En aquellos días todo resultaba monótono, repetitivo. Veinticuatro horas de información monotemática sobre la pandemia del coronavirus, la pandemia de la era moderna, la pandemia que los engreídos países desarrollados de Europa y EEUU veían de lejos y que pensaban estaban suficientemente preparados para combatirla con sus “magníficos “ y superdotados Sistemas Sanitarios. A mis oídos resultaban nuevas en los informativos palabras como solidaridad, organización ciudadana, personal sanitario (en vez de equipo médico) resiliencia, balcones, respiradores y una canción con más de treinta años, “Resistiré”, del “Dúo Dinámico”.

Carencias, descoordinación entre administraciones, falta de equipamientos para los profesionales en primera línea y, sobre todo y como siempre, los gobiernos haciendo oídos sordos a los profesionales y expertos en salud y el desfase entre la macro y la micro-gestión de las organizaciones sanitarias.

Soy enfermero desde hace 17 años y nunca había sentido tanto orgullo por la profesión que ejerzo al ver como la enfermería a nivel mundial se desvivía por cuidar a las miles de personas afectadas. Y al mismo tiempo en mi realidad más cercana, tanta frustración y tanta impotencia por ver cómo no se coordinaban los centros sanitarios de Granada (tanto SAS como Agencias Sanitarias) para evitar el colapso en las unidades de Urgencias, UCI, Medicina Interna y Neumología de los grandes hospitales de la capital.

La posibilidad de traslado de pacientes para aliviar la carga de trabajo de los Centros de referencia a Hospitales como el “mío”, en el que teníamos disponibles veinte habitaciones dobles vacías y todo el personal dispuesto a trabajar y a aportar lo mejor de sí mismos, no se contemplaba. ¿Por qué en vez de abrir una planta del antiguo Hospital Clínico no se trasladaban esas personas a nuestro centro? Parecía más operativo instalar en dos plantas de un antiguo hospital que llevaba casi tres años cerrado, desvalijado, inhóspito, sucio y desprovisto de medios materiales y humanos, a las personas de las que se esperaba una resolución de su situación a corto/medio plazo. Y así lo habían hecho y habían dotado la unidad de enfermeras que voluntariamente querían desplazarse desde nuestro hospital y de contrataciones exprés para trabajar en ese “barco fantasma”.

¿Es costo-efectivo? ¿Es operativo? ¿Es ético? ¿Es HUMANO? Preguntas que me rondan la cabeza y a las que no consigo dar respuesta. ¿Estaban tan desbordados como para pensar en montar un hospital de campaña en una nave de exposiciones habiendo camas disponibles en otros hospitales de la provincia? Me constaba que desde mi centro de trabajo se habían ofrecido alternativas, tanto de ingresar pacientes Covid +, como los de otras especialidades Covid – y ambas propuestas habían sido rechazadas.

El desánimo y la sensación de inutilidad crecían por momentos en mí, al igual que las víctimas de coronavirus, al igual que el cansancio entre el personal de enfermería de unidades dedicadas al covid-19, al igual que la impotencia del personal solicitando los medios de protección adecuados y que parecía que nunca llegaban. No alcanzaba a comprender qué motivos habría para gestionar esta situación de esta manera pero me quedaba claro que en algún punto de la cadena de gestión o de mando había algo que estaba fallando estrepitosamente. De nuevo la política, los actos politizados, los discursos volvían a imponerse por encima de los actos que aportaban valor y medios a la realidad de la pandemia que estábamos padeciendo.

El año 2020 era el año propuesto por la OMS como el año de la Enfermería y junto con el movimiento “Nursing Now” promovían el desarrollo y promoción de la profesión al lugar donde tenía que estar. Sin duda, el Universo había conspirado para que así fuera pero no con celebraciones multitudinarias en palacios de congresos donde todos iban vestidos con sus trajes y con actos vacíos donde los responsables sanitarios se daban palmaditas en la espalda diciendo lo bien que trabajaba su personal de enfermería.

La enfermería “celebraba” su año demostrando de lo que era capaz, su capacidad de trabajo con los recursos de que disponían, capacidad de adaptación diaria, de adecuación de cuidados a la demanda, ofreciendo cuidados de alta calidad, cuidados humanos, reinventándose. Y esto lo hacían con miedo y con incertidumbre pero lejos de amedrentarse, sacaban la vocación, el coraje, la experiencia y los conocimientos acumulados para cuidar a personas que, una vez entraban por las puertas de Urgencias y se ingresaban con test positivo, quedaban aisladas del exterior despojándoles de sus vidas y sus historias con el único contacto de la enfermera de cada turno de trabajo que bajo su EPI le mostraba su mejor sonrisa, sus palabras esperanzadoras y sus cuidados que con abnegación llevaba a cabo.

Y con cada alta a domicilio, con cada gesto de agradecimiento, con cada aplauso a las 20 horas desde los balcones de toda España, un pedacito del alma de todo el personal de la unidad se recomponía para coger fuerza y seguir trabajando. Cuando esto pase, la enfermería volverá a demostrar su saber estar y no habrá quejas ni reproches, ni arrepentimientos de lo que vivimos. Solo habrá emoción al recordar esos días que cambiaron la concepción de la sanidad, que tomamos conciencia de lo vulnerables que somos si la naturaleza muestra un mínimo de su fuerza y de que la SALUD es lo primero, lo que hay que cuidar. Si no hay salud no hay desarrollo social y ninguna sociedad puede desarrollarse sin salud.

Todo va a salir bien
Tout ira bien
Everything will be fine
Andrá tutto bene
#quédateencasa

Cómo citar este documento
Padial Rodríguez, Fernando. Todo saldrá bien. Narrativas-Covid. Coviviendo [web en Ciberindex], 16/04/2020. Disponible en https://www.fundacionindex.com/fi/?page_id=102

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