Hay una flamante carretera gris que surca los campos
Hay campos horizontales donde danzan almendros y olivos entre las sementeras
Hay sementeras doradas, como las piedras calientes de las iglesias de los pueblos que hemos encontrado en el camino
Hay un camino ondulado cabalgando por una loma en los entredichos de dos antiguos reinos
Hay un reino de luz que otea las estribaciones de Sierra Nevada y Mágina, cada una en el lado que le corresponde
Hay un lado del camino donde siempre rebusca una pareja de solemnes cuervos a los que llamo Fortunato y Jacinta
Hay pueblos, hay campos y hay caminos
Hay dehesas a medio roturar que evocan los tiempos remotos en que se pacificó la frontera
Hay encinas solitarias que dialogan con los cortijos blancos, desafiando aquellas pobladas soledades
Hay hileras de coches que navegan como lentas orugas por el arrecife, deseando encontrarse en algún sitio
Hay un pueblo varado entre sierras que se cruzan y le abrigan con lienzos de balsámicas retamas y atochares de esparto
Hay gentes que empiezan a reconocerse en sus propios anhelos y otras que los miran sin saber a lo que vienen
Hay montes, hay gentes y hay soledades.
Manuel Amezcua
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Lo escribí en Cabra del Santo Cristo (Jaén) un 23 de julio de 2022 como ejercicio de clase en el taller «Escribir desde los sentidos», impartido por César Requesens en la Casa de Mágina.
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