Desmigando los recuerdos

Susana Mérida Jiménez 

Relato ganador «Paisajes del silencio» 2020.

Volver al silencio puro del alma, a la quietud de piedra sostenida, al cauce de los sauces obstinados, al crujir de los pasos sobre el trigo. Su infancia se pasea por la ermita, se despereza sobre la colina y juega junto al roble del camino. Respira el aire puro de la plaza, se deja acariciar por las encinas, las tardes de tormenta, de gachas, de brasero, de rosquillos. Su alma tiene forma de molino, de calma detenida, de rueca soñolienta, de campanario yermo, de veleta. Desde su mecedora Julia sueña con volver a despertarse con la lluvia, llevar sueños de polen en las manos y barro en las rodillas. Qué extraño regocijo, la escarcha perezosa en las ventanas retando al mes de marzo con un quiero que vuelvan los geranios a la vida. La aldea es como ella, se dio en vida y, vaciadas sus moradas, sueña destartalada y enlutada.

Hace años que Julia ya no duerme, hoy vive en un bloque de edificios, bajo una bóveda de cieno, acunada por tubos fluorescentes y aceras mugrientas. Sus nietos la observan curiosos, dicen que es testaruda, la ven limpiar armarios y despensas para albergar montones de garrafas de un líquido que dicen que huele que alimenta. La mesa ya está puesta. Dice la octogenaria con un temblor secreto en la garganta, las manos recogidas en el trapo y un hilo de impaciencia. Ha trocado en aldea la cocina y en rueca la tetera con el verde triunfante de aquel fruto que guarda en la aceitera. El día ya está cerca… desandará la senda del molino y pegará en la puerta de aquel novio atrevido que dibujó rubores en sus pecas.

La hogaza sobre el hule, cuscurros de candor en la alacena y Julia desmigando los recuerdos con la puerta entreabierta. Arenques en la mesa y una taza de loza humeante, mellada por la inercia. Y Julia que reinventa la mañana, la unta con silencios, la abre en dos, la empapa de esperanza, de anhelos, de recuerdos…