La historia de Rosa muestra una vida llena de trabajo duro y perseverancia. Desde pequeña ayudaba a su familia en el campo y el molino. Pasó por muchas dificultades, como la pérdida del sustento familiar. Aprendió a leer y escribir de mayor, y hasta el día de hoy, utiliza los remedios caseros para mantener su salud. Rosa se casó joven, tuvo ocho hijos y ha seguido trabajando para sacarlos adelante. A pesar de los retos, su historia refleja el amor por su familia y la sabiduría transmitida de generación en generación.
La vida familiar y el trabajo en un molino de harina
Nací en Cabra del Santo Cristo, me crie en el Molinillo que es un cortijo. Vivía en un molino de harina que pertenecía aquí al pueblo.
Mi madre se dedicaba a trabajar en el campo y mi padre era molinero porque su padre, mi abuelo, también lo era. Cuando murieron mis abuelos mi padre se quedó con el molino.
Cuando hice la primera comunión, me fui al molino y me vine al pueblo con 22 años para casarme.
Vino una tormenta que se llevó el molino, tuvimos que empezar de nuevo, hicimos un cortijo, nos ayudaron, desde luego, a hacerlo y allí me crie. Cuando yo tenía 15 años vino la tormenta, el día 1 de julio.
Mi padre se llamaba Manuel y mi madre Isabel. Mi madre ha tenido 10 hijos, tuvo abortos ya de 6 meses. Yo fui la primera, después de mi vinieron otros dos que se murieron, con dos meses ya nacidos, luego después tuvo un aborto y también tuvo una niña que se murió con dos años, se le pudrió el bazo. Así que, me crie únicamente con mi hermano en el cortijo.
Yo ayudaba a mi madre, me iba al campo, a coger aceituna, capota, ayudaba a mi padre a regar porque claro, el molino tenía una acequia que daba agua al molino y había una mina que es un túnel que por allí pasaba el agua. Cuando el canal se rompía imagínate como se ponía y allí iba la Rosa con el candil, me metía y le ayudaba. Mi hermano se iba con las cabras, mi madre se venía a vender al pueblo y yo me quedaba a veces sola en la casa. Había días que me asustaba, porque encima del cortijo pasaba el camino del alba y nos echaban piedras al tejado y pasaba gente y me asustaban. Yo cerraba mi puerta por dentro y me quedaba ahí hasta que viniera mi madre. Tenía 14 años.
Me puse novia con 19 años y me vine con 22 años al pueblo. Desde los 8 hasta los 22 estuvimos ahí en el cortijo. No lo hemos pasado mal, pero tampoco bien.
A la escuela he ido de mayor. Me pusieron con seis años y me quitaron con ocho, solo para hacer la comunión. Mi hermano por ejemplo ni fue. Ya de mayor fui a la escuela de adultos y lo poco que se, ahí lo aprendí.
Gestionar un hogar de lo que daba la tierra
A mi marido lo conocí en las fiestas, que siempre veníamos en las fiestas del pueblo. Estuvimos 4 años de noviazgo y 52 años casados. Él se dedicaba al campo, a la obra, vendimia, a todo lo que se presentaba. Nos casamos aquí en el pueblo y nos vinimos a la casa donde vivo, estuvimos unos meses, pero se nos quedó muy pequeña, y nos cambiamos de casa porque no me querían alquilar una más grande. Al poco tiempo de nacer mi Toñi la compramos y ya le hicimos las obras.
Tuve 6 hijos bien tenidos y dos abortos. Cuatro niñas y dos niños. Y ahora tengo doce nietos y un bisnieto.
Yo me salía a trabajar, éramos muchos. Me salía para trabajar, unas veces se quedaban los niños en la escuela, y sino la mayor se quedaba con ellos. Yo tenía que ir a sacar el dinero: capota, limpiar, lo que tocaba. Hemos sido muchos, y también hemos pasado mucho. Antes el trabajo era temporal, lo que daba el campo.
Remedios familiares y la vida en comunidad
Mi madre me ha enseñado muchos remedios.
Mi padre padecía de úlcera de estómago y se tomaba mucho la zahareña. Él, como entendía de plantas, la cogía y se la tomaba.
Para mi madre, mi padre cogía la jara negra, ella la hervía y metía los pies ahí para las durezas y ojos de gallo. Cortaba lo de arriba, lo que tiene más hojas. Fíjate que la jara negra es muy pegajosa, la jara blanca no. Son distintas y se diferencian por lo untuoso y la flor.
Hacíamos un jarabe porque ella padecía de los bronquios, igual que ahora yo. Echábamos higos secos, tomillo, camisa de culebra, orégano y mejorana. Se cocía todo junto, una vez cocido, antes de quitarlo, se le echaba un par de cucharadas de miel, lo colábamos y eso era el remedio para los bronquios.
Yo me acuerdo que mi madre cuando cogíamos cosas de pecho, nos ponía una cataplasma de empeña de gallina, que eso es la manteca de la gallina, que es pajiza. Cuando se mataba, se guardaba y lo utilizaba para la cataplasma. Se calentaba y se ponía en trapos para la cataplasma. Eso para los mocos te aliviaba.
A mí se me taponaban muchos los poros del pecho, por la leche y me lo han destaponado, la madre de Antonia, con un peine, con el revés de un peine. Y me lo hizo muchas veces, y me funcionó.
Para mis hijos, hacía mucho zumo de limón con copa de coñac y una cucharada de miel para el resfriado. Se levantaban nuevos. Yo cocía el limón, dejaba hervir la copa de coñac y le metía fuego, y por último la cucharada de miel.
Si se escocían los niños, les ponía aceite de oliva con agua de cal que se utilizaba para pintar. Cogía esa agua, aceite, lo meneaba hasta que se hacía crema y les daba a los niños.
Una de mis hijas, con la regla se ponía muy mala, se hacía una infusión que se llamaba hierbaluisa, que me la daba una mujer que tenía un árbol y le pedía mucha. Se la cocía a mi hija y se le mejoraba. También para los dolores de regla yo hacía aguardiente de moras. Se cogen las moras de moral no de zarza. Se echan en un tarro, le echas aguardiente seco porque la mora es dulce. Se deja macerar un poco y se coge una copilla y te lo bebes.
Para el cólico les daba escaramujo, son como rosas pequeñas que echan una bolita roja, que le dicen también tapaculos. Se hervía y se tomaba para la diarrea.
Para el estreñimiento he tomado de todo, pero el que más he utilizado es, agua templada, aceite de oliva y jabón casero. Esa mezcla la metes en la perilla y te la echas.
Para las pitarras o ceguera que le decían, recuerdo como mi madre me daba con manzanilla en el ojo o suero que hacía, con agua hervida, sal y la dejaba enfriar.
Para los oídos, se echaba una gota de leche materna de la teta o de vaca, pero se templaba.
Y para los piojos, cogía, vinagre le bañaba la cabeza y le liaba una bolsa de plástico, con eso, se ahogaban.
El olivo, se utilizaba en infusión para la tensión. Eso me lo sigo haciendo yo. Me lo dijeron las mujeres del pueblo. Esto se va hablando entre nosotras. Está muy amargo, pero me reguló la tensión.
El ciclo natural en la vida rural: la maternidad
Aquí en el pueblo había una comadrona, Plácida y Elena, que las dos me han estrenado a mí. Di a luz en mi casa. Antes eran colchones de lana, metían debajo una sábana y la piedra de lavar y cuando apretabas imagínate. Ellas utilizaban el agua caliente, jabón casero y poco más: a empujar.
Cuando han nacido he tenido a mi madre siempre, me ayudaba en todo. Hace 33 años que murió o sea que vio nacer a todos mis hijos.
Cuando me puse de parto de una de mis hijas, había estado haciendo matanza el día de antes, y me dijo mi madre: “ve y lava la ropa de la matanza”. Me fui al arroyo con mi marido. Estuve lavando y me daba un dolor, paraba, si se me iba, me ponía a lavar otra vez. Y así, hasta que terminé. Nos fuimos, me daba un dolor de vez en cuando. Subí las escaleras, y en la última me dio uno que solté el barreño, y mi marido dice: “¿qué hacemos?” y le dije: “vamos a seguir”. Llego a casa de mi madre y me dice: “venga que te ayudo. Tiende los trapos y ve para tu casa”. Pues fue llegar a mi casa y a las dos horas, de parto, pero de parto de verdad.
El primer aborto lo tuve en Navarra, trabajando en una fábrica de conservas me di cuenta en el baño, empecé a sangrar mucho. Me limpié sola, pero fue eso. El otro, si que estuve ya ingresada y todo.
Me acuerdo que me costó mucho trabajo quedarme embarazada, fuimos hasta a un médico para que nos ayudara. Y ya ves tú, me mandó unas pastillas, nos fuimos a Navarra y me quedé embarazada.
Yo sé, que no lo he hecho, pero hay un remedio para cuando la mujer da a luz o un animal, lo he visto a hacer a mi hermano con las cabras. Cuecen perejil y corteza de encina, y se la das a beber al animal o a la mujer, después de parir, para limpiarte. Mi hermano se lo daba para que echara las parias.