2020. El año de la Enfermería

“Decido luchar, ahora no podemos flaquear”

Carmen Vázquez Puerta
Enfermera. Urgencias. Hospital de la Línea de la Concepción, Cádiz, España

Cuando decían que 2020 sería el año de la Enfermería, cómo iba a imaginarme que nos acechaba una pandemia que nos pondría como nunca a prueba y de qué manera.

De pronto un día por marzo, acabo una guardia de noche con noticias de que hay una epidemia muy agresiva que está asolando China, que ha entrado en Italia, que para los contagiados es como una gripe, que las personas jóvenes pueden inmunizarse casi sin enterarse de que han enfermado, pero que provoca muchas complicaciones en ancianos, que son el mayor grupo de riesgo y poca información más.

Apenas una semana después, de vuelta a mi trabajo en el servicio de Urgencias del Hospital de la Linea, de repente, todo ha cambiado. Se extreman las medidas de seguridad y los protocolos empiezan a pulular por como hojas volanderas cuyo contenido cambia hasta varias veces en una misma jornada de trabajo y también se modifican dependiendo de las necesidades y/o existencias.

Entramos en un ritmo de trabajo desconocido e inesperado en el que las lógicas dudas e inseguridades generadas por esta situación desconocida impone un nuevo “statu quo”.

Aparece el verdadero “YO” de compañeros y te llevas gratas sorpresas con actitudes que observas o alguna que otra decepción. Para enfrentarnos a este tremendo caos, puedes adoptar a mi parecer dos posturas: una actitud de lucha y a por todas u otra de protesta estéril e insana. Cuando confluyen ambas a la vez se corre el riesgo de crear una situación de desorden institucional en un sistema sanitario desbordado y colapsado, como ocurrió en Madrid en los primeros momentos.

Decido luchar. No puedo gastar mi energía en buscar culpables o pensar en un pasado hipotético en el que la situación se hubiese llevado mejor si se hubiera hecho de esta o aquella manera. Para mí esto es absurdo e inviable.
Insisto, decido luchar y alejarme de quien optó por protestar y contaminar su alrededor. Lo entiendo como un ejercicio de supervivencia para no agotarme mentalmente y todo mi esfuerzo caiga en saco roto.

Soy madre de dos niños menores que me esperan en casa, guardando a rajatabla el confinamiento que estipula el estado de alarma y el sentido común. Soy hija de unos padres ejemplares, de edad avanzada y que son grupos de riesgo en esta situación, con los que mantengo contacto por videollamada y no me puedo ni quiero permitir que me vean preocupada y mucho menos triste. Flaco favor les haría, si en estos duros momentos les contagiara con mensajes repletos de negatividad y desesperanza.

Tantas veces, los primeros días de decretarse el estado de alarma, me pregunté si debería haberme aislado de mis hijos, como hicieron algunas compañeras y amigas, pero la respuesta a mi misma siempre fue que era una opción totalmente inviable, lo descarté, era imposible.

La primera vez, que coincide que estoy de guardia y a mi servicio llega una sospecha COVID, se trata de un paciente con disnea y fiebre, y soy yo, su enfermera referente para la atención y asistencia. Esta primera vez, no actúo como siempre, ni yo ni mis compañeros, siguiendo la rutina, ante un crítico, que realizábamos hasta ahora casi de forma mecánica. En ese momento analizamos quien va a atender, si nos ponemos todos el equipo de protección individual o ya iremos viendo según necesidades, no podemos dejar de pensar, en el ahorro de material, que quizás mañana no tengamos existencias como está ocurriendo en otros hospitales.

Así que una vez decidido me pongo el EPI, siguiendo los pasos metódicamente, me coloco los primeros guantes, el mono, la mascarilla, las gafas, el gorro y por último, el segundo par de guantes. A los pocos minutos, casi no me ha dado tiempo de monitorizar las constantes vitales y canalizar la vía venosa periférica, cuando empiezo a notar que me molesta tremendamente en la frente las gafas y se empañan, por lo que cada vez veo menos, hiperventilo con la mascarilla y me duele la sien, tengo calor con el mono y noto que cae una gota de sudor por la espalda, cambio de guantes tras cada técnica y aplico gel hidro-alcohólico, se seca y nuevo guante, se engancha el patuco, madre mía, se ha roto; pienso en como voy a aguantar 4 horas metida en este globo si llevo 10 minutos y ya no aguanto más, pero al ir pasando los minutos, aumenta mi tolerancia al dolor o me acostumbro pero ya no me siento tan angustiada como esos primeros minutos, eso sí, estoy tan pendiente de la protección y de que no debo cometer fallos durante la asistencia a este paciente y tampoco cuando acabe y tenga que quitarme mi equipo de protección que estoy pensando que pediré ayuda a alguna compañera o compañero para juntos seguir los pasos de la retirada de cada cosa, en su exclusa, en su contenedor y no saltarme ningún paso. Así lo hago.

Una vez en casa, después de realizar todo el procedimiento de pre-quirófano al llegar, desvistiéndome casi en el hall de entrada y darme una ducha, hago feed-back de todo lo que ha ocurrido en mi día y esa no soy yo, esa enfermera que ha tratado a ese paciente hoy, no soy yo. Me enfado conmigo misma, no me ha gustado la manera de asistirle, de atenderle, no he empatizado, no me he dirigido a él para hablarle, o apenas lo he hecho, he sido, ahora que lo pienso, lo más parecido a un robot.
Aprendo la lección, después de castigarme un poco psicológicamente. Sé que no volverá a ocurrir, que se puede trabajar bajo medidas de aislamiento estricto y con un insoportable equipo de protección individual y mantener la profesionalidad, el contacto humano hacia el enfermo e interactuar con él, no puedo perder mi perspectiva de cuidadora .

Pasada otra guardia, otro turno de crispante novedad en nuestro ambiente laboral, cuando vuelvo a casa, lo hago con la satisfacción del trabajo bien hecho y haber dado lo mejor de mi misma, no he desatendido mi profesionalidad y puedo compaginarlo con colocarme el equipo de protección individual correctamente y realizar las funciones asistenciales bajo unas condiciones totalmente inimaginables para mi meses atrás.
Llega el descanso e intento desconectar y mantenerme fuerte de mente, ahora no puedo, no podemos flaquear.

Cuando me decían que 2020 sería el año de la Enfermería como iba a imaginarme …

Cómo citar este documento
Vázquez Puerta, Carmen. 2020. El año de la Enfermería. Narrativas-Covid. Coviviendo [web en Ciberindex], 30/04/2020. Disponible en: https://www.fundacionindex.com/fi/?page_id=873

Volver a Sumario de narrativas
Elabora tu propia narrativa

7 comentarios en “2020. El año de la Enfermería

  1. Un ejemplo de lucha , entrega y superación…
    No hay palabra que sean capaces de expresar tanto agradecimiento…
    Gracias ♡

  2. Eres una gran persona en tu trabajo y fuera de él ,con este relato demuestras aún más que valores tienes y lo grandísima que eres ?estoy súper orgullosisima de ti y de tenerte cerca ♥️

  3. Eres una gran persona, tienes unos padres de 10 que te han enseñado todos los valores humanos. Eres una gran profesional que has demostrado junto a todo el personal sanitario que habéis estado a la altura de algo tan inesperado.
    Solo podemos daros las gracias ?

  4. TAL CUAL, Gracias!!
    (Otra enfermera que no esperaba esto ni en sus peores pesadillas, aunque agradecida de este aprendizaje tan excepciona)

  5. Que decirte si para mi siempre as sido una profesional y siempre as estado al lado de quien necesitaría tu ayuda con un corazón muy grande y siempre con una sonrisa que transmite tranquilidad y para mi la mejor te quiero Carmen

  6. Vosotros sois los héroes de 2020 gracias por vuestra ayuda .no tengo palabras para lo que habéis hecho por todos ánimo

Responder a Ana Sedeño Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *