“No sabemos si tendremos otras ni cuándo. Lo que sí sabemos es que como enfermeras estaremos ahí, junto al paciente y su familia”
Maria Teresa Estévez Morales
Enfermera. Dirección de cuidados. Agencia Pública Sanitaria Poniente, El Ejido, Almeria, España.
Son más de las 10 de la noche y nos llega un mensaje: “En observación hay un paciente COVID positivo y va a ingresar en planta”… Es el primero. Llevamos semanas preparándonos. Está todo organizado. Al menos eso esperamos. La unidad COVID se ha preparado en la planta que hasta hace poco más de un año era la que yo llevaba, y ahora, desde la Dirección, eso para mí es un peso añadido, que intento evitar, pero es imposible. No puedo evitar la tentación, y las llamo. Hago una videollamada con el equipo que está de turno para ver cómo están y hacerles llegar mi apoyo. Están preparadas, se han formado, tienen equipos de protección y saben cómo se trabaja con pacientes en aislamiento; pero en esos días, el miedo y la incertidumbre nos atrapa un poco. Me contestan todas juntas, nerviosas, con los EPIs preparados. Les hace ilusión, y a mí también. Han formado parte de mi día a día durante 12 años y en estos momentos tenemos que estar cerca.
– ¿Cómo estáis? ¿Tenéis de todo? ¿Ha llegado ya el paciente?
– Estamos bien, nerviosillas, pero bien. Tenemos de todo.
Mira… Me pasean por la unidad con el móvil, me lo enseñan todo con ilusión, porque saben que están preparadas, y a la vez nerviosismo por la nueva situación.
– Aquí nos vestimos. Ya tenemos el espejo. Menos mal que llegó ayer… Aquí tenemos los equipos preparados… y esta es la esclusa para retirarlos.
El paciente está a punto de llegar. Nos han llamado que sube.- Hablan deprisa y bajo. La luz es tenue en la unidad y hay silencio.
– Cuidaos mucho entre vosotras.
El paciente llegará asustado, pero vosotras sabéis cómo ayudarlo. En los días siguientes los pacientes van ingresando. La mayoría son mayores. Muchos de ellos de un viaje, y se conocen. Saben que ha fallecido uno y están asustados. La siguiente vez que hablo con ellas, su semblante ha cambiado y la preocupación por la situación de los pacientes ha borrado de sus caras la sonrisa. A algunas se les humedecen los ojos. Querría estar allí con ellas. Hasta al más gatuno, le sale en estos momentos la necesidad de abrazar. Me cuentan que las noches son muy duras. Los pacientes tienen miedo, lloran y gritan porque están solos y saben que ya ha fallecido un amigo suyo, compañero de viaje y de vida. Todavía estamos muy limitados con los EPI y tenemos que usarlos con prudencia.-
¡Qué impotencia!- Me dicen.
Necesitan estar con los pacientes, tocarlos para que sientan su “PRESENCIA”:
5340- Presencia: Permanecer con otra persona durante los momentos de necesidad, tanto física como psicológica. – Mostrar una actitud de aceptación. – Comunicar oralmente simpatía o comprensión por la experiencia que está pasando el paciente. – Ser sensible con las tradiciones y creencias del paciente. – Establecer una consideración de confianza y positiva. – Escuchar las preocupaciones del paciente. – Permanecer en silencio, si procede. – Establecer contacto físico con el paciente para expresar la consideración, si resulta oportuno. – Estar físicamente disponible como elemento de ayuda. – Permanecer físicamente presente sin esperar respuestas de interacción. – Establecer una distancia entre el paciente y la familia, si es necesario. – Ofrecerse a quedarse con el paciente durante las interacciones iniciales con otras personas de la unidad. – Ayudar al paciente a darse cuenta de que se está disponible, pero sin reforzar conductas dependientes. – Permanecer con el paciente par fomentar seguridad y disminuir miedos. – Reafirmar y ayudar a los padres en su papel de apoyo de su niño. – Permanecer con el paciente y trasmitirle sentimientos de seguridad y confianza durante los periodos de ansiedad. – Ofrecerse a entrar en contacto con otras personas de apoyo (cura / rabino), si procede.
Quizá nunca antes habíamos sido conscientes de la importancia de esta intervención tan enfermera. Siempre está presente en nuestros planes, en nuestros protocolos, incluso forma parte de nuestro trabajo diario casi sin darnos cuenta. Pero en estos momentos, si te paras a leerla otra vez, te das cuenta de lo que supone un aislamiento tan estricto para el paciente y para nosotros. Cuántas de esas actividades se complican o incluso se hace imposible realizar. Cuánto nos queda por aprender sobre la importancia de la Presencia. Porque la hacemos, pero no la valoramos… hasta ahora. Han pasado más de seis meses y hemos aprendido mucho. Hemos tenido que adaptarnos, buscar alternativas, adecuar los recursos.
Ahora tenemos cámaras con micro para hablar con ellos, tabletas para hacer intervenciones, para comunicarlos con su familia, y lo más importante, EPIs que nos permiten estar “presentes” en más ocasiones. Hemos dejado atrás nuestros miedos y nos hemos centrado en trabajar para que el paciente se sienta seguro. Pero no podemos pensar que ya está todo hecho, ni dejar caer en el olvido otra vez “esta intervención tan enfermera”. No nos podemos olvidar de la familia, que también necesita estar presente, estar cerca de alguna manera.
También necesitan que nosotros les hagamos sentir seguros. Ya lo sabemos hacer con el paciente. Ahora les toca a ellos. Apostemos por aprender a tener silencios cómodos; a escuchar sin sentir la necesidad de contestar, sólo escuchar; a aceptar las preocupaciones del paciente sin sentirnos amenazados, sintiendo que podemos ayudarlos; a sonreír, aunque sea con los ojos, que sientan que todo va a ir bien, sea cual sea el final, porque vamos a estar “presentes”. Nos quedan meses de pandemia. No sabemos si tendremos otras ni cuándo. Lo que sí sabemos es que como enfermeras estaremos ahí, junto al paciente y su familia.
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