Hoy no es un día como cualquier otro.

“La salud se debe entender como una sola, me cuido para cuidarte; ¿No debió ser así siempre?”

Cahuide Santiago Mejia Victorio
Medicina Familiar. Centro de Salud Condevilla, Perú.

30 de abril del 2020.

Despierto temprano y prendo la televisión, para que las noticias de la mañana me acompañen mientras me alisto para un nuevo turno, hoy toca piquete, así llamamos ahora a nuestros turnos en el centro de Salud. Como muchas otras cosas, la rutina ha cambiado, ya no somos los mismos, ya no volveremos a ser iguales, al menos eso espero.

Mi centro de salud queda a 1 hora y 30 minutos de mi hogar, si tomamos en cuenta el viaje de ida. Para llegar allí tengo que viajar en 3 carros, y aunque el viaje parece largo, por las mañanas no se suelen sentir mucho. El retorno suele ser un poco más cansado, quizás porque las fuerzas nos van abandonando con el pasar de las horas; el camino es el mismo, pero podríamos agregarle 1 hora más al trayecto, ya podemos contabilizar 2 horas y 30 minutos más a mi rutina del día.

Las noticias dicen lo de siempre, malas noticias. Hasta el día de hoy me pregunto, por qué en vez de llamarlas noticias, no las llamamos “malas noticias”, al fin de cuentas es lo que siempre comunican “en el 99% de casos”; ese es solo un estimado que refleja el cansancio que tengo por recibir ese tipo de información por las mañanas. Quizás sea porque lo malo vende más que lo bueno, o tal vez que, hay más cosas malas en el mundo que buenas. Me niego a creer lo último.

Las noticias solo hablan de una nueva amenaza, más malas noticias, una especie de invasor que ha llegado para quedarse, para desplazarnos de nuestra rutina diaria, “el coronavirus o COVID-19”. No es visible a simple vista, pero el día de hoy se debe presumir que todos somos potencialmente contagiosos, que todos lo llevamos dentro, y que la salud de la persona de al lado depende del hecho de decidir si uso o no una mascarilla.

La salud se debe entender como una sola, me cuido para cuidarte; ¿No debió ser así siempre? Hoy todos se preocupan por que el otro se cuide, eso también parece ser nuevo; la vida en solitario, el pensar en uno mismo ya no es tendencia, ahora lo que se requiere es pensar en los demás, al fin de cuentas, de eso depende la salud personal del que antes solo se preocupaba por sí mismo.

Hoy este mal nos ataca a todos, a los de bajo, mediano y altos recursos, sin distinción de grupo etario, hoy todos son víctimas, pero el impacto aún sigue siendo desigual, los que más sufren son las personas de bajos recursos, aquellos que vivían el día a día, aquellos que no se pueden permitir descansar un día, por que sería dejar de comer y eso no es negociable.

Se corre la voz de que los adultos mayores son los únicos que pagarán las consecuencias de los errores del pasado, aunque los más entendidos en el tema saben que esto no es verdad. ¿Quién lo inició? o ¿Cómo se produjo?, no es momento de pensar en eso. Estamos bajo fuego, y a lo largo del mundo caen personas de todas las edades, y no son solo adultos mayores.

Las pérdidas son cuantiosas, y los números siguen subiendo, el problema principal es que algunos no están pensando en las pérdidas humanas, algunos piensan en las pérdidas monetarias, aquellas que serán muy difíciles de recuperar, pero nunca tanto como lo imposible, el recuperar una vida.

Las recomendaciones para evitar más pérdidas humanas son variadas, pero se pueden resumir en una sola, al menos en la mayoría de países parece ser así, “quédate en casa”. Muchos siguen las recomendaciones, otros no. Quizás por que no pueden o en el peor de los casos, por que no quieren. ¿Será que aún no hemos tomado conciencia de lo que está pasando? O es que nuestros determinantes sociales nos impiden apegarnos a las nuevas reglas.

No dudo que todos tengan miedo, es una emoción natural; aunque muchas veces se niegue, lo cual suele ser un tipo de defensa en situaciones difíciles, negar el dolor como una manera de evitar derrumbarse. Algunos no tienen alternativa, sufren porque no pueden hacer lo que otros, no pueden quedarse en casa.

La ayuda llega a cuenta gotas, pero no a todos, pese a los esfuerzos que hace el estado. El problema de nuestra situación actual es que no estábamos preparados para todo esto. Los países sufren a diferente intensidad, así como “caen sus personas” en los hospitales, casas y calles, pero al final de todo esto, que llegará, quizás todos aprendamos una nueva forma de vivir la vida, de ver las cosas, o quizás todo quede en la historia y sigamos en lo mismo de siempre, tratando de sobrevivir desde la posición que nos tocó.

El día de ayer le comenté a mi madre que hoy tenía turno y pude notar el cambio en su expresión, su rostro reflejaba miedo, el miedo de toda madre cuando ve a su hijo en riesgo. Con un tono de despreocupación le digo que nada pasará, que solo iré a ver pacientes y que no estaré tan expuesto como otros médicos sí lo están en los diferentes hospitales de nuestro país. Era mi manera de negar las cosas, era mi manera de buscar su tranquilidad, de evitar que se derrumbara.

Todo era mentira, sabia que estaría expuesto, aunque no en el ojo del torbellino, al menos eso parecen inferir algunos colegas que no pertenecen al primer nivel de atención. La verdad es que a estas alturas todos estamos expuestos, en mayor o menor grado, pero ella no necesitaba saber eso. Ella necesitaba escuchar que estaría bien, que volvería a casa sano y salvo, y yo necesitaba creer, que ella también lo estaría.

Busco el control remoto con rapidez, es momento de salir de casa, cojo la mascarilla quirúrgica, “la simple”, que un día compramos para armar un pequeño botiquín. Sólo tengo una mascarilla N95 que ya he usado en otros 3 turnos y no quiero deteriorarla más de lo necesario. No sé cuándo me volverán a proporcionar una nueva para usar, de esas que tantos conocen ahora y que muchos usan, incluso el personal no médico.

Cada uno racionaliza sus recursos según sus limitaciones. Lo cierto es que muchos colegas que están haciendo frente a esta amenaza no se encuentran bien protegidos, muchos de ellos piden implementos de protección para continuar, no quieren dejar sus puestos, “quieren armas para defenderse”.

El compromiso no está en discusión, aunque cada uno con sus limitaciones y distintas realidades, siguen ayudando desde donde les tocó, unos hoy y otros mañana, todos saldremos al frente cuando nos toque hacerlo, todos fuimos entrenados para esto, pero ello no implica ser héroes ni kamikazes. Cada uno de los que luchan hoy solo quieren algo que no se les ha dado aún, quieren un lugar digno donde trabajar, las herramientas necesarias para ayudar a las personas, para protegernos, para proteger a los demás.

Queremos inversión real, honesta y justa para el sector salud de nuestro país. No queremos ser olvidados, no queremos ser usados para ser luego despedidos, terminada la emergencia sanitaria.

Las horas pasaron muy rápido, he vuelto a casa sano y salvo, al menos es lo que ve la persona que me abre la puerta, la que me trajo al mundo. Pude ver en sus ojos que el alma le volvió al cuerpo, ya tenia a su compañero de vida en casa, y es que somos una familia como cualquier otra, diferente, monoparental, o como ella lo define, somos uno solo…

Me pregunto si después de esta crisis mundial, todos podamos decir eso, mejor dicho, me pregunto si todos podremos ponerlo en práctica. Me pregunto si pasada la emergencia, la salud se volverá una prioridad, el primer nivel de atención recibirá lo que merece, recursos que permitan atender, prescribir y solucionar los problemas de las personas que buscan ayuda en estos establecimientos de salud.

Las decisiones se están tomando, las promesas se van asomando, al menos eso se escucha en las noticias, el 1% de ellas, que tengo oportunidad de ver de regreso a casa. Lo que aún no escucho decir es que el primer nivel de atención será reforzado, será tomado en cuenta. ¿Qué hubiera pasado si este problema se hubiera comenzado a abordar desde el primer nivel de atención? ¿El resultado que nos toca vivir hoy, sería diferente?

Me queda la esperanza de ver que, cuando todo esto haya pasado, que pasará, la situación cambie para bien y el día a día que nos ha tocado vivir al personal de salud en cada establecimiento de salud de nuestro país y en todos los niveles, sea mejor. Me queda la esperanza de que el estado no nos olvidará, de que no cometerá el error que yo he cometido el día de hoy. Hoy no es un día como cualquier otro, hoy cumple años mi madre y lo olvidé…

Cómo citar este documento

Mejia Victorio, Cahuide Santiago. Hoy no es un día como otro cualquiera. Narrativas-COVID. Coviviendo [web en Ciberindex] 17/03/2021. Disponible en: https://www.fundacionindex.com/fi/?page_id=2004
 
 

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