2020, un punto de inflexión

“Lejía en mano imaginé que rociaba agua bendita sobre ese cuerpo mientras rezaba para darle una despedida lo más digna”

Marta Calvo López
Enfermera. Unidad COVID. Hospital Medina del Campo, Valladolid, España.

Año y medio ha transcurrido ya desde que en marzo de 2020 nos obligaran a encerrarnos en casa. Una pandemia, un nombre: Covid-19, una nueva realidad para cada uno de nosotros.
En mi caso aterricé en la profesión a mis 43 años con el título de TCAE recién obtenido en uno de los hospitales de Valladolid después de levantar un 2 de abril el teléfono y llamar para ofrecer mis servicios y lo que buenamente pudiera hacer dada mi inexperiencia. ¿Te atreves en la UVI? Y quizá de una manera un tanto inconsciente respondí que donde hiciera falta. Quizá fue una temeridad…pero reconozco que comenzar en el medio sanitario en medio de una pandemia me ha obligado a desprenderme de una gran mochila que llevaba muchos años acompañándome: la de mi gran cantidad de inseguridades y miedos. Y no es que con esta pandemia y esta nueva realidad me haya desprendido de ellos pero sí que me ha obligado a mirarlos y enfrentarme a ellos.
Creo que esta pandemia ha hecho que se haga mayor el valor de la palabra resiliencia. Quizá aún no seamos conscientes de la gran capacidad de adaptación al cambio que tenemos los seres humanos y en el ambiente de trabajo lo hemos podido comprobar cuando al principio de la era covid día sí, día también se modificaban los protocolos de actuación en el desempeño de nuestra labor. Y también he podido observar que ante las dificultades, si nos lo proponemos podemos sacar la mejor versión de nosotros mismos…y así lo he vivido yo. He podido experimentar la fuerza de un buen trabajo en equipo, el compañerismo que tantas veces se ve diluido por nuestras aspiraciones, nuestras individualidades, nuestros egos ha cobrado sentido durante todos estos meses de epis, lejías, desinfección y protocolos .
A nivel personal he de decir que desde mi aterrizaje en el medio sanitario, lo siguiente que he vivido han sido continuos despegues.
Puedo enumerar las situaciones que a lo largo de este año me han causado gran impacto, que me han hecho reflexionar en gran medida sobre el propósito de nuestra vida y qué es lo que han venido a enseñarme en forma de lecciones.
Una de las primeras imágenes que me dejaron paralizada fue la de ver la cantidad de cuerpos aparentemente inertes, rodeados de cables y tubos a los que cada día ofrecíamos nuestros cuidados. Tardé tres días en atreverme a entrar en un box a realizar un aseo ataviada con mi epi. Esos tres primeros días los dediqué a ubicarme en la unidad y a observar el excepcional trabajo de mis compañeros y compañeras y así ir aprendiendo desde la “distancia” el buen hacer de un TCAE.
La siguiente situación impactante me ocurrió el día que tuve que preparar mi primer cadáver con el protocolo covid. Acababa de fallecer una mujer de un paro cardiaco. Aproximadamente ocho personas entre médicos, enfermeros y Tcaes con sus respectivos Epis trataron de reanimarla, de devoverle a la vida… pero no pudo ser. Una vez se confirmó el fallecimiento una celadora, una enfermera y yo entramos a preparar el cuerpo para que el servicio funerario fuera posteriormente a recogerla. Durante el tiempo en el que estuvimos limpiando y preparando a esa mujer no pude quitarme de la cabeza a esa familia que ni siquiera iba a tener la oportunidad de despedirse de ella. Así que lejía en mano imaginé que rociaba agua bendita sobre ese cuerpo mientras rezaba a mi manera para darle así una despedida lo más digna posible. Lo viví de una manera tan intensa que a partir de ese momento siempre he utilizado ese mecanismo para preparar a las personas que han fallecido por covid. Es la única manera que he encontrado para afrontar esa responsabilidad de dar el último adiós.

Una vez que terminó mi contrato en el hospital de Valladolid comencé a trabajar en el hospital comarcal de Medina del Campo. Y ahí es donde he vivido las siguientes olas de contagios por Covid. Esta vez la experiencia fue muy diferente. Salí de una Uvi para enfrentarme al trabajo en planta. Y en la unidad de Covid lo que más impresión me ha causado ha sido sin duda alguna la SOLEDAD, la soledad del paciente, aunque es verdad que esa circunstancia se ha trasladado también a las demás unidades del hospital. No es fácil ver como un anciano que aparentemente sufre demencia te coja la mano, te mire a los ojos (que es lo único que pudo divisar bajo mi mono blanco, mi mascarilla y mi pantalla) y te confiese: “Que pena que tengas que ser tú a la que le diga que ha llegado mi final, hoy me siento más fatigado que ningún día”. Así que una se replantea su función como sanitaria a todos los niveles. Y cuando un paciente se entrega de esa manera sabes que tienes que ser el soporte físico, psíquico, emocional, espiritual para esa mano que te aprieta fuerte. También ha sido duro encontrar a un conocido fallecido en la habitación a primera hora de la mañana cuando el día anterior me había despedido de él dejándolo aparentemente bien. Vivir la ola de enero de 2021 en el servicio de Urgencias me tuvo una semana de la cama al trabajo y del trabajo a la cama. La imagen de los pasillos otra vez llenos, así de golpe, las camillas, los boxes, los bancos casi sin sitio para atender a los pacientes y viendo desde el fondo del pasillo que las ambulancias llegan y traen a uno y a otro, y a otro y a otro … y en tres días 50 ingresos. Y no vives olas, surfeas tsunamis… Porque este bicho es así de traicionero. Y no entiende de edades ni de géneros ni de tiempos…

Y en estas circunstancias y en esta nueva realidad entre tanta tragedia y desesperación también aparecen los grandes aprendizajes. Con los pacientes he aprendido que cura más una sonrisa que una queja. Y que cuando la mascarilla oculta nuestra sonrisa se hace más presente el lenguaje de los ojos y la energía y poder de la mirada. He aprendido también que es necesario darse tiempo para digerir las situaciones impactantes, y que a veces los ángeles toman forma de pacientes de 94 años que nos recuerdan que la vida se esfuma más rápido de lo que nos pensamos. Que hay de vivir el aquí y el ahora, planear lo justo e indispensable y hay que aprovechar el momento para ser feliz y hacer felices a quienes nos rodean porque a fin de cuentas dar felicidad provocará que recibamos más felicidad. Y que agradecer las pequeñas cosas diarias que la vida nos ofrece es el mejor modo de vivir en la abundancia.

Cómo citar este documento

Calvo López, Marta. 2020, un punto de inflexión. Narrativas-COVID. Coviviendo [web en Ciberindex] 21/09/2021. Disponible en: http://www.fundacionindex.com/fi/?page_id=2334
 

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1 comentario en “2020, un punto de inflexión

  1. Relato estremecedor, la cara y la cruz de esta profesión tan bonita que pasa desapercibida de puertas para afuera. Bravo Marta, haz sitio en tu pecho, creo que te ha crecido últimamente el corazón. 👏

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