Noalejo, regreso a los Entredichos

Pregón de las fiestas patronales de Noalejo (Jaén), pronunciado el 17 de agosto de 1994 por Manuel Amezcua.

Ilustrísimas autoridades, queridas amigas y amigos

Hace ahora doscientos años que en este mismo estrado, cierto ilustrado juez venido de Granada para entender en las cuentas del cabildo, tuvo que soportar la regañina de todo el pueblo de Noalejo, incluidas mujeres y niños, que se levantaron contra él porque tuvo la ingenua idea de prohibir el que es el rito profano más sagrado de sus fiestas: los encierros de toros. Pues el vapuleado ministro chancilleril, que tuvo que poner los pies en polvorosa, me recuerda los riesgos que ha de sufrir todo forastero que pretenda conocer más de la cuenta sobre corral ajeno, que puede ser el caso de este pregonero, si no tenéis la benevolencia de soportar los pocos minutos que me han pedido que os hable como anuncio de las fiestas.

No acierto a saber el extraño desagravio que habrán maquinado estos munícipes, que años ha se decían mis amigos, para subirme a esta balconada, con el solo amparo de este San Francisco de Paula embutido en los muros capitulares, que con su gesto paciente y su mirada etérea parece incapaz de sorprenderse ya de las cosas de este mundo. Si pudiera hablarnos, cuánto nos podría contar de las ocurrencias que durante siglos a oteado desde su privilegiada peana.

Si el haber compartido con vosotros unos pocos inviernos es motivo suficiente para que merezca la pena escucharme, eso es algo que os honra a vosotros mucho más que a mí, pues pone de manifiesto la enorme generosidad con que sois capaces de acoger al forastero. Aunque, bien pensado, hay demasiadas cosas en mi corazón pertenecientes a este pueblo como para que también me sienta una parte de él.

Dicen los sabios que tras este ritual de la fiesta, la fiesta grande, la que es capaz de reunir a las familias que se desmembraron en los años de la emigración, desempeña funciones  que transcienden al simple divertimento. Y es que parece que la fiesta obliga a los hijos de Noalejo a revalidar cada año su condición de ciudadanos, independientemente de que estén en el pueblo o fuera de él. Que uno no parece del pueblo si no acude a las fiestas a correr, o ver correr, una tarde de toros, a conocer a los que han llegado al mundo en la última añada, o a renovar una súplica a la Virgen de Belén. Ahora veo, con esto de haberme requerido después de tantos años, que vosotros no sois capaces de olvidar fácilmente, que tenéis la paciencia del padre del hijo pródigo que se fue para no volver. Supongo que con ello acabáis de atar mi voluntad para que en el futuro no deje pasar los años sin venir a las fiestas.

Tengo que confesaros que aquel verano que llegué Noalejo, hace ahora casi una veintena de años, con la sana intención de iniciar el ejercicio de mi flamante profesión, no sabía del pueblo más que lo que me indicaba el mapa de carreteras. El aspecto era bien diferente: todavía el empedrado superaba al asfalto y en las calles aún circulaban más cuadrúpedos que coches. A la primera de cambio auguré no permanecer en él más de unos meses, y así hubiera sido si no fuera porque bien pronto me hechizasteis de tal manera que durante más de un lustro me tuvisteis atrapado entre vuestros brazos.

¿Qué hubiera sido de aquel imberbe practicante si Pepe Pelaílla no le hubiera orientado como el mejor cicerone?, ¿si otros jovenzuelos amigos de la talla de Paco Martín, el carpintero, Malapúa, Mochón o el Civilillo no me hubieran adentrado en la marcha nocturna de Noalejo y de otros pueblos comarcanos?, ¿o no me hubieran aireado por Navalcán y Navalconejo en busca de las preciadas setas de cardo, que tan bien sabían en los refrigerios de aquella minúscula vivienda del callejón de la sacristía? Sobrevivir a los helaeros inviernos de este pueblo solo es posible cultivando las buenas amistades y algunas migas matanceras, sobre todo aquellas que aderezaba con mano diestra Frasquito el de Gabino.

A mí me fue bien pegándome a la vieja botica de don Luis, de cuya memoria y la de su esposa Pepita no puedo evitar un sentido recuerdo en este día de alegría, pues fueron, más que amigos, unos padres para mí. En aquella rebotica siempre encontré un fresco biscúter y una interminable conversación con el triunvirato que me introdujo en el verdadero sentir y vivir de Noalejo: Don Luis, Antonio Santos y Gerardo, que no se les ocurrió otro rito de fuego que colgarme una escopeta al hombro y echarme al monte. Y yo que me creía un hombre de paz. No sería justo que olvidara las muchas horas de sabias enseñanzas que aprendí compartiendo barra en escolanías tan ilustradas como las de Arcángel, Canana o el Campero. No diré el nombre de mis maestros, por el riesgo a que me falle la memoria y me deje a alguien, pero alguno veo entre los que habéis venido esta tarde a escucharme.

Quise alardear ejerciendo la mucha enfermería para la que había sido preparado y terminé aprendiendo de vosotros durante años en esa zona oscura que es el lado humano del dolor y la enfermedad y del que nada se nos dice en la Universidad. Ahora me pregunto qué hubiera sido de aquellos niños que les dio por venir al mundo en su casa de Noalejo si no hubiera contado con la inestimable experiencia de mi colaboradora en asuntos de partos: Paca la Cachorra. Mi trayectoria asistencial comenzó y terminó en Noalejo, pero cuando, desde otras esferas laborales, me veo obligado a tomar decisiones que tienen que ver con la salud de otros, los años de Noalejo se me ponen delante de los ojos como el mejor vademécum, como un libro abierto que me señala el camino cierto.

Son muchas las grandezas de Noalejo, que todos conocéis bien, como su privilegiado enclave, entre Jaén y Granada, siendo balcón hacia los dos reinos donde se pueden gozar los mejores paisajes.  Su clima ambiguo: duro en invierno, pero que hace que el veraneo aquí se disfrute como gloria bendita. Y una floreciente industria, la chacina, que aventura un futuro esperanzador hacia el desarrollo económico del municipio, que tendrá su broche de oro cuando se culmine esa importante vía que construyen a tiro de piedra. Pero Noalejo tiene algo más, algo misterioso que cautiva al visitante. Quizá lo mismo que cautivó a aquella dama renacentista que, por pararse a descansar un rato junto a las frescas aguas de los Entredichos, no cesó hasta no hacer suyo el pueblo que también hoy debiera honrarle con su memoria. «De aquí no me alejo»: el lugar le quitó el dolor de barriga y se quedó con el nombre.

Doña Mencía de Salcedo peleó con regidores y clérigos de una parte y otra de la frontera hasta hacer de Noalejo uno de los pueblos más independientes que se conocen, y eso es algo de lo que aún pueden alardear sus ciudadanos. Pero, además, fue la promotora de una cultura popular que desde mi punto de vista es el mayor tesoro que alberga el pueblo, y a la vez un legado que entre todos debéis cuidar de transmitir a vuestros descendientes de la misma forma que vosotros lo recibisteis de vuestros progenitores, porque ha de ser patrimonio de todas las generaciones. Un tesoro que se manifiesta en lo sagrado y en lo profano y que estos días  de fiesta se desbordará en un torrente devocional a su patrona, la Virgen de Belén, y en un regocijo que despertará el alma valiente de los más jóvenes para enfrentarse a la bravura del toro. Y a los pocos días, la feria de ganados, otro acontecimiento que en tiempos pretéritos contribuyó a mantener viva la grandeza económica de Andalucía.

De ese tesoro de la cultura popular os puedo decir que salí bien saciado en mis años de Noalejo, a base de interminables tertulias con personajes tan populares como José Lerma, la Feliz de Segundillo, la Mariquita de Rompe, Visita la Quirona, una lista que me resultaría interminable. Algunos de los cuales ya no están hoy entre nosotros, pero con su reconocimiento y respeto quisiera llegar a tantos otros que hicieron de mi estancia en Noalejo una experiencia inolvidable.

Ahora, desde el fugaz privilegio que me otorga la condición de pregonero de estas fiestas, quiero pediros que calentéis los ánimos hasta hacer de ellas las mejores fiestas que se hayan conocido en Noalejo. Que atraigáis a todos vuestros familiares y amigos, y a toda la forastería que acude a envidiar las formas con las que sabéis divertiros. Demostradles a ellos, como cada año, quiénes son los más valientes frente a las astas de un toro enfurecido. Pero no olvidéis luego enseñar a vuestros hijos ese tesoro que cada uno de vosotros lleváis dentro: vuestras costumbres ancestrales, vuestras creencias, vuestras devociones y vuestros divertimentos.

Hijos e hijas de Noalejo, paisanos por los años que lo fui de verdad: os deseo unas fiestas repletas de ilusión, de alegría sin límite, de toros, de forastería y, sobre todo, de sana y pacífica convivencia entre hombres y mujeres de buena voluntad.

¡Viva Noalejo y su patrona la Virgen de Belén!
¡Felices fiestas!

_________________________
Cómo citar este documento

Amezcua, Manuel. Noalejo, regreso a los Entredichos [Pregón de las Fiestas de Noalejo, Jaén, 1994]. Casa de Mágina, 17.08.2023. Disponible en http://www.fundacionindex.com/casamagina/?page_id=845.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *