Carrera de obstáculos sobre una pista de hielo.

“Este macuto que no podemos vaciar por la imposibilidad de desconectar del bicho, se manifiesta con cefalea, agotamiento…”

Lucía Sánchez Solano
Enfermera. Urgencias. España

“Y comenzamos otros mes más, ya vamos por Marzo… ¡el tiempo vuela!”…Saludando de esta manera a un compañero por el pasillo, empieza nuestro turno de doce horas. El sonido de la cafetera con el olor a café por los pasillos, el ruido de apertura y el cierre de la puerta de entrada, el bullicio de la sala de espera, el eco de la pantalla del localizador llamando a los pacientes, todo como un día normal en Urgencias. Pero esa normalidad que nunca valoramos y de la que estábamos muy mal acostumbrados, estaba llegando a su fin. Unos días más tarde, tras la declaración del estado de alarma, el silencio reinaba por los rincones de la sala de espera, aunque a veces era entorpecido por las noticias sonantes de la radio que portaba algún celador a su paso. Noticias esperadas por todos y derivadas del virus SARS-COV-2 o más conocido como Coranovirus. Silencio, resultado del miedo que se había apoderado de toda la ciudadanía en general y de los trabajadores en particular. Ahora el ruido dominaba los boxes de los pacientes respiratorios con el chirrido constante de los respiradores, monitores y bombas de perfusión. Sonidos constantes que tras casi un año después, seguimos escuchando con la misma asiduidad y los cuales queremos exterminar para siempre.

Durante todo este tiempo hemos sentido, visualizado y escuchado la resignación de compañeros, pacientes y familiares. Pero a pesar de todo, nosotros como profesionales, desde el minuto cero, hemos asumido nuestra condición de enfermera y hemos luchado cada día contra el miedo, la incertidumbre y la impotencia de una situación impuesta por el destino. Codo con codo con otros compañeros, y no sólo me refiero a los de bata blanca, sino administrativas, personal de limpieza, cuerpos de seguridad del estado, hemos intentado aplanar cada una de las curvas vividas aunque para ello, estamos participando en una carrera de obstáculos sobre una pista de hielo.

Han sido meses, días, horas y momentos muy duros y clavados en mi retina como si de un clavo se tratara. De ellos, tengo que destacar la indefensión de nuestros pacientes al entrar solos a la zona “cero” o “respiratoria”. Allí eran recepcionados por “cosas” envueltas en plástico blanco, que se movían en circunferencia de un lado hacia el otro de la cama, tocándole palos de látex por varias partes de su cuerpo y haciéndole diversas técnicas, varias de ellas cruentas. Nosotros siempre hemos intentado que el desamparo sentido por nuestros usuarios sea el menos posible. Desde luego esto ha sido y sigue siendo, uno de los varios retos de nuestro trabajo en tiempos de covid. Debido a los Equipos de Protección Individual o más conocidos como EPIs (tan necesarios), somos barreras cortantes con toda aquella persona que nos necesita. Abolimos así, toda la comunicación no verbal imprescindible para la relación y comprensión de nuestros enfermos. Por ello, nuestro afán por comunicarnos y que llegue nuestro mensaje, hace que las dificultades encontradas en el camino como lo es el uso de mascarilla, lo solventemos. Ésta, hace que nuestra voz rebote contra ella, como si un muro se tratara, atenuando y distorsionando el mensaje emitido. Menos mal que la afonía al final del turno tiene su recompensa, reto conseguido. Otros de los desafíos impuestos por la pandemia, es la incertidumbre de nuestros pacientes a la espera del resultado de la PCR. Tanto ellos como nosotros tenemos fobia a la palabra covid. Por tanto, la expectación para que la prueba concluya, es para ellos horas de completa agonía hasta escuchar el desenlace esperado: “ha salido usted negativo”. De repente, la alegría y exaltación emitida por nuestros pacientes es inexplicable, emoción que inmediatamente transmite con gritos y lágrimas a sus familiares con una llamada telefónica. Tengo que confesar, aunque ellos no lo sepan, que consiguen saltar lágrimas de nuestros ojos al mismo compás, lágrimas invisibles para los ojos de muchos.

Cambiando de tercio, no nos podemos olvidar de los “otro”, de los otros pacientes que no tienen coranovirus. Es inaceptable que la “manta” covid tape al resto de pacientes crónicos que existen, tratamos y mueren también a diario. La vida debe continuar para todos y luchar por ellos de forma equitativa. En resumidas cuentas, los profesionales sanitarios sentimos de la misma forma que el resto de humanidad y que me atrevo a resumir en tres palabras: miedo, incertidumbre e impotencia. Miedo al contagio de mis seres queridos, incertidumbre de enfrentarnos a lo desconocido e impotencias hacia aquellos que incumplen las normas. Pero, hay algo que nos hace diferentes de todos y es que cada uno de nosotros hemos vividos muchos “coronavirus”, continuos relatos y vivencias que llenan nuestra mochila. Este macuto que no podemos vaciar por la imposibilidad de desconectar del bicho, repercute indirectamente y manifestándose con cefalea, agotamiento, irritabilidad, depresión y distintos cambios de humor. Sólo me queda la esperanza, de que el esfuerzo que estamos haciendo todos no sea en balde, sino por una pronta resurrección en la despreciada normalidad.

Ya hemos comenzado Febrero…y esto no acaba… parece como si por primera vez, el tiempo se hubiera congelado.

Cómo citar este documento

Sánchez Solano, Lucía. Carrera de obstáculos sobre una pista de hielo. Narrativas-COVID. Coviviendo [web en Ciberindex] 07/02/2021. Disponible en:
 

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