipo, por ver cómo puede cambiar la vida de una persona en un instante.

Fueron muchas horas de trabajo intenso que tuvieron la recompensa de devolver la vida a un chiquillo que apenas había gozado de ella.

Pasaron las críticas 48 horas tras la intervención y aquel niño iba mejorando cada día. Poco a poco el color volvió a sus mejillas. El anterior tono violáceo tornó por el rosado lleno de vida. Se le retiraron tubos y drenajes y jugó con alegría.

No volví a verle, pero seguro hoy es un hombre con éxito que nunca olvidará el día que volvió a nacer.

Mención especial del jurado

La mejor enfermera”, por Elena Palma Ayllón (Granada).

¡Qué nervios! ¡Mañana mi primer día de trabajo oficial como enfermera! Siento el corazón golpeándome en el pecho. No puedo dormir. ¡¿Cuantas horas llevo dando vueltas en la cama?! Ni idea… Espero estar a la altura, y hacerlo bien.

Repaso mentalmente las palabras de mi madre de hace tan solo unas horas. Más de 20 años como enfermera le han valido para ganar mucha experiencia.

‘’No tienes que preocuparte, seguro que lo harás muy bien, estas más que preparada para ello.

Solo recuerda siempre lo que esta profesión significa para ti. Porqué decidiste estudiar esto.

Sabes que no es un trabajo cualquiera, que es mucho más. Necesitas esa vocación y pasión que le pones al hacer las cosas que amas. Sabes el sacrificio que supone y que no debes de perder nunca el entusiasmo de seguir aprendiendo y mejorar.

Sabes que cuidar, no es solo un verbo, ni tampoco significa solo colocar vendas y pinchar, sino que deberás dar siempre lo mejor de ti a tus pacientes, saber calmar sus miedos, dar esperanza, cariño… Es ahí cuando comprenderás el valor que tienen las palabras. La tranquilidad que da saber que tendrás a alguien disponible para cuando lo necesites.

Verás también la importancia de la amabilidad, como una sonrisa, y el saber escuchar, ayudan más que cualquier tranquilizante.

Aprenderás a respetar la dignidad de las personas, tanto en vida como a la hora de su muerte.

Explorarás los límites de tu resistencia física y paciencia, cuando pases horas y horas sin dormir. Porque mientras muchos duermen, tú seguirás en pie.

Deberás ser fuerte psicológicamente, pues tus pacientes necesitarán que así sea. ¡Eso no quiere decir que no llores o te emociones! ¡Eres persona y te aseguro que llorarás! Pero nunca debes derrumbarte delante de ellos, porque en la gran mayoría de la ocasiones, serás uno de sus pilares de sustento. Y a pesar de toda la carga emocional que te supondrá esto, deberás aprender a dejar el trabajo fuera de casa, y seguir con tu vida, para así evitar ‘’quemarte’’. Esto es muy importante y te llevara tiempo aprenderlo.

 Te aseguro que los hospitales son el sitio donde escuchas las plegarias más sinceras.

Sabes que a mí me gusta decir que la Enfermería es arte y es ciencia, porque tus técnicas deberán ser perfectas o por lo menos que rocen la perfección, pero a su vez, deberás saber humanizarlas al máximo, haciendo así que tu paciente sufra lo más mínimo. No debes olvidar nunca que tratas con personas, no con enfermedades andantes.

Te irás dando cuenta, que a pesar de las sombras de tristeza que produce la enfermedad también suceden momentos de felicidad. Que una persona puede vivir más en una semana que en cinco años. Muchos pacientes, te enseñarán a apreciar la vida, y que los pequeños detalles y el amor son lo que finalmente tiene importancia. Acompañarás a personas que exhalen su último aliento, a la vez que acompañarás a los que lo inspiran por primera vez, observando la magia de este momento, y diciéndote que todo tu sacrificio y trabajo ha merecido la pena.

Porque no hay nada más gratificante que poder ayudarlos en esos momentos tan duros, ver su alivio, o simplemente cuando te dicen: Muchas gracias enfermera. Seguramente sea la gratitud más sincera que recibas en tu vida.

“¡Espero que te sirvan mis consejos y te conviertas en la mejor enfermera de todo el hospital! ‘’

Intento imaginarme a mi madre con su paciencia y bondad infinita, atendiendo paciente a paciente con su mejor sonrisa. Y entre pensamiento y pensamiento, me quedo finalmente profundamente dormida.

«100 años, cien palabras» Centenario del Título Universitario de Enfermería en España (1915-2015)

Este video fue realizado por el Grupo Gomeres de historia, cultura y pensamiento enfermero (formado por profesores y alumnos de 1º de Grado de Enfermería de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Granada, España, 2014-15) y la Fundación Index, con la colaboración del Centro Universitario de Enfermería San Juan de Dios de Sevilla.
Este video puede ser utilizado libremente siempre que sea con fines divulgativos, no lucrativos, y mencionando la fuente .

COMO REFERENCIAR ESTE DOCUMENTO

Amezcua, Manuel; Amezcua , María; Maldonado, Antonio; y Grupo Gomeres de Historia, Cultura y Pensamiento Enfermero. 100 años, cien palabras: Centenario del Título Universitario de Enfermera en España. Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Granada y Fundación Index. YouTube, 2/09/2015. Disponible en https://youtu.be/E1XcTy5v0WA.

100 AÑOS, CIEN PALABRAS ENFERMERAS

El principal instrumento que la enfermera tiene para el cuidado es la P A L A B R A

Por ello, cuando se cumplen 100 años de la aprobación del título de enfermera en España hacemos una llamada a profesionales, de enfermería o de otras disciplinas sanitarias, profesores y alumnos, investigadores, gestores, pacientes y ciudadanos en general, a que nos propongan palabras que se asocien al cuidado de Enfermería.

¿Cuál es la PALABRA que mejor define el buen hacer de una enfermera?

Con motivo de esta importante efemérides, queremos elaborar un mural donde perpetuemos las 100 palabras que en nuestros días se asocian al ejercicio de la Enfermería, que recojan los valores que rigen nuestra profesión, con las que nos gustaría ser identificadas las enfermeras.

Aporta tu palabra en la sección de comentarios de esta entrada y dinos por qué la has elegido. Con vuestras propuestas confeccionaremos el mural, que insertaremos progresivamente en esta web. Ya tenemos las tres primeras, las que aparecen en el Real Decreto de 1915: CONOCIMIENTO, ENFERMO, PROFESION.

MURAL 100 AÑOS, CIEN PALABRAS ENFERMERAS

Accesibilidad
Adaptación
Agradecimiento
Agujas
Antisepsia
Apósito
Asepsia
Asequible
Atención
Parto
Bebé
Bibliografía
Biopsicosocial
Ciencia
Cofia
Colaboración
Compartir
Complementariedad
Comprensión
Comunicación
Comunidad
Confianza
Congreso
Conocimiento
Consejo
Cooperación
Criterio
Cruz
Cuidados
Cuidar
Cultura
Diagnóstico
Disciplina
Diversidad
E.B.E.
Eficacia
Eficiencia

 

Empatía
Enfermera
Enfermería
Enfermo
Entorno
Entrevista
Equipo
Esfuerzo
Especialidad
Estudio
Ética
Evaluación
Evidencia
Fonendoscopio
Gestión
Guantes
Guardias
Habilidades
Historia
Hospital
Hospitalidad
Humanidad
Información
Interdisciplinar
Intervención
Investigación
Inyección
Jerarquía
Liderazgo
Manos
Mascarilla
Matrona
Medicación
Multicausal
Necesidad
Objetivos
Observación
Paciencia
Paciente
Palabra
Pastillas
Pensar
Perseverancia
Persona
Pijama
Planta
Practicas
Profesión
Proyecto
Psicología
Publicación
Responsabilidad
Revisión
Rotar
Salida
Salud
Satisfacción
Sentir
Servicio
Sinergia
Sociedad
Solidaridad
Suero
Tecnología
Trabajo en equipo
Transcultural
Trato
Turnos
Unidad
UPP
Valoración
Valores
Verdad
Vía
Zuecos

 

 

100 años del Título de Enfermera en España (1915-2015)

¡Únete a los actos conmemorativos! ¡Colabora en la difusión del hito más importante de la historia reciente de la Enfermería en España!

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Este año se conmemora uno de los más importantes hitos de la historia de la Enfermería en España, el centenario de la creación del título de Enfermera. Se hizo a propuesta de una pequeña congregación de religiosas dedicadas al cuidado de los enfermos. Las Siervas de María Ministras de los Enfermos solo pretendían legitimar las funciones desarrolladas por sus hermanas enfermeras, pero con ello lograron dar un gran impulso a la enfermería laica, que ya había comenzado su andadura académica una décadas antes en la Escuela de Enfermería de Santa Isabel de Hungría de Madrid.

Desde Gomeres hacemos una llamada a las enfermeras españolas para que conmemoren esta página señera de nuestra historia más reciente. Estamos convencidos que con ello favoreceremos nuestra identidad profesional, constituyendo una gran oportunidad para que la ciudadanía conozca y comparta los valores que marcan nuestra identidad profesional.

siervasMinisterio de Instrucción Pública y Bellas Artes
Vista la instancia presentada por la Congregación de Siervas de María, Ministras de los enfermos, solicitando que se autorice para ejercer la profesión de enfermeras a las religiosas que acrediten tener los conocimientos necesarios con arreglo al Programa que con este fin se establezca,
S.M. el Rey (q.D.g.) ha tenido a bien disponer lo siguiente:
1º. Se aprueba el adjunto Programa de los conocimientos necesarios para habilitar de enfermeras á las que lo soliciten pertenecientes ó no á comunidades religiosas…
De Real Orden lo digo a V.I. para su conocimiento y demás efectos. Dios guarde a V.I. muchos años. Madrid, 7 de mayo de 1915.
ESTEBAN COLLANTES
Señor Subsecretario de este Ministerio.
Publicado en Gaceta de Madrid, 21 de mayo de 1915.

Ver texto completo del Decreto RO-1915

¿Cómo fue la creación del título de Enfermera en España? VER HISTORIA

ACTIVIDADES CONMEMORATIVAS

Gomeres dará cuenta en esta página de todas las actividades que nos sean comunicadas por las Escuelas y Facultades de Enfermería, los colegios y asociaciones profesionales, las sociedades científicas y las instituciones de salud. Pueden dejar información en la sección de comentarios de esta entrada, así como adjuntar enlaces y materiales gráficos a mamezcuam@ugr.es

Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Granada. Los alumnos del título de Enfermería, voluntarios del grupo Gomeres (Ver componentes del equipo en Voluntariado), y la Fundación Index convocan el certamen literario «La mejor enfermera» de relatos breves que narren una situación relacionada con el cuidado de la salud en el que aparezca la figura de una enfermera o enfermero. VER

Sello de correos: Francisco Herrera Rodríguez, José E. Lasarte Calderay  y Antonio Valiente Bey han promovido desde Cádiz la emisión de este sello de correos  conmemorativo del centenario del título de Enfermera en España.

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Centro Universitario de Enfermería San Juan de Dios, Univ. de Sevilla. El día 12 de mayo celebra el centenario del reconocimiento del título de Enfermera en España con una conferencia de la historiadora Mª Elena González Iglesias, dentro de la I Jornada de Creatividad y Cuidados. Ver programa

Revista Temperamentvm de historia y pensamiento enfermero: realizará un monográfico sobre este evento, aportando artículos de tipo histórico, ensayos, repertorios bibliográficos, etc. Los interesados en colaborar pueden enviar sus propuestas a Temperamentvm.

Foro I+E II Reunión Internacional de Investigación y Educación Superior en Enfermería. Granada el 12-13 de noviembre de 2015. La Fundación Index y su Red Internacional de Centros Colaboradores, junto con el Departamento de Enfermería de la Universidad de Granada dedicará un área del evento a conmemorar el centenario del título de enfermera en España, así como los 10 años del fallecimiento de Fraçoise Collière. Más información

XIV Congreso Nacional y IX Internacional de Historia de la Enfermería. Santander, 7-9 de mayo de 2015. Este congreso, organizado por la Asociación Nacional de Investigadores de Historia de la Enfermería, está dedicado al Centenario del reconocimiento oficial de la Enfermería en España «Un siglo cuidando a la sociedad» VER

Colegio de Enfermería de Cantabria. El día 6 de mayo de 2015 se inaugurará una exposición sobre Historia de la Enfermería en el Palacete del Embarcadero de Santander, con fondos de la Fundación María Teresa Miralles. Al día siguiente en el Ayuntamiento de Santander tendrá lugar la inauguración de una placa y plaza en reconocimiento a la Profesión Enfermera.

Desde el 16 de enero hasta el 6 de febrero de 2016 exposición filatélica: «La enfermera: cuidar, enseñar y confortar», comisariada por la Fundación María Teresa Miralles, en el Gran Casino del Sardinero de la ciudad de Santander. El 27 de enero de 2016 entrega de la Medalla de Oro de la ciudad al Colegio de Enfermería de Cantabria.

Hospitales Universitarios de Málaga. El 21 de mayo se organizan las I Jornadas de Cuidados de Enfermería de Málaga, en cuyo marco tendrá lugar la ponencia «100 años de apuesta por una identidad enfermera en España», impartida por Mª Luisa Ruiz García, profesora del Departamento de Enfermería de la Universidad de Málaga, además de otras actividades.

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¿Quiénes son las Siervas de María Ministras de los Enfermos? Se trata de la congregación religiosa que promovió la aprobación del título de Enfermera en España (1915). Veamos cómo las propias Siervas explican aquel hito histórico, a través de una entrevista realizada por Carlos Alvarez Nebreda a una de ellas:

VER ENTREVISTA

Conozcamos en este video cómo es la congregación actual, que aún subsiste en España, pero que cuenta con casas en muchas otras partes del mundo. El documento nos muestra la pervivencia del modelo de enfermería cristiana que dominó durante varios siglos en la zona no reformada de la Iglesia.

Una visita al pueblo natal de San Juan de Dios en Portugal

Autor: Manuel Amezcua, profesor

Muy cerca de la ciudad de Lisboa, donde he pasado unos días estas navidades, se encuentra el pueblo de Montemor-o-Novo (Montemayor el Nuevo), que tiene la particularidad de ser el lugar de nacimiento de San Juan de Dios. Como hemos dedicado nuestras últimas visitas pedagógicas en Granada a este personaje, aproveché la oportunidad de pasar por allí y detenerme para conocer el lugar donde se encontraba la casa donde vivió su infancia Juan Ciudad, que hoy es una iglesia parroquial, la principal de la villa. Era una  mañana brumosa de finales de diciembre, poco proclive a la fotografía, pero aquí cuento mis impresiones sobre el lugar con una galería fotográfica de los lugares más singulares de este precioso pueblo portugués.

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Se llega a Montemor o Novo a través de la autopista que enlaza la ciudad de Badajoz con Lisboa, pasado Evora, a cuya demarcación pertenece este pueblo de unas cinco mil almas. Se encuentra en pleno corazón del Alentejo, una prolongación de Extremadura, donde abundan los vinos y las villas de fuerte sabor histórico, tan pobladas como sus verdes campos de alcornocales, que proveen la materia prima con la que los alentejamos transforman el corcho en las más increíbles artesanías. Montemor se asoma al horizonte coronada por un esbelto castillo moruno, en cuyos arrabales se desparrama el caserío, blanco como los pueblos andaluces, si no fuera por las robustas chimeneas con que son rematadas hasta las casas más humildes, según costumbre inmemorial del país.

Encontrar el Terreiro de San Joao de Deus no es difícil si pides al GPS que te coloque en el centro de la ciudad. Aparece de pronto, tras una sucesión de plazoletas y callejones empedrados, entre fachadas humedecidas por el invierno, en la soledad de una fría mañana que retiene a sus habitantes al cobijo de sus casas. La iglesia y lo que fuera antiguo convento-hospital ocupan todo un costado de la que es sin duda la plaza más grande del casco antiguo, flanqueada toda ella de nobles edificios. En el centro de la plaza se erige una escultura en bronce de San Juan de Dios, con su enfermo a cuestas, que parece vigilar con gesto trascendente a los que entran y salen de la iglesia.

Dicen que esta iglesia se edificó sobre el solar de la que fuera la casa natal de Joao Cidade, y se hizo en su honor cuando ya había llegado a Portugal su fama de santidad. Solo se puede visitar cuando hay misa, y su interior alberga una decoración barroca de gran mérito, con alusiones al santo y a la orden hospitalaria que se estableció en este lugar. Del convento-hospital quedan apenas algunos reflejos, pues cuando las desamortizaciones del siglo XIX fue suprimida la comunidad religiosa y sus bienes pasaron al Estado. Por ello hoy tiene la función de biblioteca municipal, y anteriormente la tuvo de juzgado y otras dependencias oficiales. La iglesia se salvó porque pasó a sustituir la función parroquial de la iglesia de Santa María do Bispo, en el castillo, por ello conserva la pila gótica donde fuera bautizado Juan de Dios.

El patrono de los enfermeros vivió en este lugar muy pocos años. Se cree que sus padres regentaban una posada, por lo que conocía a mucha gente que transitaba por la villa camino de la capital del reino. Dicen que no se llevaba bien con sus progenitores, por lo que un día, con solo ocho años de edad, se marchó sin decir nada con un clérigo que se alojó en su posada y que debió apiadarse del muchacho. Pasó a Castilla y el resto de la historia la conocemos bien: su infancia como pastor, su carrera militar, su llegada a Granada, su conversión y entrega al cuidado de los más pobres. También se dice que de regreso de su periplo como soldado pasó por Montemor a visitar a sus padres, pero decidió continuar su camino. No es mucho lo que se puede conocer de aquellos primeros años en el Alentejo, solo lo que nos hablen los venerables edificios. Uno de ellos que aún se conserva es la Casa da Misericordia, de exuberante portada manuelina, que ya existía junto a su casa natal, y en la que suponemos que el joven Joao entraría con frecuencia como objeto de curiosidad o juego. Quién sabe si la actividad que contempló en su interior sembró la semillita de lo que en su madurez convirtió en su gran obra: la protección y asistencia de los más desfavorecidos.

Merece la pena una visita a Montemor o Novo, aunque solo sea por conocer la autenticidad de sus ruas y largos sembrados de pequeños monumentos que su concejo ha sabido valorizar señalando con una placa explicativa sobre su historia y hazañas. Transitar por las mismas calles y empinadas cuestas, algo destartaladas ahora, que San Juan de Dios andorreó como niño, es una experiencia gratificante. Entrar en sus colmados y saborear sus quesos frescos, contemplar los ondulados horizontes alentejanos desde su imponente castillo, escuchar en sus gentes la musicalidad de las palabras que sin duda debió dejar rastro en el habla del loco de Granada. Si alguna vez camináis hacia Lisboa, haced una parada en Montemor o Novo, la tierra natal de Juan de Dios.

Una versión ampliada de esta entrada aparece publicada en 
Amezcua, Manuel. En Montemor-o-Novo, cuna del fundador de la enfermería moderna. Temperamentvm. 2019; 15:01-4. Disponible en: https://ciberindex.com/c/t/e42023

Nuevo paseo por la Granada hospitalaria de Juan de Dios

Autoras: Mª Trinidad Rodríguez Pérez y Aida Toro Ruiz, 1º A (2014/15)

La visita estuvo dirigida y diríamos que amenizada por el profesor D. Manuel Amezcua, ya que no solo nos relata la historia sino que además nos ameniza el recorrido con anécdotas de la época. Comenzamos en el zaguán y los patios del Hospital de S. Juan de Dios (S. J. de D.), que aunque aún sigue funcionando se encuentra en un estado deplorable. En las paredes se vislumbra que en otros tiempos habría bellas pinturas, ahora están todas retiradas para su restauración, solo se aprecia la parte de abajo en la cual aún se conservan bien los azulejos.

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El hospital contaba con tres patios, aunque ahora solo se pueden visitar dos ya que el tercero está habilitado para almacén y garaje.

Aunque al principio S. J. de D. comenzó su labor humanitaria llevando a los enfermos a las casas de sus bienhechores, pronto consiguió limosnas suficientes para poder alquilar una casa en la calle Lucena y montar allí su primer hospital.

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Crece su obra y en diez años más crea su segundo hospital en la cuesta de Gomérez.  Para llegar allí Juan de Dios ha de acarrear con los enfermos y superar grandes vicisitudes (el río, una gran cuesta).

Aprendimos que Juan de Dios era muy persuasivo, y que un día ante una persona que encontró muerta en la calle pidió ayuda a una autoridad y esta se la negó y él ni corto ni perezoso cogió el muerto y se lo dejó a la entrada de su casa y ante esta situación lo llamaron y consiguió el dinero del entierro y un poco más para su obra.

El recorrido está bañado de curiosidades. La torre de nuestra catedral está habitada por una familia de personas muy mayores. Originariamente eran los campaneros. Ahora las campanas se tocan pulsando un botón, pero aun así ellos continúan viviendo allí. Una enfermera va a hacer las visitas domiciliarias y ha de subir a lo alto sin ascensor, por tanto ha de subir muchísimas escaleras.

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La catedral es tan majestuosa porque en un principio fue concebida como panteón para que fuera enterrado el emperador Carlos I, pues este quería estar junto a la capilla de los Reyes católicos y sus hijos,  pero  cuando su hijo Felipe II construyo El Escorial  se lo  pensó y decidió que reposaría allí.

En cada rincón de Granada se podrían contar muchas historias de Juan de Dios pero llegado al Palacio Arzobispal, nos recreó las imágenes de Juan cuando después de haber estado en la prédica de Juan de Ávila y quedar transformado se vino a la Iglesia del Sagrario, que entonces era la mezquita transformada en catedral, y pasó tres días dentro y a partir de ahí empezó a hacer las cosas raras que ya le caracterizaron. El haciendo esas cosas y alentado por las voces de los  niños, que le dirían algo así: “tírate al agua, Juan tírate al agua”  y él cedía revolcándose en el charco, que veíamos frente a la Iglesia del Sagrario.

Aprendimos cómo algunos que no le querían se quejaron al Arzobispo Guerrero y éste le recriminó que iba a echar a perder su obra por acoger entre otros a prostitutas y Juan de Dios se puso de rodillas y le contestó que si eso era así, el primero que se tenía que ir era él. Porque él era el más indecente, y afirmó que para Dios no había clases, todo el mundo era igual (Juan de Dios se sentía el más indigno). Con estas palabras desarmó al Arzobispo y éste le dijo que continuara con su obra.

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La plaza de las Pasiegas en el siglo XIX (las pasiegas aparecen entre tenderetes ofreciendo su leche)

Nos explicó el porqué se llama la Plaza de las Pasiegas: vinieron unas mujeres del valle del Pas, de Cantabria, las pasiegas, que se las contrataban como amas de leche. Se dedicaban a dar leche a los niños de las familias ricas. Y también ofrecían sus servicios de forma mercenaria (cobrando dinero) a otras clases sociales, para ello se ponían en esta plaza, sentadas al sol y venían mujeres a requerir sus servicios. Le pagaban el dinero y las pasiegas les daban teta a los niños.

En la plaza Bib-Rambla Juan de Dios se ponía a vender haces de leña. Entonces era una plaza estilo castellano con soportales, en donde se celebraban, entre otras cosas, corridas de toros. En los pisos de arriba vivía gente pero tenían un trato con el ayuntamiento (tenían que ceder sus balcones para que se pudiera ver desde allí los toros. Esos sitios costaban un dinero que el ayuntamiento se encargaba de cobrar).

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Aprendimos el origen del nombre de la calle “Arco de las orejas”, Zacatín, Tundidores, y muchas más. En la calle Tundidores había una señora ya mayor y bien entrada en carnes  que tenía una tienda de ropa usada. Allí iba Juan de Dios con los niños “de 20 en 20” para vestirlos.

Pasamos por la entrada de la cuesta de Gomérez y nos explica que al final hay una puerta que se llama de las Granadas y un poquito antes una calle estrecha que es dónde estuvo situado el segundo hospital de Juan de Dios, y el esfuerzo tan grande que tenía que hacer para llevar a hombros los enfermos por la cuesta, hasta llegar al hospital.

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Terminamos la visita en la casa de los Pisa, que es el Museo de San Juan de Dios, en donde Don Manuel se encarga de buscarnos al mejor conocedor del edificio para que nos lo explique, que es su director Francisco Benavides.  Allí muere San Juan de Dios el 8 de marzo de 1550. La casa era propiedad de Doña Ana de Osorio, señores de Pisa. Cuando cae enfermo la señora Osorio se lo lleva a su casa para cuidarlo. La casa está llena de objetos que rebosan de historias. Don Francisco nos cuenta un poco sobre la institución de San Juan de Dios y sobre los tesoros que allí se guardan. Una institución que no está muerta sino que está en continua transformación por todas las partes del mundo. Nos muestra un documento, que Roma otorga al primer grupo de hermanos de San Juan de Dios en 1571.

Esto nos indica que su expansión fue muy rápida a pesar de que no contaba con mucho dinero. El éxito de la institución se debió a que en aquel momento la Iglesia se dedicaba a pensar en las cosas de arriba y apenas había nadie que estuviera por resolver problemas terrenales. La institución aportó una visión social pero desde dentro de la iglesia. Esto se refleja en una carta de que escribió y decía “Si supieras cuán grande es la misericordia de Dios, no dejaríais de hacer el bien”. Y a eso se dedicó durante lo que le quedó de vida.
Nos muestra el documento en el que San Juan de Dios fue nombrado patrón de los enfermos, por el Papa Pio XI, en Roma a 28 de agosto de 1930. También es patrón de los enfermeros y bomberos y se celebra el 8 de marzo.

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Vimos el libro que un hermano de San Juan de Dios, José Bueno y González, escribió y publicó en 1833 con el nombre de “Arte de la enfermería, para la asistencia teórico-práctica de los pobres enfermos que se acogen en los hospitales de la sagrada religión de nuestro padre San Juan de Dios”. Nos cuenta que se editaron dos volúmenes al mismo tiempo. El otro libro se refería a cuestiones espirituales. Esos libros los tenían guardados en los bolsillos y aunque tenían muchísimo trabajo los estudiaban entre tarea y tarea.

Y por último nos muestra la joya de la corona, el libro de registro de enfermos más antiguo que se conserva del hospital de S. Juan de Dios, “el tercer libro de registro de enfermos que se hizo en el hospital de S. J. de D. de 1566. Este libro se encuentra en la casa de los Pisa porque cuando los hermanos de S.J. de D. en la desamortización de Mendizábal salen del hospital, y el hospital se queda funcionando con personas laicas, todos sus documentos los guardaban en el edificio, en sus archivos. Hasta que se crearon los archivos históricos en las diputaciones y se llevaron allí todos los documentos. No hay constancia de porqué se llevó a la casa de Pisa pero allí está. Nos relata que en el libro se registra de los enfermos, el nombre, la fecha, las pertenencias (capa, calzas), el oficio (tundidores, espaderos, sombrerero), y si fallece le ponen una cruz. Las mujeres no se les menciona el oficio, todas son mujer de… La mujer era en esa época totalmente dependiente del hombre. También había esclavos de piel morena, aunque ya estaba abolida la esclavitud, ellos continuaron en la ciudad sirviendo a sus señores. Como curiosidad indicar que la media de edad de los enfermos era de 42 años y que de 702 enfermos solo aparecen 2 con 72 años. No aparecen los datos de su enfermedad porque no hay en esa época concepto de diagnóstico. Lo importante de este libro además de para la enfermería es que nos habla de la historia social de Granada.

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Visitamos la casa, que estaba llena de joyas tanto literarias como pictóricas, muebles de época, etc. La excursión fue inolvidable. No nos queda más que decir que darle las gracias al profesor D. Manuel Amezcua por haber dedicado la tarde del viernes a acompañarnos y hacernos revivir la historia de San Juan de Dios en Granada.

Recomendamos

Para conocer algo más sobre el origen de la Plaza de las Pasiegas VER

Mª Teresa Miralles habla de la Enfermería y la Filatelia

La Dra. Mª Teresa Miralles, profesora del Departamento de Enfermería de la Universidad de Alcalá de Henares y Directora del Museo de Historia de la Enfermería de Madrid, pronuncia una conferencia para alumnos de primero de Enfermería de la Universidad de Murcia, dentro de la asignatura de Historia de la Enfermería, cuya titular es la prof. Hernández Conesa. En su intervención habla sobre la imagen de la Enfermería en la filatelia, un campo en el que la prof. Miralles está considerada una autoridad a nivel mundial.

La Enfermería es testimoniada en sus valores profesionales y su iconografía en miles de estas pequeñas obras de arte que son los sellos. Ella nos adentra de una manera muy amena en esta forma de expresión social y nos explica cómo realiza sus estudios, claramente influenciados por la metodología panofskyana, utilizando el sello postal para explicarnos la historia de la Enfermería. Os recomiendo que visualicéis esta interesante conferencia, emitida por el canal IUM y que realicéis comentarios sobre ella.

La conferencia



El coloquio