
“Para mí, muchos de mis compañeros han sido y son el hombro en el que me apoyo”
Pablo López Bodelón
Unidad de Cuidados Intensivos. Hospital del Bierzo, España.
Actualmente pertenezco al grupo de los “enfermeros eventuales”, aquellos que estamos para cubrir vacaciones, bajas, acumulación de tareas, etc, hasta ir consiguiendo más puntos que nos acerquen a mejores contratos o hasta conseguir, en el mejor de los casos, una plaza. El 23 de Marzo de 2020, me llamaban de la mesa de contratación del hospital de mi ciudad para ofrecerme un contrato en la UCI temporal que se había habilitado para poder seguir acogiendo pacientes diagnosticados de enfermedad por coronavirus 2019 y que necesitaban cuidados intensivos. Nunca se me pasó por la cabeza rechazar el contrato, a pesar de mi nula experiencia en la UCI, ya que siempre he considerado que el personal de enfermería es capaz de adaptarse y dar los mejores cuidados a todo tipo de pacientes, puesto que la entiendo como una profesión de gran vocación. Ya como estudiante recuerdo la importancia que se le daba a la definición de equipo multidisciplinar, en este caso el formado por un grupo de profesionales de diferentes disciplinas como son los celadores, las TCAES, los médicos, las enfermeras, la supervisora, etc. y cuya finalidad es que todo el personal trabaje unido para obtener el logro de unos objetivos comunes.
En este momento de pandemia creo que el equipo multidisciplinar cobra más importancia que nunca, siendo el motor principal para que todos los sanitarios, a pesar de la sobrecarga de trabajo, la falta de personal, las intensas jornadas o las complicaciones que puedan surgir, nos apoyemos unos a otros para poder seguir luchando contra esta situación. El colapso sanitario por el Covid-19 ha dado lugar a un aumento de la demanda de profesionales sanitarios sin formar adecuadamente. Los enfermeros más veteranos y especializados, como por ejemplo los del servicio de UCI, además de enfrentarse a este aumento de carga de trabajo y desabastecimiento de material, tienen que ayudar en la formación de este personal no especializado, ya que la necesidad de la pandemia ha exigido que sea así. En mi opinión, esto encaja en la finalidad del equipo multidisciplinar, es decir, en la consecución de un objetivo común, en este caso dar los mejores cuidados a estos enfermos que los encaminen a una pronta recuperación.
En estos momentos, en que nuestra forma de relacionarnos socialmente ha cambiado tanto, en la que casi no ves a tus seres queridos, como son tus padres, tus hermanos, tus amigos…, en la que los abrazos y los besos reconfortantes han quedado en un segundo plano, parte del equipo con el que trabajas día a día acaba convirtiéndose en una segunda familia. Nadie mejor que ellos van a comprender y entender los miedos y los retos a los que nos enfrentamos día a día. Creo que muchas personas pueden empatizar con la labor que ahora mismo es llevada a cabo por el personal sanitario, pero nadie te va a comprender mejor que los que están pasando por lo mismo que tú. Como que a la elevada carga de trabajo se le suma un equipo de protección, que intentas colocar y acomodar lo mejor posible, pero que en la que cabo de un rato estás nadando en sudor y con las gafas empañadas, algo que dificulta el desempeño de tu trabajo. En mi caso y en el de otros compañeros y compañeras que han caído igual que yo en un servicio especializado como la UCI sin estar especializados, en la que los altos porcentajes de ocupación de camas a nivel nacional e internacional nos puede dar una idea de los estragos de la pandemia, y los que hemos aprendida a “palos” pienso que nos ha sido más fácil compartir nuestras preocupaciones.
Todos acabamos hablando de lo mismo, de cómo vamos evolucionando poco a poco, día a día, a nivel profesional, de la agonía que nos daba aspirar las secreciones del tubo endotraqueal de los pacientes o de cambiarles el hiladillo para fijarlo, la dificultad de ponerlos en decúbito prono para mejorar la ventilación, el cambio según protocolo de los filtros de los respiradores, el miedo de que apareciese una complicación y verte sólo sin ayuda para resolverla lo antes posible, el afrontar nuevos ingresos, el manejo de los respirados, el comprobar diez veces que los medicamentos van correctamente por cada luz de la vía central, etc.
A nivel personal también compartimos otros miedos como el temor de contagiarnos, o de llevar para nuestra casa el “bicho” y contagiar a nuestras familias, la repercusión que puede tener el cansancio físico o mental que vamos arrastrando, el cambio constante de los turnos, el desconocimiento de cuantos días más seguiremos en la unidad hasta que dejemos de ser imprescindibles y nos reubiquen en otro servicio. Pero todo lo anterior se viene a menos cuando los pacientes, por los que todos hemos luchado tanto, empiezan a mostrar mejoría y comienzan el proceso de destete, es decir, la suspensión de la ventilación mecánica porque ya son capaces de mantener una respiración espontánea. Cuando se les suspenden las perfusiones de sedación y empiezan a ser conscientes de todo, del proceso por el que han pasado, de los días que llevan en la unidad, de la preocupación de sus familiares, del cariño y respeto recibido. Entonces en ese mismo momento valoras cada vez más tu trabajo y el de todos tus compañeros, porque todo ello es el resultado de la intervención de cada uno y todos los miembros del equipo multidisciplinar.
Por todo esto, considero que un buen equipo de trabajo no sólo ayuda a la hora de prestar unos cuidados continuados de calidad, sino también es primordial para el equilibrio y bienestar de todos los miembros, para el continuo aprendizaje bidireccional, para mejorar técnicamente, para seguir en continua formación y para superarte y crecer día a día. Para mí, muchos de mis compañeros han sido y son el hombro en el que me apoyo cada vez que el COVID-19, en determinados momentos, parece que me quiere ganar el pulso, y son ellos los que me hacen ver que el equipo no puede funcionar si no estamos todos en pleno funcionamiento para ganar la batalla al SARS-CoV-2.
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