Crecer en momentos de crisis

“El virus me ha enseñado a ser paciente, a mirar con otros ojos, a valorar a mis compañeros, a sentirme orgullosa de cada uno de ellos y ha hecho renacer la ilusión y el orgullo por ser enfermera”

Mª Ángeles Arjones Peña
Enfermera. Cádiz.

Nadie podría imaginar cómo nuestras vidas iban a cambiar. Nadie podía imaginar como hace algo más de un año y medio, que tan inesperado suceso como una pandemia fuera a desmontar nuestro estilo de vida de forma tan drástica y cruel.

Mirando atrás, recuerdo la rutina de trabajo de mi recién estrenado cargo de supervisora de consultas externas hacía apenas seis meses, intentando integrar mi visión de trabajo a lo hecho habitualmente.

Empezábamos a oír a hablar del Sars-cov2 en China, algo que nos sonaba muy lejano, poco después la cercana Italia estaba viviendo la masacre que la Covid había traído. Posteriormente Madrid notifica los primeros casos y empiezan las alertas, los compañeros de hospitales madrileños nos ponían los pelos de punta adelantándonos lo que podía llegar a suceder. La preocupación iba in crescendo, los equipos directivos comienzan a movilizarse, reuniones operativas y motivadoras para intentar mantener la calma, en una situación que muchos describieron como “ir a la guerra sin fusil”, una mascarilla y una bata eran nuestras armas más soñadas. El hospital comienza a organizarse, las plantas se mueven, los turnos se cambian, grupos separados de trabajo se crean para garantizar el mantenimiento de la actividad en caso de brote, aunque nadie todavía imaginaba lo que iba a suceder.

Sorprendentemente, el primer caso detectado en el hospital es un caso importado, alguien que retorna de uno de los países más castigados. Saltan las alarmas, a los tres días toda la plantilla de dermatología estaba aislada por casos confirmados o por contacto en estudio. Y comenzó el pánico.

Por un instante, recuerdo que pensé “estoy en una película de ciencia ficción” que iba a acabar de un momento a otro, pero eso no sucedió. Nuestro servicio se vio reducido a la tercera parte de su actividad. Cada vez se sumaban más positivos.

A los eternos turnos de trabajo, que nadie pensábamos recuperar, las situaciones familiares difíciles de solucionar, cuidadoras principales de padres incapacitados, madres solteras que no podían recurrir a los abuelos, se unía la preocupación por los compañeros con síntomas en casa y de algunos ya ingresados. Además, la impotencia de no tener mecanismos para proteger a tus compañeros.

Pero nos reinventamos. En días habilitamos el primer covid car de Andalucía, improvisado bajo la escalinata principal del edificio materno-infantil en una entrada de ambulancias. Los preparativos, los cursos para aprender a ponernos y quitarnos los epis contados a cuenta gotas, todo era una nueva experiencia, muertos de miedo atendíamos con cariño a nuestros compañeros y pacientes. En breve evolucionaríamos hasta nuestras actuales carpas, una vez más nuestra capacidad adaptativa se ponía de manifiesto, ¡ese equipo!

Las desiertas plantas de consultas externas ahora acogían a los pacientes más vulnerables, los de los hospitales de día oncológicos, todos colaboramos en el traslado y en hacerlos sentir lo más cómodos y protegidos posible, mano sobre mano, hora sobre hora, técnicos, sanitarios, celadores, limpieza, hacían de nuevo su magia.

En contrapartida, la huida de determinados profesionales presas del miedo y de la incertidumbre, te sorprendían día a día, al igual que los nuevos descubrimientos de personas que pasaban desapercibidas y que en este momento de necesidad daban un paso al frente. Y me preguntaba “¿por qué no hemos sido capaces de descubrir a estas personas antes?”.

Cuando estábamos agotados, exhaustos tras las dos primeras olas de la pandemia y las fuerzas empezaban a flaquear, un atisbo de esperanza aparece en la trama de nuestra película particular, “las vacunas”. La ilusión por recuperar nuestras vidas y que el miedo desaparezca hace que resurjamos de nuestras cenizas y empecemos a organizarnos para comenzar la soñada vacunación. Nadie puede imaginar lo complicado que resultó organizar toda la logística, la escasez de vacunas, la presión de los profesionales por su administración, hacían una situación cuanto menos estresante. Pero todo valió la pena cuando el primer día pudimos vacunar a nuestros compañeros, a los más expuestos, a nuestros héroes sin nombre.

A pesar del miedo, de la incertidumbre, del dolor de los amigos y familiares perdidos, de la decepción por aquellos que escondieron la cabeza en los momentos de necesidad en esta tragedia, el agradecimiento de los pacientes ha devuelto la esperanza. La dignidad a nuestra profesión ha puesto en su lugar a la enfermería, me ha enseñado a ser paciente, a mirar con otros ojos, a valorar a mis compañeros, a sentirme orgullosa de cada uno de ellos y ha hecho renacer la ilusión y el orgullo por ser enfermera que en ocasiones me costaba mantener a flote. Ya no más miedo, ya no más espérate, ahora es nuestro momento, y espero que seamos capaces de aprovecharlo.

Cómo citar este documento

Arjones Peña, Mª Ángeles. Crecer en momentos de crisis.  Narrativas-COVID. Coviviendo [web en Ciberindex] 13/04/2021. Disponible en: https://www.fundacionindex.com/fi/?page_id=2088
 
 

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