Teresa narra su historia con sus propias palabras, centrando su relato en la infancia, el duelo y la superación ante la pérdida de un hijo y los modos de cuidar que aprendió de su madre.
Lo que la infancia le enseñó
Nací en 1936, el 11 de mayo. El año de la guerra. Mi padre allí estaba cuando yo nací. Nací en Cabra del Santo Cristo. Aquí me he criado, nunca he ido a ningún otro sitio. Aquí estoy acristianada, bautizada, confirmada y casada. Ya llevamos casados 60 años. Me crie con cinco hermanos en un cortijo. Yo era la mayor. Mi madre, como tenía que ayudarle a mi padre, pues prácticamente yo era la que tenía que cuidar de mis hermanos. Yo era una cría, y me enseñé a todo: a hacer de comer, cuidar de mis hermanos y de todo. Luego ya cuando cumplí 17 años, me puse a servir en una casa. Y allí estuve hasta que me casé, con 23 años. Tres años de novia y después me casé. Después de casarme, pues a criar hijos, que los tuve muy seguidos. Y en mi casa, trabajando.
He tenido tres hermanas y dos hermanos. Mis hermanas aprendieron de mi madre y mis hermanos de mi padre. Las mujeres a las casas y los hombres al campo. A mi hermana, por ejemplo, mi madre le enseñó a coser, a remendar que ahora no se remienda, ahora todo nuevo. Se le ve un agujerillo, lo tiras y ala, otro. Hoy hay muchos dineros, antes no había y si había, se guardaba para otras cosas.
Mi madre era ama de casa y mi padre era hombre de campo: siega, sembrar y recoger. Mi madre me enseñó a coser y a cocinar todo lo poquito que se. Desde papas en salsa hasta un guisado. Ella me llamaba para que le acompañara en la cocina, y me decía: “pues échale el laurel, el tomate y la sal” y así es como mejor se enseña. Me enseñó a cocinar con 16 o 17 años. Después cuando yo ya me metí a servir, había una cocinera, y aprendí también mucho de ella. Yo observaba y aprendí lo más grande. No fui al colegio. Fui una semana para que me enseñaran el padre nuestro y poco más para poder hacer la comunión.
Mi madre murió con 84 años. Ya ni me acuerdo cuando murió.
El paso del tiempo en un cortijo
En el cortijo no teníamos vecinas allí estábamos solas. Nos pasaba el tiempo, no teníamos uso de razón, como no había para comer, ni dinero, pues ayudando a mi madre en la casa y haciendo esparto. Lo vendíamos y con eso comprábamos para vivir. Lo hice más que una tonta. Y nada me ha quedado porque lo vendí todo.
Llegaba la cuaresma y tenía un librico así como el teléfono y tenía oraciones del viernes. Y entonces todas las noches antes de acostarnos después de cenar, cogía el libro, rezábamos el rosario y entonces leía las oraciones de los viernes de cuaresma. No se comía carne y se ayunaba. Y ahora lo sigo haciendo, yo guardo todos los viernes de cuaresma. Pero fíjate, con las mudanzas, se perdió el librillo.
También me acuerdo de ver a los tíos esos de los romances y aprendíamos coplillas. Mi madre nos enseñaba algo, cantaoras no hemos sido, pero alguno nos sabíamos.
El matrimonio y la pérdida de un hijo
Yo he tenido cinco hijos, cuatro varones seguidos y luego vino la niña. Mi marido se dedicó a labrar, cortar, arrancar pasto y de todo, de lo que había.
Luego tuve un hijo, el tercero, se dio un golpe, se puso malo y se me murió a los 12 años.
Y lo he pasado muy mal, y no se me olvida nunca. Eso de enterrar un hijo con esa edad, a mí se me acabó la vida. Tenía cuatro más, pero no es igual. Esto es el cómo el coche que le falta una rueda y tiene que andar, pero ahí está el hueco de la que falta. En fin, ya hace 30 años, pero está el recuerdo. El médico me dijo que se había dañado el riñón izquierdo y se le necrosó. Quizás hoy se hubiera curado, pero hace 30 años es lo que había.
La vida que llevamos arrastrada. Criando tus hijos, casi sin poder tirar, con el jornal de tu marido y ahora con su paga y a eso tienes que vivir y te tienes que atener. Y decir: “hoy me compro un pollo, pero mañana tocará papas”.
La utilización de los remedios familiares
Antes los médicos eran las madres. Muchos medicamentos no hemos tomado.
Nos resfriábamos y mi madre hacía la cataplasma de malvas. Iba al campo, las cogía, las cocía y luego las aplastaba y le echaba manteca de cerdo y cogía un trapo viejo y le echaba la mezcla y nos ponía la cataplasma. No había vivaporub ni nada: la cataplasma.
Lo cierto es que yo lo recuerdo de mi madre, pero yo por ejemplo con mis hijos ya no lo he hecho, porque eso era muy complicado, se ponía todo encenagado, con la manteca y todo.
Para la tos, se cocían higos secos en una olla y esa agua nos la colaba y hacía una infusión. Y vaya que funcionaba. Te bebías tu tacica antes de acostarte y no tosías de noche. Los higos cocidos estaba el puchero allí, para servirnos siempre.
Me dolía la barriga pues la manzanilla. Otras veces, mi madre cogía el azúcar en terrón, mira que eso estaba malo, pero mira, teníamos una fe a los remedios que nos lo tomábamos. Le echaba una gotita de aguarrás al terrón y para dentro. Y eso te quitaba la tos y el resfriado. Mi hermana es que cogía una tos, que le decían tosferina y aquello no había quien lo cortara y con el aguarrás la cosa iba funcionando.
Antes cuando te aporreabas pues nos lavaban la herida con agua oxigenada, nos ponían el espadrapo y poco más. En las rodillas igual. Mi madre hacia una infusión de matalahúva, tomillo y cáscara de naranja con un poquito de azúcar y eso era para la digestión y el empacho.
También se hacía el jarabe de azúcar quemada, eso se coge un cazo y se le pone una cucharada de azúcar, y se echa agua muy poquita, el azúcar se deshace y se quema y se queda como el chocolate y entonces cuando esta derretida le echas agua y se queda como el caramelo y se toma. Eso le decíamos aguasanta. Cuando teníamos mocos pues nos la absorbían con una jeringa de goma que vendían en la farmacia, eso yo para los míos. Mi hermana le tenía mucha fe al azúcar quemado, al aguasanta le tenía mucha fe.
Si teníamos piojos, que madre mía, había a mares, pues a mano nos los quitaba. Medio día se tiraba.
Cuando no podíamos ir al baño, nos metíamos una hoja de geranio, y eso a los míos se lo he dado mojadillo en aceite. Y se escocía, pues un bañillo de aceite y masaje, dale, dale hasta que se hacía crema. Con la diarrea, pues parar de comer y dieta, con un plátano. Y así, no había otra cosa. Como no fuera plátano no había nada. Y si vomitabas, pues a vomitar, te bebías una infusión de tomillo o manzanilla y ya está. Antes cuando no comías, tiene el estómago sucio, vendían el aceite de ricino, que purgante tan malo, eso lo vendían en la farmacia. Para las legañas o pitarras, eso con manzanilla lavarnos y para los oídos en un algodoncillo se mojaba de leche de teta de una madre y te lo ponían.
Para los dolores de regla nos daban vino caliente y coñac. Yo eso lo he aprendido después pero nunca lo he utilizado. Lo aprendí de una muchacha que un día que estábamos lavando ahí en el lavadero, dice: “me voy a mi casa porque me ha venido la regla y tengo n dolor de regla que voy a tomarme un vaso de vino caliente”, y yo pensé: “madre mía qué malo que tiene que estar”.
Para el dolor de muelas y has cogido y te has echado una bocanada de anís, y eso te surte algo de efecto al momento, pero se te pasa el efecto del alcohol y nada. Mi padre decía: “al catarro, el jarro”, y eso era que ponía un jarro con vino al lado de la lumbre y de vez en cuando un traguillo. Antes se tomaba mucho líquido para poder despedir moco cuando estabas resfriado.
Para los dolores de cabeza nos tomábamos una pastilla de OKAL que eso se vendía en la farmacia.
Antes te hacías daño en la muñeca o te la torcías y cogías una tirilla de sabana y te hacías una venda y la mojabas en sal las lavabas y se secaba. También se cocía el tomillo con matalahúva, anís, y una taza de naranja, y le decíamos que estaba muy malo y te daban un terroncillo de azúcar para que le echaras. Y el tomillo era del campo, el mismo que el de las aceitunas. Los teníamos que coger seco, pero con fresco se puede hacer también. La tila también los usábamos, le cogíamos las hojas a los tilos y se utilizaba para los nervios.
A mi madre le dijeron que era muy bueno que tomara vapor de eucalipto y mi hijo le trajo, le cocía una olla, se ponía una toalla y salía sudando, pero salía curada. Mi hermana también me acuerdo que tenía bronquitis crónica de chica, ella era creyente e iba a curanderos. También con mi nieto, su madre lo llevo porque nació y no se veía bien, lo llevó a una curandera, a Linares y fui con ella.
Antes se abrían las ventanas también para limpiar el aire, pero cuando hacía mucho frío solo un poco en la mañana. Y en el verano de noche. Antes tampoco se miraba tanto la corriente como hoy que parece que te vas a poner malo si te da. Tenías calor y pues ponías un trapo le echabas al suelo y te tumbabas en el suelo. Y había noches que se dormía ahí.
La crianza de los hijos
Yo a mis hijos, lo único que he estado haciéndoles ya, que entonces cuando yo los tuve, si había vivaporub, le daba un poquito y su manzanilla. Le hacía también su jarabe de azúcar quemado. Yo los veía tontillos y cogía la aspirina y le daba un cuartillo. No había potitos, si hacia un potaje le sacaba una papa y se la pasaba por el chino, un plátano, una galleta. No había yogures pues nos las apañábamos. Y la verdad que no eran delicados.
Y claro, por ejemplo, antes no había para triturar y esto me dirán que es una burrada, pero vamos que si se hacía. Les masticábamos el pan o la papa para hacérsela puré. Y ahora dicen: “es que tú te llevas el alimento”, bueno claro, visto desde ahora es muy sencillo, pero antes era lo que había. Porque yo tenía una tía que tenía otros cuatro hijos, y vi que los hacía con sus niños, pues lo vi y lo aprendí. Y luego con los míos los hice. También antes, se daba harina de trigo y compraba leche y hacíamos su papilla una por la mañana y otra por la noche. Y cuando van creciendo pues la papa del cocido y el plátano.
Y me acuerdo que antes para sentarlos en el suelo le poníamos un baleó y me acuerdo del mío mayor, lo sentaba que era redondo como los de la aceituna, de esparto y le ponía un trapillo y lo sentaba. Y tacatá no había, lo que había era una silla bocabajo. Y así hasta que andan.
Yo tuve mi niño malillo con la bronquitis que cogió, y le mandaron la penicilina y eso era muy fuerte y entonces la sangre se comió las cosas esas rojas que se dice y se puso peor, y le transfundieron sangre. Me dijo el médico: “¿eres capaz de darla tú? Yo le contesté: “¡cómo no se la voy a dar si es mi hijo!”, y se la pasaron. Fue la mejor medicina, le metieron mi sangre y se espabiló. No he tenido mala suerte con la enfermedad después de todo. Mi otro hijo porque tuvo dios que se muriera y ya está.
Lo de ahora y la juventud
La sociedad es muy distinta, no sé lo que pasa que está todo dislocado. No se puede hacer nada en lo de antes. Si antes teníamos que lavarnos en un cubo un barreño de agua, se vaciaba un cántaro no había grifos y ahora todos deseando de pillar un día de playa, piscina, y todos lados. Todo cambiado. Ni para criar los hijos, hoy lo tienen todo y se están quejando y antes no teníamos nada y salíamos adelante.
Yo no sé qué habrá pasado, que estamos locos igual que el tiempo. Por ejemplo, ahora con el machismo y todo esto, pues claro que hay, pero te digo yo que antes había menos que lo que hay ahora, lo de hoy es que te pones mala.
La gente joven no sabe de remedios, pero su problema es que tampoco se lo creen, de momento te dice: “sí, tú vas a saber más que el médico”. Y ¿ya qué?, pues nada.
Yo gracias a eso viejo hoy estoy bien. Hoy mira, para todo al médico.