“Lloré en muchas ocasiones, tuve marcas en la cara… y a día de hoy, creo que las llevaré siempre dentro”
Carla Rodríguez Fernández
Enfermera. Hospital El Bierzo, León, España.
Hace cinco años empezaba mi andadura en esta bonita profesión, la profesión más humana y más bonita del mundo, llamada enfermería. Tenía ilusión, ganas, y todo aquello que se resume a una gran palabra: vocación, esa motivación que invita a seguir a pesar de las circunstancias.
Aún recuerdo como si fuera hoy mismo mi última rotación de 4º de carrera. Me encontraba en el servicio de urgencias del hospital de mi ciudad y en la televisión todos los canales anunciaron una alarma: pandemia mundial. La enfermedad que producía el COVID-19, aún desconocida, desataba miedo y asustaba a partes iguales. Comenzaron las mascarillas, contadas por aquel entonces y bajo llave, y también las marcas en el suelo con lo que conoceríamos más tarde como “distancia social”. La situación se desbordó y se decretó un confinamiento que nos llevó directamente a encerrarnos en nuestras casas. Me quedé con los aplausos a las 20h, y las lágrimas que se me caían cada vez que imaginaba a todos mis compañeros luchando contra esta horrible situación. Mi muestra de apoyo eran mis manos y la fuerza con la que aplaudía.
En octubre de 2020, ya graduada y con mi recién estrenado título bajo el brazo, mi teléfono anunciaba que me esperaban 8 meses en la denominada “planta COVID”. Yo, que no tenía experiencia, que no había disfrutado de la profesión, que vivía con mis padres y tenía miedo de contagiarlos…
Me hice fuerte, me enfrenté día tras día al doble guante, a no ver por tener las gafas empañadas, a sonreír debajo de una pantalla y doble mascarilla y a pensar que mis pacientes sólo nos tenían a nosotros, que confiaban en nuestras manos y que tenía que tener la fortaleza necesaria para cuidarlos. Lloré en muchas ocasiones, tuve marcas en la cara… y a día de hoy, creo que las llevaré siempre dentro.
En definitiva, si algo me ha enseñado la pandemia es a estar orgullosa de haber elegido esta profesión, a ser más humana y, sobre todo, a valorar las pequeñas cosas del día a día.
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