
Un análisis reciente de Nature revela que los artículos más citados del siglo XXI no son grandes descubrimientos, sino herramientas y métodos que facilitan la investigación científica. ¿Qué nos dice esto sobre el conocimiento útil?
REFERENCIA DEL DOCUMENTO
Pearson, Helen; Ledford, Heidi; Hutson, Matthew; Van Noorden, Richard. Exclusive: the most-cited papers of the twenty-first century. Nature 2025 Apr 15; 628(8014):242–5. https://doi.org/10.1038/d41586-025-01125-9.
En un momento en que la ciencia enfrenta desafíos crecientes relacionados con la calidad, la reproducibilidad y el impacto social de sus hallazgos, un reciente análisis publicado por la revista Nature ofrece una mirada reveladora sobre cuáles son, en términos objetivos, los trabajos científicos más influyentes del siglo XXI. Bajo el título “Exclusive: the most-cited papers of the twenty-first century”, el estudio analiza los 25 artículos más citados desde el año 2000, revelando patrones que van más allá de lo esperado.
El estudio se apoya en una idea fundamental: si bien las publicaciones científicas crecen a un ritmo acelerado, solo una pequeña proporción de ellas logra dejar una huella duradera en la comunidad investigadora. Analizar cuáles son los artículos más citados no solo permite identificar qué temáticas o avances han sido esenciales, sino también qué tipo de conocimiento es más útil y reutilizable por otros investigadores. Frente a la percepción común de que los artículos más citados deben corresponder a grandes descubrimientos, esta revisión propone una visión más matizada y, en algunos sentidos, paradójica.
El artículo de Nature presta especial atención a la naturaleza, origen y uso de los artículos más citados. Pero lejos de centrarse únicamente en el número de citas como indicador aislado, el estudio pone el foco en la función que estos artículos cumplen dentro del ecosistema científico: ¿son innovaciones conceptuales? ¿Descubrimientos transformadores? ¿O más bien herramientas metodológicas que permiten avanzar en distintos campos?
Para llevar a cabo este estudio, se recurrió a la base de datos Dimensions, una de las más amplias y actualizadas en cuanto a métricas de producción científica. Se extrajeron los 25 artículos publicados a partir del año 2000 que acumulaban el mayor número de citas hasta la fecha. Posteriormente, se realizó un análisis cualitativo para determinar la temática de cada uno, su tipo de contribución (método, descubrimiento, herramienta, revisión, etc.), así como su impacto transversal en múltiples disciplinas.
Las herramientas que hacen crecer la ciencia
Uno de los hallazgos más llamativos del estudio es que los artículos más citados no son, en su mayoría, los que han protagonizado los titulares de prensa científica durante las últimas dos décadas. Descubrimientos como la edición genética con CRISPR, la detección de ondas gravitacionales, el hallazgo del bosón de Higgs o incluso los estudios sobre vacunas de ARNm, brillan por su ausencia en la lista. En su lugar, predominan trabajos metodológicos y técnicos.
El artículo más citado del siglo XXI es un trabajo de 2016 de investigadores de Microsoft que introdujo las redes neuronales residuales profundas (ResNets), una arquitectura que revolucionó el aprendizaje profundo y que posibilitó el entrenamiento de redes de hasta 150 capas. Este avance ha sido clave en aplicaciones de inteligencia artificial que van desde el reconocimiento de imágenes hasta los actuales modelos de lenguaje como ChatGPT.
También figuran entre los más citados metodologías ampliamente adoptadas como el método 2–ΔΔCₜ para el análisis de expresión génica en biología molecular, el algoritmo Random Forests en aprendizaje automático, o el artículo «Attention Is All You Need», que introdujo la arquitectura transformer hoy presente en los principales modelos de IA.
Otros trabajos destacados incluyen recursos estadísticos de referencia como GLOBOCAN (para epidemiología del cáncer) o herramientas como el software SHELX para cristalografía, lo que indica que la comunidad científica prioriza las publicaciones que le permiten operar y avanzar con mayor eficacia en su campo de estudio.
Los autores del artículo subrayan que este patrón de citación revela una verdad fundamental sobre la ciencia contemporánea: el conocimiento más influyente no siempre es el más espectacular, sino el más útil. Los métodos, herramientas y recursos que permiten a otros científicos producir nuevo conocimiento son los que acumulan mayor número de citas.
Esto no significa que los grandes descubrimientos carezcan de importancia, sino que su influencia puede estar más fragmentada o limitarse a campos específicos. En cambio, un buen método estadístico o una técnica computacional robusta puede tener un impacto transversal y sostenido en múltiples disciplinas.
Además, este enfoque ayuda a desmitificar la idea de que solo las grandes ideas originales son valiosas. En muchos casos, ofrecer a la comunidad un instrumento confiable, replicable y aplicable tiene un valor incalculable para el progreso colectivo de la ciencia.
¿Que aplicaciones prácticas encontramos en el estudio?
Reconozco que la lectura de este artículo me llevó inexorablemente a revisar mi merfil en Google Scholar para comprobar hasta qué punto se cumple en mi perfil de citas el patrón apuntado en el estudio de Nature. Y , oh! sorpresa, seis de los diez trabajos más citados de los que he producido en lo que llevamos de siglo son de tipo metodológico. Así pues, me quedo tranquilo, puedo considerarme un «autor normal».
Y es que este trabajo tiene varias implicaciones prácticas. En primer lugar, puede guiar a los investigadores a reconocer la importancia de desarrollar y compartir herramientas metodológicas robustas. También puede influir en las políticas de financiación, promoviendo la inversión en investigación aplicada y en el desarrollo de recursos técnicos.
Desde una perspectiva editorial, los resultados pueden invitar a las revistas científicas a valorar más los artículos que, aunque no revolucionen una disciplina, ofrecen soluciones prácticas o mejoras operativas a problemas comunes en investigación.
Por último, para instituciones académicas y sistemas de evaluación científica, esta revisión aporta un argumento sólido para reconsiderar qué tipo de impacto debería ser más valorado: no solo la originalidad del hallazgo, sino también su capacidad para habilitar nuevos desarrollos en otros trabajos.
Nota: para resumir este documento y la generación de la imagen que lo ilustra me he servido de la IAGen, pero los elementos críticos corresponden a mi propia autoría.