Casa de Mágina se encuentra en la localidad de Cabra del Santo Cristo, un municipio de la provincia de Jaén (Andalucía, España) situado entre los valles del río Jandulilla y Guadiana Menor, en la zona oriental del Parque Natural de Sierra Mágina y a solo una hora de las ciudades de Jaén y Granada.
Aunque existen vestigios de asentamientos humanos en la zona desde tiempos prehistóricos y hubo un castillo árabe del que aún se conservan algunos muros, el pueblo fue fundado por el Concejo de Úbeda en el siglo XVI, tras la pacificación de la frontera y la toma de Granada. La influencia de la ciudad renacentista se aprecia en algunos de sus monumentos, especialmente en su iglesia, ampliada para satisfacer las necesidades devocionales que durante siglos ha generado el lienzo del Santo Cristo de Burgos, una verdadera reliquia que alberga en su interior.
Se trata de un cuadro devocional que según cuenta la tradición portaba un arriero que llegó al pueblo para pasar la noche, esto ocurría en el año de 1637. El prodigio ocurrió cuando al tocarlo la posadera vio milagrosamente curado su brazo manco, el cuadro se llevó a la parroquia y despertó un fervor religioso que originó multitudinarias peregrinaciones desde todos los rincones de Andalucía y fuera de ella.
Merodear por paisajes infinitos
Además de la iglesia, en la localidad pueden verse varias casas palaciegas, la fachada de un antiguo hospital y varias ermitas de estética popular. Como lo es su blanco caserío, recostado en la ladera del cerro del Buitre, contemplando las escarpadas cumbres de la Sierra de Cazorla y el profundo valle del Guadalquivir.
Comer unos andrajos o unas migas en una casa que fusiona tradición y vanguardia, tapear en los bares del pueblo, merodear por la estación del ferrocarril al amparo de un café vespertino en la vieja cantina, hacer caminatas al cerro de San Juan, al Nicho de la Legua, al puente de tierra o a la encina milenaria, descubrir los pequeños tesoros arquitectónicos de los innumerables cortijos que siembran su término municipal, otear horizontes infinitos desde los cerros que la circundan, son solo algunos de los placeres que ofrece este singular pueblo, cuyas gentes conservan intacta la amabilidad con la que acogen al visitante.