“Todos nosotros, los actores principales y secundarios de un guion distópico digno de los mejores directores, convirtiéndose en la más taquillera de nuestros tiempos”
Vanesa María Robles Suárez
Atención a la dependencia y discapacidad. CAMF(Leganés), España.
A los que nos gusta el género de ficción, películas, series, libros…todo aquello que te puede trasladar a una situación irreal, épica y cuanto menos surrealista, que te transporte a otro mundo, nunca llegamos a imaginar que nos veríamos involucrados en una de ellas, por mucho que nuestra mente se imagine situaciones alternativas a la vivida, nunca pensamos que esto llegaría a ser real. El argumento de este largometraje, comienza con las primeras imágenes, titulares de prensa, informaciones que venían de otro continente, tan lejano, tan diferente culturalmente que nunca pensamos que llegaría, es como estar en una sala de cine donde el espectador eres tú, hasta que pasan días, semanas y la información es cada día más preocupante, aquel virus que inició enfermedades que veíamos tan lejanas, cada vez lo teníamos más cerca. Llega a Italia, país semejante al nuestro, por cultura, raíces lingüísticas, clima, cercanía, se escuchaba, recuerdo, aquel periodista que en la actualidad es corresponsal en ese país, que no era de preocupar, la sintomatología y los casos de el “nuevo virus” al que nos enfrentábamos, habían llegado, pero en este caso, no existía preocupación, era un virus mucho menos agresivo, comparándolo con la gripe. He de decir, que aquel mensaje, me tranquilizó, donde existían miedos, dejó lugar a un poco de paz. Hasta que, a la vuelta de la esquina, nuestro sistema sanitario, se empezó a desplomar y los profesionales y pacientes, la población en general, nos vimos envueltos en algo que nunca habíamos imaginado, como si nos trasladáramos en el tiempo a una velocidad excesiva y en segundos nos colocara en un momento temporal que jamás hubiéramos sospechado.
Desde nuestra butaca, se observan miles de escenas paralelas, cada una de ellas con sus similitudes y diferencias, cuyos protagonistas proyectan experiencias desde un mismo escenario. Una de ellas, fue lo que a muchos nos tocó vivir, formando parte del sistema sanitario como enfermera y llegando a una ciudad, donde comenzó a verse con mayor saturación y devastación, enfrentándonos a un problema sanitario multidimensional. Era lo que me esperaba y lo que probablemente (vamos a pensarlo así) debía vivir.
Salí de mi zona de confort, explorando situaciones y empapándome de experiencias, tan necesarias para afrontar una vida cargada de adversidades, pero también de felicidad. Tras la adjudicación de mi destino, llega enero y me enfrento a una nueva ciudad, nuevos compañeros laborales y compañeros de hogar que se han convertido en mi pequeña familia. Siempre con el objetivo de mejorar laboral y personalmente. En el inicio del proceso de adaptación es cuando comienzo con un ligero malestar, mi cuerpo no iba bien, la tos que presentaba en aquel momento y que llegó con tanta fuerza, hizo plantearme que pudiera ser la enfermedad de la que tanto se hablaba. Ahí comienza mi pequeña investigación, realizando lecturas diarias de diferentes fuentes oficiales y científicas, indicando que, aunque ha llegado “algo” parecido a una gripe, no lo es, y me preguntaba, ¿Cómo diferenciarlo, cuando era tan similar?, existe alguna prueba en el medio del caos que pudiera identificarlo? Me resistía a pensar que hubiera podido contagiarme, aunque me preocupaba la idea de no saber con exactitud a que nos enfrentábamos y la mente comenzó a luchar entre la realidad y la ficción.
Obligada a retirarme de mi actividad laboral, como tantos de nosotros, el sentido de la responsabilidad me invadía, la vorágine a la que nos vimos sometidos en los primeros días, el intento de organización y la protección de los más débiles (mis pacientes) era una batalla que había que superar, y una preocupación diaria, hacer todo lo que se podía desde nuestro conocimiento para cuidar de los nuestros, pero tanta información contradictoria, eran de auténtica locura. En mi organización, teniendo en cuenta que pertenezco a una institución pública y pequeña, desde mi ausencia, y recuperándome de aquello que no sabía lo que era, intenté ayudar a mis compañeras. Lecturas de las últimas noticias, procedimientos, documentos, protocolos, cursos, llamadas telefónicas, todo, cuanto estaba de mi mano, teniendo en cuenta que quedaban en plantilla tan sólo un 30% de profesionales asistenciales de enfermería, enfrentándose a una actividad que se había multiplicado por 10 y había que poner toda nuestra mente, cuerpo y corazón en lo que se hacía. Nos sentíamos obligadas a dar respuesta a todo aquello que surgía, no solo con los pacientes, sino con el resto de trabajadores, para intentar fomentar un entorno favorable dentro del desorden que existía. Varias semanas después, llegó la gran noticia. Una parte de profesionales pertenecientes a la misma institución, tuvieron que suspender su actividad en ese momento y se unieron a nuestra particular batalla diaria. Unas cuantas almas guerreras que llegaron como un regalo y que, en medio de tanto descontrol, aportaron su granito de arena para brindar su ayuda.
Este pequeño fragmento del guion, sugiere una reflexión que como enfermera y en la elección de nuestra profesión, en gran medida, vocacional, vivimos situaciones a menudo reconocidas como estresantes, ofrecemos y ponemos todo de nuestra parte, y es que parece que estamos hechos “de una pasta especial”, somos capaces de resistir horas trabajando, y aunque los pacientes y el entorno no sea el ideal, lo intentamos todo, conseguimos mantener una fuerza sobrehumana, que cuando lo recuerdas, no sabes de dónde ha salido. Cuando te dejas la piel en lo que haces, se llega a una sensación placentera, difícil de explicar y al que sólo se llega cuando amas una profesión. La situación a la que nos enfrentamos cuando la puerta de entrada a los centros sanitarios se fue incrementando de una forma poco usual, desarrollando la actividad en un escenario hostil como si de una situación de guerra se tratara, compañeros retirándose de sus puestos, muchos de ellos de forma forzosa, sin saber muy bien lo que nos acechaba, llegamos a un estado de máxima precariedad material y personal y con ello, el cansancio físico y mental que se acumulaba día tras día junto con el sentimiento que más nos ha invadido, la SOLEDAD, a la cual se puede llegar por elección personal, pero no, esta vez, ha llegado de manera impuesta. Porque, aunque son muchos los compañeros que se tienen, no había tiempo para parar y dialogar de forma extendida sobre las sensaciones que nos generaba esta situación catastrófica.
Llegábamos a nuestras casas y después de los duros turno que se generaban y que se alargaban en el tiempo, lo único que necesitabas era el descanso, tan buscado en esos días y que con la agitación mantenida era difícil de encontrar. Y es que, todas las adversidades a las que nos enfrentamos, debemos recibirlas como un aprendizaje en el camino. Escenarios, sentimientos, sensaciones, palabras, gestos.
Todos nosotros, los actores principales y secundarios de un guion distópico digno de los mejores directores, convirtiéndose en la más taquillera de nuestros tiempos, y como parte de una saga cinematográfica que aún está por terminar porque lo cierto, es que la REALIDAD siempre, supera la ficción.
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