La pandemia me ayudó a recuperar la vocación perdida

“No sé si será vocación, amor a la profesión o instinto de salvación, pero eso mismo fue lo que llevo a miles de profesionales de la salud en el mundo a volcarse tanto en esta batalla”

Bárbara García Marín
Unidad de hospitalización Covid-19. Hospital Universitario Puerta de Hierro, Madrid, España.

El 2020 se prometía como un año grande para la enfermería. Coincidiendo con el bicentenario del nacimiento de nuestra querida Florence Nightingale la OMS declaró que este sería nuestro año. Muy lejos de lo que esperamos que esto supondría para nuestra profesión, sin duda ha sido un año en el que la labor enfermera ha tenido un protagonismo abismal. Para mí 2020 empezó en Marzo, justo en el día en el que nos dijeron que aquel virus que en febrero estaba creando el caos en China, había llegado a nuestro país. En ese momento yo me encontraba a 3000Kms de casa teniendo una lucha interna entre el deber como enfermera o la responsabilidad ciudadana de no viajar en medio de una pandemia, hasta que un día me desperté y sin pensarlo volví a casa. Pasaron diez días y ya estaba otra vez haciendo maletas emprendiendo un viaje desde Murcia hasta Madrid para luchar en una guerra en la que aún no era consciente de la fortaleza del enemigo.

Comencé mi “andadura” con el covid un 3 de abril en el que mi primer día como enfermera de hospitalización de toda mi vida, ya que solo había trabajado en una residencia desde que acabé la carrera en 2019, fue poniéndome un Epi, si a aquello se le podía llamar Epi. Esto es lo que más me llamó la atención. El personal sanitario, en primera línea de batalla, en muchas ocasiones de manera expuesta sin el material necesario. Me resultaba chocante como en la televisión entrevistaban a expertos que explicaban el uso correcto de las mascarillas diciendo que debían usarse unas determinadas horas mientras por otro lado, en mis primeras semanas en el hospital tenía que llevar la misma mascarilla Ffp2 durante quince días seguidos para poder pedir otra. Considero que este es uno de los mayores aprendizajes que sacamos de esta primera “ola”. Nos hemos jactado durante años diciendo que tenemos la mejor sanidad del mundo, pero lejos de entrar en politiqueo, hemos visto como los recursos no han sido gestionados de la mejor manera, y aun así, aunque la sanidad ha sido el principal objetivo de cualquier “recorte”, hemos sabido trabajar sin descanso utilizando lo poco o mucho que teníamos disponible en esta pandemia.

De esta reflexión saco dos frases que me encantan: “la sanidad no se toca” y “no tenemos la mejor sanidad del mundo, sino los mejores profesionales sanitarios del mundo”, y precisamente de ellos y ellas quiero hablar ahora, de mis compañeros y compañeras de batalla, de guerra o como queráis llamarlo. Que tu primera experiencia profesional en hospitalización sea en medio de una pandemia da miedo, mucho miedo, y si a ello se le suma que eres consciente de que las compañeras y compañeros con los que estás trabajando llevan ya unas cuantas semanas trabajando sin descanso piensas que va a ser un caos. A pesar de ello, he podido compartir mis horas de trabajo con profesionales que me han sujetado la mano cuando lo he necesitado y gracias a esas personas que me han estado ayudando desde el primer día pude “sobrevivir” a los largos, estresantes y duros días de trabajo. Sin duda, eso fue mi salvación, el apoyo mutuo que hemos tenido.

En estos meses de duro e intenso trabajo no ha habido ni un solo día en el que no me haya sentido orgullosa de la labor que estábamos haciendo, obviamente no lo hemos hecho por reconocimiento y gratitud, sino porque un día elegimos ser enfermeras y en nuestra profesión va implícito el curar, aliviar y acompañar sin esperar nada a cambio. Conforme aumentaban las víctimas de coronavirus crecía en mí el desánimo, la frustración, la desazón, el miedo y el cansancio. He sentido que se había perdido la humanidad de los cuidados. Mis pacientes sí que han sido los verdaderos héroes y heroínas de esta pandemia. Han pasado, los que han podido superarlo, por la peor etapa de su vida, enclaustrados en una habitación sin tener más contacto que el de alguien vestido de “astronauta”. Aún sigo sin concebir como hemos podido llegar al punto de tener que dar el relevo con el ya famoso “no es candidato o candidata a UCI”. Es horrible. Nunca se borrará de mi retina el ver morir a gente que aún tenía mucho por vivir. Lo único que me consuela es saber que en muchos momentos he podido acompañar a alguien hasta su último suspiro y que por lo menos ha muerto acompañado.

Cuando terminé la carrera sabía que aún me quedaba mucho por aprender pero el “máster” que he hecho “gracias” a esta pandemia es bestial. Me he dado cuenta de toda la formación que nos falta, pero que trabajando en equipo y con el objetivo común de salvar vidas hemos ido hacia adelante. Son muchas vidas las que hemos dejado en el camino y muchas inesperadas, pero no he sentido, ni creo que vaya a sentir en todos los años que me quedan como enfermera, satisfacción mayor que la de los aplausos que les dábamos a nuestros pacientes cada vez que se iban de alta.

Cada alta era un logro, un logro que habíamos conseguido juntando todo nuestro esfuerzo y empeño. Tal y como cuento al principio, cuando comenzó esta pandemia vivía en el extranjero, pero no he contado que me encontraba buscando mi vocación y el camino que debía seguir, ya que no tenía claro que la enfermería fuera lo mío.

Hoy habiendo pasado 9 meses desde que estalló el caos en España puedo decir y asegurar que no sé si sería digna de recibir el premio a la enfermera del año, pero que lo que me impulsó a dejarlo todo y emprender un viaje hacia el epicentro del “apocalipsis” es algo que podríamos denominar “energía” que solo los que nos dedicamos a esto podemos entender. No sé si será vocación, amor a la profesión o instinto de salvación, pero eso mismo fue lo que llevo a miles de profesionales de la salud en el mundo a volcarse tanto en esta batalla que incluso algunos injustamente han perdido la salud o la vida.

Cómo citar este documento

García Marín, Bárbara. La pandemia me ayudó a recuperar la vocación perdida. Narrativas-COVID. Coviviendo [web en Ciberindex] 11/12/2020. Disponible en: https://www.fundacionindex.com/fi/?page_id=1927
 

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