Personas que cuidan a personas

“Época de desenmascararse, de mostrar lo mejor y peor de la especie humana, responsabilidad colectiva, el bien común frente al interés individual”

Diego Ruiz Salvador

Noticias en los telediarios sobre China y un lejano lugar hasta ahora ilocalizable en los mapas llamado Wuhan. Estupefacción ante escenas que no acabábamos de ubicar entre la realidad o la ficción, pero al tiempo, conscientes de que tal y como había pasado con el Ébola o el Zika, antes o después tendríamos que irnos preparando. Meses de seguimiento estrecho de la campaña de vacunación contra la gripe, coordinación con el servicio de aprovisionamiento y previsiones de consumo de mascarillas, guantes, soluciones hidroalcohólicas alguna sesión clínica sobre el tema en concreto y una inquietante calma que a todos nos atormentaba. Primeros casos en Italia, conscientes de que más pronto que tarde, nuestras relaciones comerciales por la producción hortofrutícula nos acercarían al virus. Primeras Infoxicaciones: Una turista de Roquetas de Mar interceptada en el Aeropuerto con una piel de pangolín para hacerse unos zapatos infectada por Covid. Días de intensa actividad, diseño de planes de contingencia, frenética actividad en los grupos de WhatsApp participando en la planificación de aquello que no teníamos en realidad la más remota idea se nos vendría encima. Guardias de Gestores de Cuidados en las que el relevo se alargaba hasta dos y tres horas porque moralmente no era aceptable dejar al entrante con el hospital en semejante situación.

Se me hiela la sangre cuando recibo la notificación de que las recién inauguradas rotaciones de los alumnos de los practicums de enfermería se suspenden hasta nuevo aviso. Frenética actividad en el hospital, se declara el estado de alarma y con ella el boom del teletrabajo, pasillos desiertos en el edificio de administración. Llamadas por temas laborales con ruidos de fondo hogareños y con una mezcla de emociones en los tonos de voz, tan cerca y tan lejos a la vez de la realidad que se está viviendo. Curiosidad y al tiempo miedo de conocer una realidad hospitalaria difícil de engullir. Comienza las Incapacidades Temporales por contactos sin protección con positivos al Covid, casi como una fila de fichas de dominó que caen una tras otra. Surge la oportunidad de organizar un CovidAuto, solo para PCRs de profesionales en principio. Tras haber encontrado en esos cruces de miradas la palabra horror escrita en la pupila de los pacientes, quizás la necesidad de reencontrar una mirada amiga. Enfundado en un EPI pero con el peso a la espalda de no juzgar y no ser juzgado: se rompe a llorar de impotencia, se suspira por falta de resuello, se contiene la respiración por estupefacción, tras ese mono blanco, ese gorro que no deja resquicio a nada y esas gafas herméticas que por más que se intenta acaban teniendo un resquicio de vaho se atisba una silueta, una voz, una caricia a través de unos guantes de nitrilo. Al final somos personas cuidando de personas, compañeros cuidando de compañeros.

Y las prórrogas se prolongan, innumerables carreras de relevos donde el testigo no es otro que dos niños, de nueve y siete años, y un padre y madre que apresuradamente se intercambian de coche en un desierto aparcamiento de hospital. Guardias civiles que día tras día te desvían en una salida de la autovía y con más temor que autoridad te piden una autorización ya ajado que en una funda de plástico ni siquiera se retira ya del salpicadero del auto. Hasta que un día, uno de los agentes, en lugar de la monótona y cansina cantinela pidiendo explicaciones del porqué de dos menores haciendo ese trayecto se dirige a ellos por su nombre y les indica que cuide de sus padres; una mezcla de sentimientos de alivio, agradecimiento y a la vez de cansancio, profundo cansancio.

Algarabía, se reincorporan los compañeros que han estado teletrabajando, se ha recepcionado los primeros test de anticuerpos. El CovidAuto se transforma en bullicio, colas con marcas en el suelo para mantener las distancias de seguridad, jamás unas gotas de sangre albergaron tanta esperanza y tanto pánico concentrados, miradas de admiración y frustración entrelazadas, más emociones que se entremezclan.

Esos aplausos puntuales, que incluso en ocasiones nos han situado en una franja horaria del día, tan motivadores en un principio y tan sentenciadores a medida que se iban alargando en las semanas. Tan alentadores y tan decepcionantes cuando es el mismo protagonista el que aligera para no cruzarse contigo en el descansillo de casa.

Época de desenmascararse, de mostrar lo mejor y peor de la especie humana, responsabilidad colectiva, el bien común frente al interés individual, jamás hubiera imaginado que esta situación me tocase de forma tan profunda en la escala de valores.

Pasan los meses, se suceden las oleadas, desescaladas, y una y otra vez los mismos patrones de comportamiento, las mismas decisiones más mediáticas que pensadas en términos de salud pública, el dificultoso equilibrio entre salud y economía con el catalizador político.

En definitiva, una nueva situación de salud que se incorpora al día a día, una gran y mediática irrupción pero que progresivamente se irá diluyendo en el maremagnun de la vuelta a la actividad asistencial habitual

Cómo citar este documento

 Ruiz Salvador, Diego. Personas que cuidan a personas. Narrativas-COVID. Coviviendo [web en Ciberindex] 05/07/2021. Disponible en: https://www.fundacionindex.com/fi/?page_id=2149

 

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