Florence Nightingale no solo fue una mujer con pensamiento científico y comprometida con su tiempo, sino que además no se entendería su inmenso legado si no fuera por la gran creatividad que demostró en gestión de las adversidades a las que hizo frente. En el espacio Inspira Florence mostraremos materiales artísticos y literarios suscitados por su figura. También tú puedes aportar tus propias creaciones, ¡envíanoslas y te las publicamos!
Envía tus creaciones a: findex@ciberindex.com
Ilustraciones Nightingale
Poesía sobre Florence
Fue en el Poema de Santa Filomena, de Wadsworth Longfellow (1857), donde se inmortalizó a Nightingale como la “Dama de la lámpara”:
The wounded from the battle-plain
In dreary hospitals of pain,
The cheerless corridors,
The cold and stony floors.
Lo! in that house of misery
A lady with a lamp I see
Pass through the glimmering of gloom
And flit from room to room.
And slow, as in a dream of bliss,
The speechless sufferer turns to kiss
Her shadow, as it falls
Upon the darkening walls.
Los heridos en la batalla,
En lúgubres hospitales de dolor,
Los tristes corredores,
Los fríos suelos de piedra.
¡Mirad! En aquella casa de miseria
Veo una dama con una lámpara.
Pasa a través de las vacilantes tinieblas
Y se desliza de sala en sala.
Y lentamente, como en un suelo de alegría,
El mudo paciente se vuelve a besar
Su sombra, cuando se proyecta
En las obscuras paredes
INICIATIVA NIGHTINGALE-2010.
A Florence Nightingale
Víctor Vez Vilar,Enfermero. Noia (A Coruña), España
A las orillas del Arno
donde se enamoró Dante
de Beatriz, a ti inglesa,
Florencia dio su diamante.
Fueron manos florentinas
dedos de finos cristales,
las agujas que bordaron
la orla de tus pañales.
Florencia, Florence, Florencia!
Todo el arte de la tierra
ocupó tu mirar claro
para dar luz a Inglaterra.
Entorchados Generales,
Chambelanes, Lores, Reyes
se cegaron con tu luz,
renegaron de sus leyes.
Gentes de la vieja Europa,
ejércitos victorianos,
aprendieron de tus ojos
la bendición de tus manos.
Doblegaste su cerviz
por los siglos oxidada.
Rodilla en tierra su orgullo
te rindieron sus espadas.
Te amaban y te temían;
«una mujer entre hombres!»
Pero, ay, la peste no sabe
si la sangre tiene nombres…!
Te entregaron a la guerra
y al eco de los salones.
«Pobrecita Nightingale.
un ruiseñor de almidones».
Al sur de todas las Rusias
rescataste de la nieve
blancas palomas de escarcha,
palomas blancas, mujeres.
Mujeres de mirar duro
con duras manos de seda
que cerraban las heridas
ahítas de muerte negra.
Mandiles de sangre fresca
acariciando soldados
que traían del combate
como árboles talados.
Heridas de manganeso,
cobre, pólvora y formol,
luces mansas que morían
al pie de Sebastopol.
Por las landas de Crimea
corre sangre de Britania
irisando en rojo hielo
de los caminos de Ucrania.
Bajo las carpas de lona,
de cama en cama, el dolor
se instala en los algodones
esperando al ruiseñor.
«La lámpara de la Dama
que me ilumine, Señor;
que antes de morirme quiero
que trine mi ruiseñor».
Como un velero de alondras
«Flo» Nightingale navegaba.
«Aquí vendas, aquí éter.
aquí dos besos y agua».
«Que se nos muere el Rey Jorge,
ay, que se nos muere el Rey!
Buscadla en los barracones.
buscad dónde no haya ley».
«Que se nos muere el Rey Jorge,
ay, que se nos muere el Rey!
Que antes de morir le miren
Los ojos de Nightingale!»
Así cantan hoy los niños
jugando al corro de Park Lane.
Posada sobre la aguja
de las horas de Big Ben.
Florence, ruiseñor, sonríe
y en la lejanía un tren.
puede que vaya a la guerra
buscando a su Nightingale!
Maxi Olariaga. Noia. Mayo, 2001.
INICIATIVA NIGHTINGALE-2010
A Florence Nightingale
Diana Edith Delgado Díaz, Alumna. Unidad Académica Multidisciplinaria, Universidad Autónoma de Tamaulipas, México
Yacía yo tirado en aquel catre
en medio de lamentos y dolor
no solo con mis piernas destrozadas
además teniendo roto el corazón.
De pronto, se disipan las tinieblas
se acerca una dama presurosa
no entiendo lo que dice, no la escucho
pero al llegar mitiga la sed que hay en mi boca.
De día se le observa caminando,
de noche, no hay descanso para ella
ilumina con su andar por donde pasa
¡quien es ella! Que parece no se cansa.
Escucho susurrar un nombre,
No se, tal vez sea el de ella
Florence oigo murmurar las voces
«Florence» la señorita enfermera.
El estruendo aun resuena en mis oídos
las cicatrices me recuerdan esa guerra
pero aun conservo el aliento de vida
que me dio aquel ángel en Crimea.
Ilustraciones sobre Florence
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