¿Ciencia ficción o realidad?

“A veces era inevitable pensar ¿estaré o no contagiada?”

María José Molina Gil
Enfermera Gestora de Casos. Sevilla.

Mi nombre es María José y actualmente trabajo como Enfermera Gestora de Casos en Lebrija y El Cuervo, pertenecientes a Sevilla Sur. El inicio de la pandemia me resulta inolvidable pues, aunque se mencionaba la existencia del COVID-19, esto en el mes de marzo de 2020 me parecía lejano a mi entorno.

En un correo que recibí durante el fin de semana (21 y 22 marzo), se me indica la necesidad de realizar visitas a las residencias de mayores y plantear un informe sobre cómo se realizaría un plan de contingencia en el caso de afectación por contagio por COVID. El lunes 23 de marzo como parte de mi actividad del día, decidí visitar a las residencias de Lebrija (dos residencias) y a la residencia de la localidad de El Cuervo. Durante el fin de semana algunos residentes habían sido hospitalizados por síntomas como fiebre y posibles neumonías, algo que en las residencias puede ser incluso frecuente. Recuerdo que en esos momentos la única protección que yo llevaba era una mascarilla quirúrgica y una bata desechable que utilicé en las tres residencias.

Tras visitar las dos residencias de Lebrija me dispuse a ir a la residencia de El Cuervo y en esta última incluso la enfermera de la residencia me comentó que una residente tenía fiebre, aunque parecía que estaba bien. Le indiqué valorar el nivel de saturación de oxígeno y estaba bajo, por lo que tras llegar al Centro de salud le comenté a su médico que la residente precisaba derivación al hospital.

No podré olvidar una llamada de la directora de la residencia de la Caridad de Lebrija estando aún en el Centro de Salud de El Cuervo, en la que me decía que varios residentes derivados al Hospital en el fin de semana eran COVID positivos. En esos momentos no podía creer lo que estaba sucediendo, una de mis residencias estaba afectada por ese virus y había residentes con clínica relacionada con COVID. Los profesionales no disponían de material de protección, estaban trabajando con mascarillas hechas de tela y con sus uniformes habituales. Esa misma tarde se planteó directamente la implantación de un plan de contingencia y se confeccionaron trajes de protección hechos con bolsas de basura.

El martes a la llegada al centro de salud de El Cuervo, me esperaban en la puerta compañeros para comunicarme que la residente con la que había tenido contacto el día anterior había dado positivo al COVID. En esos momentos comencé incluso a sentir un mareo y un malestar al pensar que tenía dos residencias afectadas por ese virus que parecía tan lejano y sin medidas de protección, sin profesionales preparados para afrontar la situación, y que había estado en contacto con una persona el día antes que tenía el virus. En esos momentos contacté con la Dirección de Enfermería de mi Área y esta a su vez con el servicio de medicina preventiva que me indicaba que mantuviera la mascarilla en todo momento y que en una semana o 10 días se me plantearía el desplazamiento al Hospital de Valme para la realización de una prueba diagnóstica (PCR).

Tras plantear un plan de contingencia aislando a los residentes que había mantenido contacto con positivos y los que tenía algún tipo de síntomas, personalmente me ocupé de la realización de pruebas PCR en las dos residencias. Esta actividad tan desconocida, conociendo que podíamos tener residentes con el virus era algo tan anormal que muchas veces parecía que la situación no era real y estaba viviendo una pesadilla de la que despertaría y volvería a la normalidad.

Lo peor para mí era mi familia. No sabía que hacer al llegar a casa, como mantenerme distanciada de todos. Recuerdo que opté por utilizar la misma botella para beber agua, el mismo vaso, ducharme al llegar a casa, apartar mi ropa, y la situación empeoró para mí al diagnosticarle días después a mi marido una estenosis aórtica severa con necesidad de intervención por cirugía cardíaca. Esta última situación ya lo complicaba todo mucho más pues se comentaba que los pacientes cardíacos eran de riesgo si se contagiaban por COVID.

En esos momentos había un gran desconocimiento, recuerdo grabar videos y enviarlos a las direcciones de las dos residencias afectadas para que los profesionales conocieran la puesta y retirada de los equipos de protección individual (EPI), medidas básicas como lavado de manos e incluso como entrar o salir de la misma residencia.

La jornada laboral no finalizaba nunca ni tardes, ni noches, ni fines de semana. Los mayores empeoraban, necesitaban trasladarse al hospital, me llamaban para comunicármelo y lo peor de todo era cuando me comunicaban los fallecimientos y los contagios. La situación la viví junto a las directoras de las dos residencias y sentí cada uno de esos contagios y fallecimientos, hasta tal punto que a veces yo misma informaba de esta situación a la directora de la residencia, pues me lo comunicaban desde el hospital.

La situación era una auténtica pesadilla, mayores que volvían de alta con el COVID a la residencia (sin estar medicalizada), solos en las ambulancias, la mayoría con deterioro cognitivo. A veces este deterioro cognitivo no permitía el aislamiento, pues salían de sus habitaciones y era casi imposible controlar los contagios.

La situación entre los profesionales no era fácil pues suponía un riesgo cualquier tipo de visita a las residencias y a veces había un volumen considerable de pruebas diagnósticas y otras para confirmar si continuaban afectados por el virus.

En la residencia me afectaba ver a tantos mayores solos en las habitaciones, sin visitas de sus familiares y resultaba difícil la realización de pruebas a mayores con deterioro cognitivo que se negaban.

Y la peor de las pesadillas, la vuelta a mi casa. Nunca pensé sentirme una amenaza para mi propia familia, por eso era como una película de ciencia ficción, vestida con ese mono, gafas, pantalla, gorro, mascarilla, etc., fumigada con agua con lejía o desinfectante antes de retirarme el equipo y con el temor de contagiar a los demás, pues a veces era inevitable pensar ¿estaré o no contagiada?

Por otra parte, me preguntaba ¿Cómo atender al resto de población diana de la gestión de caso? ¿Cómo visitar a los pacientes crónicos complejos, paliativos y a las personas cuidadoras? ¿se anulaba la consulta presencial cuando a veces las familias necesitaban mi apoyo? Ante estas preguntas que me planteaba, decidí mantener la consulta presencial para no negar el acceso a cualquier persona que necesitara mi atención en cualquier momento, sobre todo cuidadores muy sobrecargados, a pesar de que algunos compañeros no estaban totalmente de acuerdo y lo veían un riesgo, y además planteé una consulta telefónica programada. Lo más complicado para mí era atender a las residencias (ocupándome casi todo el día) y a pacientes vulnerables o paliativos, en estos casos, todas las precauciones me parecían pocas.

Esta situación, como he definido anteriormente, que no sabía si era una realidad o una película, me ha hecho ver claramente la capacidad que tenemos las enfermeras de adaptarnos a cualquier situación difícil y afrontarla con la vocación que nos caracteriza, buscando siempre los mejores cuidados para los pacientes y las personas cuidadoras.

 

Cómo citar este documento

 Molina Gil, María José. ¿Ciencia ficción o realidad? Narrativas-COVID. Coviviendo [web en Ciberindex] 05/07/2021. Disponible en: https://www.fundacionindex.com/fi/?page_id=2124

 

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1 comentario en “¿Ciencia ficción o realidad?

  1. Para mi eres una heroínas, el amor que le pones a tus enfermos y a la cuidadoras que cuidan a esos enfermos, enhorabuena

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