“Ahora, más que nunca, sabemos cuánto valen los pequeños detalles”
María Isabel Rodríguez García
Estudiante de Enfermería. Centro Universitario de Enfermería San Juan de Dios, Sevilla, España.
“Ahora, más que nunca, sabemos cuánto valen los pequeños detalles” Esta historia empezó como “algunos casos de coronavirus en China”, “bah, no llegará hasta aquí”, “seguro que no tardará mucho en controlarse”, “eso es como una gripe”, pero no. No era un simple virus, era miedo, ansiedad, cansancio, sufrimiento y muertes, muchas muertes. Al principio de todo esto, nadie podría imaginar que iba a acabar causando tanto daño, daño irreparable en muchas familias, a las que este virus les ha arrebatado sus seres más queridos. Familias que, si quiera, han tenido la oportunidad de despedirse de ellos, de poder decirles su último adiós, su último beso o simplemente acompañarlos en sus últimas horas de vida. Daño en trabajadores del sector alimentario, de transportes o de seguridad, entre otros puestos, que no han sido suspendidos durante el estado de alarma ya que su existencia era esencial para el funcionamiento del país y que han visto de un día para otro, tener que realizar turnos extremadamente agotadores, influyendo negativamente tanto en su salud física como mental. Daño a los profesionales de salud, que han invertido el máximo de su tiempo, esfuerzo y dedicación en conseguir hacer frente a esta pandemia, siendo muchos de ellos también víctimas del virus a pesar de haber salvado tantas vidas. Que han tenido que dormir fuera de sus casas para no poner en riesgo a sus familias, aprender en tiempo récord a llevar a cabo un uso correcto de los Equipos de Protección Individual, sufrir en sus propias pieles las heridas tras el continuo y largo uso de los mismos y, sobre todo, llevar consigo, en sus propias mentes, recuerdos de todas aquellas personas a las que han cuidado y que no han conseguido afrontar la enfermedad. En este preciso momento, en tiempos de pandemia, es cuando realmente he sido consciente de que, a puertas de terminar mi último año como estudiante de enfermería, estoy cien por cien segura de la profesión tan bonita que he elegido, de cuantas ganas se encuentran dentro de mí por ayudar, de cuidar a los que más lo necesitan y de ofrecer todo aquello que esté en mi para sacarles una sonrisa incluso en los momentos más difíciles.
Recuerdo mis últimas semanas de prácticas de atención primaria, cuando todos los días me levantaba de la cama pensando qué nuevas noticias iba a recibir nada más mis pies pisaran el centro de salud. Los días se llenaron de miedo, de incertidumbre y de una lluvia de nuevos protocolos en constante cambio. El ambiente estaba cargado de inseguridad y temor. Empecé a dejar todas mis cosas dentro de la consulta de enfermería, sentía miedo de llevarme nada a mi casa y que pudiera estar contagiado. Me desinfectaba constantemente las manos, lavándomelas con agua y jabón y usando excesivamente hidro alcohol. Era una obsesión por tocar lo menos posible y por supuesto, no tocarme la cara ni el pelo con las manos, a lo que tanto estaba acostumbrada. Incluso dejé de morderme las uñas de golpe, tras más de 15 años intentando hacerlo, lo conseguí sin esfuerzo ninguno a día de hoy. Fueron pasando los días hasta que, tras el notable aumento de casos positivos, una noche cenando en mi casa con mi familia recibí un mensaje en el que la universidad nos comunicaba que nuestras prácticas se suspendían.En ese instante, es cuando realmente algo dentro de mi se apagó completamente. Me encontraba en un momento en el cual la formación estaba siendo totalmente enriquecedora, mis conocimientos estaban creciendo sobre muchos aspectos y estaba teniendo la oportunidad de ver la enfermería desde un punto el cuál no había podido antes hacerlo. Tenía muchísimas ganas de realizar la guardia de 24 horas, de atender a personas en domicilios, de poder montarme en ambulancia junto a profesionales y de aprender mucho. Pero no, justo a una semana de ella, nos encontramos con que tenemos que abandonar nuestros respectivos servicios y permanecer en casa.
A fin de cuentas, hay que encontrar el lado positivo incluso de situaciones tan devastadoras como ha sido esta pandemia. Hemos tenido tiempo de reflexionar sobre actitudes, que tipo de relaciones sociales queremos en nuestras vidas, quienes queremos que formen parte de ella y quienes no, que es lo que verdaderamente nos hace felices. El poder disfrutar de nuestra familia, hacer deporte en casa, ayudar en tareas del hogar, aprender a organizarnos de manera virtual con los diferentes trabajos, exámenes y conferencias en el ámbito de los estudios, el tele trabajo y, sobre todo, saber cuidar nuestra salud mental, hacer ejercicios de relajación y disminución del estrés y ansiedad. Cuidarnos. Gracias a ella, valoramos muchísimo más la salud, la familia, las relaciones con los amigos y ante todo, la vida. Nunca es tarde para incluir en nuestro día a día unos minutos para reflexionar y valorar todo aquello que tenemos, en vez de lo que no. Debemos aprender que nuestra felicidad depende de nosotros mismos y que la salud es un pilar fundamental en la base de nuestras vidas.
Personalmente, este periodo de tiempo aislados en casa me ha ayudado a valorar pequeñas cosas que antes no les daba importancia, y las tenía como rutina. He echado de menos algo tan simple como es andar en un espacio abierto o que me diera el sol. El ir al gimnasio, salir con mis amigos o ir al cine. O abrazar a mi abuela. Ahora, más que nunca, me he dado cuenta de qué es lo que verdaderamente importa en la vida. Importa cada beso, cada abrazo, cada mirada, cada charla en un parque con los amigos y cada comida familiar en el campo. Importa todos y cada uno de los momentos, pequeños detalles que tiene la vida, que tiene vivir, y que no somos conscientes hasta que nos lo arrebatan de un día para otro. Nos damos cuenta cuando ya no podemos ver a nuestros abuelos durante meses, cuando no podemos ir a bares con los amigos y cuando las risas y momentos se quedan en familia, bajo un mismo techo. Todo esto pasará, lo estamos consiguiendo y lo conseguiremos. Aprenderemos a vivir con ello y superarlo. A ser felices y volver a disfrutar. Sin miedo.
Cómo citar este documento
Rodríguez García, Mª Isabel. Aprendiendo a valorar. Narrativas-Covid. Coviviendo [web en Ciberindex], 13/05/2020. Disponible en: https://www.fundacionindex.com/fi/?page_id=1040