La huelga de hambre

Podría parecer el interior de una tienda en placentera acampada, si no fuera porque faltan mujeres y niños y no hay más alimento que un garrafón de agua purificada. Se llaman Cirilo Virgen, José Luis Pérez y Alberto Pintor. Por sus largos bigotes podían pasar por campesinos revolucionarios, pero en realidad son maestros de escuela en huelga de hambre. No cultivan los agaves de los que rezuma el ardiente mezcal, pero cuidan el semillero de talentos que van a construir el México del siglo XXI.

Pertenecen al Movimiento de Bases Magisteriales de Jalisco y son la avanzadilla de un parón que desde hace varias semanas viene desafiando al secretario de Educación y al gobernador del Estado con un paquete de demandas con las que pretenden aliviar la secular indignidad laboral de los maestros: aumento salarial, más días de aguinaldo, mayores prestaciones del Estado, más presupuesto para la enseñanza, más democracia…

El desvencijado campamento se encontraba instalado frente al Palacio del Gobernador, estorbando la vista del ostentoso templete que adorna la plaza de la Liberación. Lo encontraba a diario cuando iba a la plaza Tapatía a coger el camión que me llevaba a la Universidad, hasta que una tarde no pude aguantar más y me decidí a conocer por vez primera a alguien que comete el atrevimiento de ponerse en huelga de hambre.

Como era de esperar todo era distinto a como me lo había imaginado. Bajo el toldo azul de la tienda campera, aquello parecía más bien la oficina de un destacamento revolucionario, donde había que hacer cola para ser recibidos por los huelguistas. Al entrar me avisaron que dispondría de un máximo de tres minutos para parlamentar, pero cuando el cabecilla Cirilo supo que era español la cosa varió y se entretuvo en contarme la lamentable historia del magisterio mexicano y de sus desdichas, que no han remediado ni las revoluciones ni los dictadores, ni los demócratas ni nadie.

La huelga de hambre llega inevitablemente como un acto de desesperación ante la sordera de las instituciones. Ya llevaban ocho días sin probar bocado, solo agua y una cucharada de miel al día para balancear la glucosa, y aún soportaban los reproches de algún chilango que los había tachado de flojos.

Cuando el maestro Pintor supo que yo era enfermero no dudó en sacar de una caja llena de bártulos un tensiómetro digno de museo para que les tomase la tensión, con lo que me convertí en el celador de su salud en las tardes sucesivas mientras duré en Guadalajara. La última vez que tertulié con ellos estaban más desesperanzados que nunca porque las negociaciones se habían roto de nuevo. Casi no se levantaban de la dura esterilla por preservar al máximo sus energías, sus ojos enrojecidos y exentos de mirada, su semblante tan decaído como sus expectativas. Me pidieron que les tomase una foto para poder enseñar a los europeos su dura realidad. Y así lo hice.

Pensándolo bien no deja de ser paradójico que unos maestros se pongan en huelga de hambre. El hambre y el magisterio llevan siglos caminando de la mano. Manuel Amezcua

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Escribí este relato para la revista Index en 2004, relativo a una escena que presencié cuando realizaba una estancia académica dos años antes en la ciudad mexicana de Guadalajara.

Agave: pita o maguey cultivado en el altiplano de México de la que se extrae el jugo para fermentar el tequila.
Aguinaldo: derecho que tienen los trabajadores en México a recibir una retribución extra al tiempo de navidad.
Camión: así se llama en México a los autobuses urbanos.
Chilango: así suele llamarse a los naturales de la ciudad de México.
Mezcal: aguardiente que se obtiene por fermentación y destilación de las cabezas del agave.

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