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Santos y curanderos en la Casa de Cervantes

Publicado por José Espinosa de los Monteros. Noosfera 3/06/2024.

Visualizar el videoclip de la conferencia en https://funjdiaz.net/acervo-comun-videos.php?serie=15

Valladolid, España. En la emblemática Casa de Cervantes de Valladolid, dentro del ciclo “El acervo común” de la Real Academia de Bellas Artes, tuvo lugar el 31 de mayo de 2024 la conferencia titulada «Creer y curar: la medicina popular», pronunciada por el catedrático Manuel Amezcua, presidente de la Fundación Index y profesor del Departamento de Historia de la Ciencia de la Universidad de Granada. El acto reunió a un nutrido público interesado en la evolución y el sincretismo de la medicina popular a lo largo de la historia.

La presentación del conferenciante corrió a cargo del académico Joaquín Díaz, que destacó su trayectoria investigadora en el campo de la antropología, mencionando algunas de las colaboraciones que entre los años 80 y 90 realizó en la Revista de Folklore. El Dr. Amezcua por su parte inició su intervención rindiendo homenaje a Joaquín Díaz, reconocido folklorista de proyección internacional, por su amor por las tradiciones populares y su método riguroso para transformarlas en un legado cultural contemporáneo. El conferenciante reconoció la influencia que Joaquín Díaz ejerció en su abordaje de la cultura popular, asentada a través de numerosos escritos y grabaciones musicales, además de una afectuosa relación cultivada durante años.

La conferencia exploró cómo la medicina popular, lejos de ser un arcaísmo, ha demostrado una notable capacidad de adaptación y transformación cultural, integrando saberes y creencias diversas. Y, teniendo en cuenta el lugar donde tuvo lugar el acto, el conferenciante aludió a las numerosas referencias que Cervantes realiza en su obra sobre prácticas medicinales de su tiempo. Desde la hospitalera Cañizares del Coloquio de los Perros, claro exponente de la mezcla de superstición y medicina rudimentaria en la España barroca, hasta los conocimientos herbolarios de Don Quijote y las recomendaciones de su fiel escudero Sancho Panza, que ilustran la importancia de los saberes populares en el cuidado de la salud durante siglos.

Durante su conferencia, el Dr. Amezcua dedicó un apartado especial a las prácticas de curanderismo en la Sierra Sur de Jaén, destacando la figura de los «santos» populares, cuyos principales exponentes fueron el santo Aceituno, el santo Custodio y el santo Manuel. Estos personajes, venerados por su supuesta gracia divina y capacidad para realizar curaciones, jugaron un papel crucial en las comunidades rurales desde el siglo XIX hasta nuestro tiempo. Vivían en emplazamientos remotos de la Sierra Sur de Jaén y eran aceptados por consenso popular, actuando como mediadores entre lo humano y lo divino, unas veces como proveedores de milagros y las más de ellas como consejeros ante las aflicciones cotidianas de la gente. Utilizaban métodos como la imposición de manos, bendiciones, soplos e insalivación, y su influencia se perpetúa más allá de la muerte a través de la tradición oral y la devoción local, convirtiéndose sus casas y sus tumbas en centros de peregrinación.

Fruto de las vivencias personales en su incursión por el estudio de estas formas de curanderismo andaluz, el prof. Amezcua publicó su libro “La Ruta de los Milagros”, con múltiples ediciones y diversos galardones. En esta obra, su autor intenta desentrañar desde una perspectiva cultural algunas claves de esta modalidad de curandería, a medio camino entre el ejercicio de las prácticas tradicionales y un misticismo popular no exento de elementos esotéricos. A pesar de la modernización, estas figuras continúan siendo un referente para muchos, integrándose en un complejo entramado de prácticas religiosas y esotéricas que enriquecen el panorama de la medicina popular.

El Dr. Amezcua, que reconoció los peligros que supone relegar estas prácticas a posiciones marginales e incontroladas, subrayó la necesidad de superar la visión de la medicina popular como un simple vestigio del pasado. En su lugar, propuso reconocerla como un sistema en constante transformación, capaz de integrar conocimientos probados y saberes tradicionales. Ejemplos de esta integración se encuentran en la medicina doméstica y en las prácticas familiares de salud que han perdurado y evolucionado hasta nuestros días. La intervención culminó con una reflexión sobre la estructura social de la medicina popular y la coexistencia de múltiples actores en el ámbito de la salud, testimonio de la riqueza y complejidad de las prácticas de cuidado en nuestras sociedades.

Joaquín Díaz y Manuel Amezcua

Tras la conferencia se abrió un animado coloquio, en el curso del cual el conferenciante mencionó la creación de una Casa-museo de la Medicina Popular por la Fundación Index, cuya inauguración se prevé para el año próximo.  Este museo será un espacio dedicado a la preservación y divulgación de los saberes y prácticas de la medicina popular, y contará con diversas salas temáticas, talleres y un jardín medicinal. La conferencia «Creer y curar: la medicina popular» no solo ofreció una visión histórica y cultural de las prácticas médicas tradicionales, sino que también invitó a reflexionar sobre su relevancia y vigencia en la actualidad.

“No regresarán los santos, pero mucha gente seguirá encomendándose a ellos»

Manuel Amezcua, en su casa de Cabra del Santo Cristo, hace unos días

Cuando van a cumplirse veinte años de la publicación de la célebre obra “La Ruta de los Milagros”, entrevistamos a su autor, Manuel Amezcua

Juan José Montiel en Alcalá la Real Información, el 22.08.2023 Leer completo

Se cumplen veinte años de la publicación de una obra que, con el pasar del tiempo, se ha ido convirtiendo en mítica en nuestra comarca, como es “La Ruta de los Milagros”, donde dio usted testimonio de un fenómeno como el del curanderismo en la Sierra Sur. ¿Por qué surge aquí con esta fuerza, fue diferente nuestra tierra de otras partes de la España profunda? 

Gracias por la calificación, es cierto que “La Ruta de los Milagros” lleva múltiples ediciones y no parece que el interés decaiga, hasta el punto que estoy trabajando sobre una edición especial con tal motivo. El que haya personas que se dediquen al arte de curar al margen de la medicina oficial es un fenómeno social y cultural que se ha dado en todas las culturas desde tiempos inmemoriales. En Alcalá, por ejemplo, aparece testimoniada su presencia desde el siglo XV, gozando en algunos casos de un gran prestigio social, como era el caso de los “saludadores”, que eran contratados por los municipios para actuar ante plagas como la langosta o la rabia. La particularidad del modelo de curanderismo en la Sierra Sur es que su ejercicio está desempeñado por líderes populares, fuertemente anclados al territorio y con singulares connotaciones religiosas. El sincretismo es sin duda su principal hecho diferenciador, pues a las habilidades terapéuticas se une una función espiritual que explica por qué fueron considerados popularmente como verdaderos “santos”, y así les llamaron en vida y tras su muerte. En cuanto a la razón de su presencia en la zona se pueden manejar diversidad de argumentos, pero entre ellos pesan mucho las características del territorio, su secular apartamiento y la pervivencia de rasgos culturales de tipo arcaico que el sistema de creencias ha permitido que lleguen hasta nuestros días, desempeñando funciones que nos pueden parecer extemporáneas.

¿Quiénes fueron personas como el “Santo Manuel” o el “Santo Custodio”? ¿Fueron personas especiales? 

La tríada Luisico, Custodio y Manuel asentó el arquetipo de Santo-curandero de la Sierra Sur y la que logró mayor eficacia en su proyección exterior. Actuando durante un siglo, supieron mantenerse como alternativa en el abordaje de las aflicciones humanas, a la vez que se adaptaron a las necesidades cambiantes de la sociedad. Luisico Aceituno actuó principalmente en el cambio del siglo XIX al XX en su cortijo del Cerrillo del Olivo y de atender a las bestias pasó pronto a asistir a las personas. Custodio extendió el modelo asistiendo no solo males del cuerpo, sino también actuando como consejero ante las decisiones que podían comprometer la supervivencia de las familias. Y Manuel, desde su esquiva presencia, cerró el ciclo de un modelo de taumaturgo anclado en su casa-santuario que recuerda a otras formas de santería muy extendidas en otras culturas, especialmente las de tradición animista en África y en algunos entornos latinoamericanos. Todas ellas se afirman en la influencia que el líder ejerce sobre sus adeptos, que, como es el caso que nos ocupa, terminan convirtiendo sus casas en santuarios y sus tumbas en centros de peregrinación.

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