Reflexiones de una trabajadora social.

“Indispensables en esta pandemia: formación de los profesionales, sanidad pública y servicios sociales”

Lucía Nogales
Trabajadora social. España

La verdad, no recuerdo bien como empezó todo. Recuerdo que, cuando comenzó el confinamiento, yo estaba en el paro, preparándome unas oposiciones para un puesto de sustitución de tres años de Trabajo Social en el Ayuntamiento de mi pueblo, con las cuales me acabe desmotivando y dejé por no ver un fin. Como Trabajadora Social me preguntaba que podía hacer para ayudar, me informé y acabé inscribiéndome en el servicio de voluntariado de mi pueblo destinado a hacer labores de ayuda a aquellas personas que eran positivas en Covid-19 y no podían salir de sus casas para satisfacer las necesidades básicas, como ir a hacer la compra. Me denegaron la participación por ser una persona de riesgo al tener una enfermedad respiratoria. En aquel momento, la impotencia era mayor si cabe, pensaba mucho en mis compañeras de profesión y concluí que una de las mejores cosas que podía hacer era quedarme en casa y llevar todas las medidas de prevención de una manera estricta.

Pasé la primera ola de la pandemia en casa de mis padres, mi madre es enfermera en el centro de especialidades de mi pueblo, en tocología, lógicamente, ella tenía que ir a trabajar todos los días y era a través de su experiencia la que me trasportaba a lo duro de lo que estábamos viviendo. Ella tenía que lidiar a diario con pacientes que no querían ponerse la mascarilla, a desinfectar entre paciente y paciente todos los materiales de la consulta, a tener que decirle a los acompañantes de las mujeres que veía a diario que no podían entrar a ver la primera ecografía de su futuro hijo… Cuando llegaba a casa, veía en sus palabras cansancio, miedo y respeto hacia todas sus compañera que se estaban dejando el pellejo todos los días en primera linea. Durante la desescalada, mi sentimiento de miedo se elevó al ver que con la llegada del verano todo transcurría como si nada hubiera pasado. Mientras tanto la pobreza en el país seguía aumentando, los servicios sociales y asociaciones estaban saturadas por la oleada de personas que acudían en busca de ayuda, miles de personas quedaron sin trabajo y las que no en ERTE esperando respuestas de su superiores, con el agua al cuello para poder pagar gastos. Me invadía de tristeza pensar que había familias que no tenían para comer, mientras que otros debatían sobre que Comunidad Autónoma estaba empleando mejores medidas preventivas para evitar la expansión del virus, acabando su discurso con un ̈nosotros más o nosotros mejor”.

Como Trabajadora Social, mi interés está en las personas que necesitan calor, apoyo y ayuda para salir adelante, y creo que se han obviado a estos colectivos dando por hecho que sus necesidades ya están cubiertas con el sistema de Servicios Sociales que tenemos en la actualidad y la batería de recursos humanos que trabajan en este. En especial me entristece y me indigna la situación de olvido que se ha vivido en las residencias de ancianos. Estas personas tan olvidadas durante años en nuestro país y que tanto se merecen. Y mientras tanto yo en casa, sin poder ejercer por riesgo y teniendo un cuidado extremo por contribuir a la no saturación del sistema sanitario. Explicar los sentimientos como profesional que tengo en la actualidad es muy difícil para mí. Siento rabia e impotencia por no poder poner mi granito de arena y contribuir así a la sociedad en estos momentos tan difíciles. Por otro lado, siento fuerza y respeto por todos los profesionales que están ahí, en primera linea, manteniendo el ataque de esta segunda ola. También siento enfado, porque como sociedad no hemos aprendido nada, aquella mítica frase de ̈saldremos mejores ̈ se ha quedado en el olvido y como conjunto de sociedad dejamos mucho que desear. A menudo se ven ejemplos de lo mala que es la ambición y las ganas de poder en nuestros gobernantes y los conflictos de intereses que se extrapolan en nuestra sociedad dando lugar a confrontaciones y segmentación de la población, cuando es el momento para estar más unidos que nunca. También siento desconcierto y cierta impotencia por la criminalización de ciertos colectivos sin dejar lugar a la comprensión de lo que puede estar pasando para actuar de cierta manera.

Mi reflexión con todo lo vivido es crítica, muy crítica con la sociedad como conjunto, pienso que la hipocresía no puede estar tan presente en situaciones de urgencia como es la pandemia por Covid-19. Todo lo acontecido me ha afectado, llegando a pensar que en una sociedad egoísta y sin valores justos bloquea una profesión como es el Trabajo Social. Desde aquí soy consciente de la gravedad de lo que estamos viviendo y que todavía nos queda camino por recorrer, debemos hacer una reflexión como sociedad para poder dar un respiro a aquellas personas que de verdad están sufriendo la fatalidad de lo que es del Covid-19. Debemos cuidarnos y cuidar de los demás en el sentido holístico de la palabra, dejar a un lado el individualismo que nos gobierna y dar paso a la comprensión de los que de verdad se la merecen en estos momentos, de aquellos que por una circunstancia u otra están sufriendo de manera cercana las diferentes consecuencias a la que nos está llevando la crisis de la pandemia por Covid-19.

Confío en que saldremos de esta situación tan desagradable para todos, al final todo lo acontecido se quedará como un recuerdo y un aprendizaje personal, profesional y social, dando el lugar y la importancia correspondiente a aquellos servicios que hemos comprendido como indispensables en esta pandemia como son la buena formación de los profesionales, la sanidad pública y los servicios sociales.

Cómo citar este documento

Nogales, Lucía. Reflexiones de una trabajadora social. Narrativas-COVID. Coviviendo [web en Ciberindex] 06/12/2020. Disponible en: https://www.fundacionindex.com/fi/?page_id=1885
 

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